Cuba: Apostamos por el futuro, no como los que se aferran a reproducir el pasado
“Un giro histórico”. Esas han sido las primeras palabras de nuestro entrevistado, el historiador cubano, Manuel Cuesta Murúa. Frecuentemente esta afirmación es falsa o francamente exagerada, pero en esta ocasión es acertada por su trascendencia local y regional. Cuando Barack Obama asumió la presidencia en el año 2008 la presidencia de los Estados Unidos dijo con sencillez y al mismo tiempo con mucha profundidad, que su país quería un nuevo comienzo con América Latina. Es un hecho casi sísmico en términos políticos, porque no ha existido históricamente una relación de horizontalidad, de igualdad entre la gran potencia y el resto de los países de la región. Ha sido una relación asimétrica que ha alimentado más los discursos antioccidentales, antinorteamericanos y para algunos, antiimperialistas que la posibilidad misma de fomentar sociedades democráticas, estados de derecho y naciones sostenibles desde el punto de vista político económico. Este acuerdo sella lo que se llamó en el 2008 un nuevo comienzo.

Ahora, en particular para Cuba el impacto es decisivo porque redefine esa vieja y mala relación entre ambos países que está fundada en la cercanía histórica. Casi por primera vez en muchos años pone la pelota del juego político exclusivamente en la cancha cubana, en la que siempre se explotaron los términos de la pésima relación Cuba-Estados Unidos. Se levantó un nacionalismo virulento, a ratos colectivo, que se ha ido debilitando en los pasados 20 años, pero que ha impedido que los cubanos definan el tipo de convivencia que quieren tener, la que por su cultura y tradición, debió ser democrática, respetuosa del Estado. Aspiración malograda porque pesó mucho más la mala relación entre ambas naciones.
En consecuencia quien amalgamó el nacionalismo extremo en Cuba ha sido la política, ahora defenestrada de los Estados Unidos. La lógica, la dinámica y la naturaleza de esta relación solo puede entenderse no en términos sociales, no en términos de modelo de Estado, sino a partir del nacionalismo. Si no es por ese factor explotable por el gobierno de La Habana el modelo vigente en Cuba simplemente no habría existido. Incluso haciendo abstracción de la caracterización dictatorial del gobierno que ha sido y es una dictadura, pero cuyas singularidades van mucho más allá de las dictaduras clásicas que hemos conocido en tierras latinoamericanas. Cuba es un modelo raro, una suerte de despotismo ilustrado.
Por otro lado, con la normalización en marcha se asesta un golpe mortal a la narrativa antiimperialista del gobierno cubano. Tanto es así que ya no podrá esgrimirlo en contra de la relación de la sociedad civil con los Estados Unidos, porque el gobierno está en el mismo tren en español y en el mismo trend (tendencia) en inglés.
¿Puede vivir David sin Goliat? “No. David no fue muy inteligente en fundar el hogar en donde debía habitar. Desafortunadamente no tuvo la capacidad estratégica de dar visión de Estado y sentido de país que son elementos necesarios para construir un hogar habitable. Por eso muchos de los que viven en Cuba solo piensan en como emigrar hacia la casa de Goliat.
Esta nueva realidad genera no pocos riesgos y temores porque si Home Depot, Wal-Mart y Mcdonald se ponen de acuerdo para invertir en Cuba, un mercado de 11 millones de personas, eso significaría la muerte de la iniciativa privada en aquellos sectores y el encadenamiento de Cuba, fatalmente, a la economía norteamericana, fruto de la debilidad que caracteriza a la economía cubana en estos momentos. Debilidad derivada del modelo económico vigente”.
De modo tal que es aplaudible el giro político impulsado por el gobierno de Obama, pero al mismo tiempo es preciso hincar el acelerador para profundizar las reformas que posibiliten crear un relación saludable con los Estados Unidos, porque el riesgo es que derive en un vínculo que puede convertirse en el abrazo del oso para Cuba y eso no hay que verlo como algo favorable para el desarrollo de la nación y su pueblo.
