Tania Bruguera: en Cuba tenemos derecho a saber y a decir sobre nuestro destino
Los hechos son breves, Tania Bruguera, artista cubana, en el 2009, realizó en el Centro Wilfredo Lam de La Habana la primera edición del Susurro de Tatlin, en el que los cubanos podían hablar libremente ante un micrófono. Intentó lo mismo el 30 de diciembre del 2014 en la Plaza de la Revolución, pero las autoridades se lo prohibieron. Fue detenida por incitación al desorden público y desobediencia civil. Tras culminar el proceso de puesta en libertad de 53 presos políticos en Cuba, hoy, nuestra invitada es precisamente Tanía Bruguera.

Sra. Bruguera ¿valió la pena hacer el intento?
Creo que sí. El performance fue un éxito porque, aun cuando la tesis original que se quería probar, no se pudo, sí se creó un mecanismo a partir de cual se desenmascararon respuestas automáticas que tiene el gobierno a ciertos sobreentendidos políticos y ciertas desconfianzas hacia el entusiasmo que pueda tener la gente.
Me parece que se probó que ellos consideran ilegítimo que un grupo de cubanos, dentro y fuera de Cuba, se sientan con deseos y derechos para participar en los procesos de la nueva nación que se quiere crear, basado en el entusiasmo y en creer en los cambios que está proponiendo el gobierno, porque aquí no se sacó nada que no fuera lo que el mismo gobierno había dicho. La apertura en el imaginario político de las personas ante esos cambios, reveló que el gobierno no tiene confianza en el pueblo y piensa que todo lo que el pueblo quiere pedir es algo creado desde la oficina de la CIA o la de cualquier agencia de otro gobierno.
J.Z. Hay algunos medios internacionales que consideran el intento de permitir a los cubanos que expresaran en un minuto lo que piensan del acuerdo entre Obama y Castro, fue un test que demostraría la inviabilidad de los cambios.
T.B. No, yo no estoy de acuerdo en eso. Pienso que la propuesta original que hice a los organismos de cultura era demostrar que los cubanos estaban a la altura de los retos históricos que nos habían puesto los gobernantes de Estados Unidos y de Cuba. Retos históricos de tolerancia, de personas que pueden escuchar una opinión diferente, aceptarla con respeto y con argumentos. No con histerias, ni con pasiones injustificadas.
J.Z. A usted le han quitado el pasaporte, razón por la cual no va poder abandonar Cuba. Eso no deja de ser doloroso.
T.B. Más doloroso que me quitaran el pasaporte ha sido el tener que entregar mi Medalla por la Cultura Nacional, que me fue entregada en el 2002, cuando vi toda la parafernalia ideológica que se desató de manera conjunta, porque no creo que un solo burócrata pueda con toda una maquinaria de descrédito hacia una artista de 22 años de trabajo artístico, que además todo el mundo conoce de posiciones políticas progresistas. Campaña de descrédito, de mentiras, en donde se obviaron elementos, como por ejemplo que yo propuse que la actividad se hiciera en otro lugar que no fuera la Plaza de la Revolución y no lo aceptaron tampoco. Es decir, se trata de cambiar quién es uno por parte de personas oportunistas, burócratas que defienden su puesto de trabajo y no una ideología o una manera de pensar. Así que tuve que entregar ese galardón.
El pasaporte no me preocupa, puedo vivir en Cuba toda la vida, adoro a mi país y lo que hice lo hice por mi gente.
J.Z. No solo ha entregado ese galardón sino que también ha renunciado a su condición de pertenencia a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la UNEAC.
T.B. También una decisión muy difícil porque es una organización de la cual soy parte hace muchos años, es un espacio que en estos momentos no me representa, porque me ha parecido muy falto de tacto que ellos dictaran una sentencia por una obra de arte, en vez de abrir un espacio de discusión, de análisis estético, que hubiese sido perfecto. Habría que haber dicho: pues bien, sucedió esto, vamos a abrir un debate cultural para los intelectuales, si no quieren hacerlo para el ciudadano de a pie. Pero no, lo que hicieron fue juzgar y tergiversar las intenciones de la obra, poniendo en duda el supuesto del performance, en un tono irónico. Yo los he tratado a todos con un gran respeto y me pareció que era algo que yo no podía aceptar. Ellos están acostumbrados a maltratar a las personas, que estas se queden calladas y esperen que a ellos se les olvide y aquí no ha pasado nada. En este caso no, porque fue una injusticia y además ellos ni siquiera me avisaron ni me llamaron para preguntarme de qué iba el performance, simplemente cortaron y pegaron la declaración de otro organismo.
J.Z. Y por qué ha recibido tan escaso apoyo de los artistas.
T.B. Pienso que lo que ha sucedido es lo siguiente. Hay un grupo de artistas jóvenes interesante que están cuestionándose cosas, que se interrogan sobre cuál es el rol del arte, cuál es el papel del arte en momentos históricos, es decir, si somos sujetos pasivos o si podemos ser interventores semánticos. Ellos fueron muy valientes y algunos llegaron a la cita. Pero hay un grupo de artistas más conocidos, que temían perder ventas, ya se están preparando para los coleccionistas extranjeros a los que hay que asesorar. Ellos no dieron un paso al frente, se han hecho los que no sabían nada, son los del sí pero bueno, no es mi problema. Pareciera que no es más que una conducta que sale de una estrategia institucional para crear sujetos que trabajan en las calles como críticos, que habla de lo social sin ser político, que tratan temas de la realidad sin asumir lo local, sino desde grandes generalizaciones universales, que es una forma de esconder la responsabilidad social.
J.Z. ¿Sus padres le pusieron el nombre Tania, por la guerrillera?
T.B. Sí. Mi padre era una persona que hizo la revolución. Yo soy hija de la revolución. Me crie en un seno familiar con valores éticos muy claros y tuvimos muchas discusiones políticas porque yo tenía una idea sobre la realidad que mi padre no veía; porque, como usted sabe, los dirigentes en Cuba no tienen contacto directo con la realidad. Tienen contacto con las ideas que forman esa realidad, pero no experimentan las consecuencias de sus decisiones legislativas, políticas o administrativas. Están en una esfera separada de la realidad.
Es injusto juzgar a los hijos por los padres, porque no todos los hijos responden de la misma manera lo que sus padres les han enseñado.
J.Z. A las pocas horas de conocerse el acuerdo entre Barack Obama y Raúl Castro usted sacó una carta pública. Entre varias cosas habla del derecho a saber, es decir, la búsqueda de la transparencia y el derecho a expresarse libremente en las calles, que le pertenecen a todos los cubanos. ¿Cree que se puede llegar eso?
T.B. Pienso que se debería crear una ley, hasta ahora no la he encontrado a pesar de haber hablado con cinco abogados, tras la cual un cubano normal, sin que vaya por una verticalidad institucional de los organismos centrales del gobierno, pueda solicitar un espacio en la calle para hacer actividad, ya sea cultural o de otro tipo.
Por eso creo que lo primero es crear leyes y también educar a la población. Es muy triste un pueblo o un gobierno que haya creado el miedo a palabras, como por ejemplo, derechos humanos. El otro día conversaba con una persona en la calle y le hablaba de los derechos. “No me hables de los derechos –me decía- que es cosa de los americanos y de la CIA”. Cómo es posible que diga tamaña barbaridad. Es que hay una identificación ideológica con ciertos temas que no debería existir.

Creo que la carta también reclamaba respuestas a preguntas que nos estamos haciendo todos. Decisiones de este tipo, después de cincuenta y tantos años diciendo que ellos eran el enemigo no pueden venir como una directiva que hay que aceptar. Tenemos derecho a alegrarnos, pero también a decir: dinos más, explícanos más como van a negociar, que dejé de hablar a mi familia por ser revolucionaria, porqué metiste preso a una persona por ser amiga de Estados Unidos.
Es decir, pasaron muchas cosas que no podemos borrarlas de pronto porque el gobierno decidió cambiar de la opinión. Está bien cambiar de opinión. Estoy de acuerdo tener relaciones con todos los países del mundo, somos una nación pacífica, pero no puede ser eso de, yo digo y tu aceptas todo el tiempo.
J.Z. Hay en la disidencia dos posiciones muy claras: Aquellos que condenan vehementemente el acuerdo y los otros que creen que el escenario actual es mejor que el anterior. ¿Dónde se ubica usted?
T.B. Primero, yo no me ubico como disidente, soy una artista que disiente, que es algo diferente.
J.Z. Importante aclaración.
T.B. La instructora que sigue mi caso me ha dado nombres de personas que ni siquiera conozco su plataforma política porque no ha sido mi campo de estudio. Sí he escuchado a algunas personas que están diciendo que se necesita que los acuerdos entre Cuba y los Estados Unidos también contemplen ciertas garantías de derechos humanos y de espacio para la educación y la expresión libre.
Por otro lado hay personas que me han comentado que a ellas les parece bien porque creen que estas relaciones pueden crear lo que llaman “la disidencia leal”. Un tipo de oposición que a cambio de participar en instancias como la Asamblea Nacional o algo por estilo, serían capaces de repensar sus posiciones anteriores.
J.Z. El futuro es un espacio abierto a llenar por los propios cubanos.
T.B. Yo he oído muchas estos una nueva expresión que se ha convertido como en un mantra popular, que cuando alguien hace algo, dicen: pero asimismo es en todos los países, somos iguales que todos los países. Eso parece ser el nuevo mantra ideológico. En vez de ser diferentes y tener nuestra posición.
También creo que el gobierno de Cuba no puede abrirse al mundo como quiere sin abrirse a los cubanos. A los que están aquí y a los que están en otros lugares.