Las diferencias al interior de la oposición están a la vista. Varios disidentes, en conferencia de prensa, poco tiempo después de las alocuciones de Raúl Castro y Barack Obama, dijeron que el presidente de los Estados Unidos los había traicionado y no había honrado su palabra de informarles previamente sobre este giro estratégico de la política exterior de la Casa Blanca. Cuesta Murúa advierte que se debe tomar en cuenta la capacidad emocional de los cubanos para entender expresiones de este calado. Se ha tratado de una primera reacción emocional basada en la sorpresa. Como no hubo un proceso abierto, transparente, que generara participación en el debate de los que van a estar implicados en sus consecuencias, varios de los activistas prodemocráticos, aquellos que se han enfrentado a una represión incruenta pero siempre violenta por parte del Estado en los pasados 50 años, exteriorizaron el lado pasional que siempre tiene la política. Ha sido el destape hormonal que minimiza o neutraliza la racionalidad política que un momento como este exige. Es de esperar que con el paso del tiempo se imponga la racionalidad en el análisis porque todo lo que está ocurriendo es más favorable a la promoción de la democracia que el escenario anterior.
No sirve de nada hablar de suma cero, de vencedores y vencidos. Lo útil en esta nueva realidad es la capacidad que tengan las partes de manejar el nuevo escenario hacia el futuro. Tanto el gobierno como la oposición y el propio Estados Unidos.
En consecuencia no es dable imaginar que la normalización salva al gobierno de La Habana de la debacle y su fin inminente. El gobierno ha tratado de presentar simbólicamente una victoria ética centrada en los cinco cubanos espías que estaban presos en los Estados Unidos. Sin embargo, en términos políticos es en donde deben demostrar la capacidad para administrar el cambio de los términos del modelo cubano.
Más economía, más información, más apertura del mundo a Cuba y de Cuba al mundo, supone el oxígeno que no permite vivir a ninguno de los organismos que se resisten a la transparencia y la viabilidad. Hay organismos que no tienen capacidad para vivir en la luz, solo pueden reproducirse en la oscuridad. Ahora se ha encendido la luz y esos organismos, a mediano y largo plazo no van a sobrevivir a la avalancha que supone la apertura.
El nuevo escenario es para todo el mundo. Se impone, también para la oposición una nueva definición del lenguaje, una recuperación de la racionalidad. Terminaron los tiempos éticos y se abre la tendencia hacia los tiempos políticos, que son los de la imaginación, de la habilidad, de las ideas y la inteligencia. Hasta ahora no había política en Cuba, solo posicionamiento. De hecho de las tres partes. El presente desafío no es el de las trincheras, que comienzan a cerrarse. Se aplana el terreno y hay que jugar.
Manuel Cuesta Murúa: “Nosotros, un grupo de organizaciones que hemos venido trabajando en un proyecto que se llama Consenso Constitucional, que desea el cambio de la ley a través de la misma ley, estamos hoy a la búsqueda de un consenso global de la sociedad civil, de la oposición cubana, de cara al efecto que trae el nuevo escenario. Por eso vamos a convocar a un encuentro con representantes de la mayor diversidad y pluralidad de organizaciones, dentro y fuera del país, para hacer dos cosas básicas. Primero, una reflexión del momento, luego cómo concretar una propuesta general en la que se identifique y se active la mayor cantidad de ciudadanos, de modo de impulsar acciones concretas que modernicen a la comunidad prodemocrática del país, que necesita mucho esa modernización, que la conecte más con los intereses de la ciudadanía. Todo esto para ser tomada en cuenta tanto por el proceso del cambio político, de la comunidad internacional, como por las autoridades del país.
Se abre un momento muy interesante en el que la ventaja está del lado de los que apostamos por el futuro, no de los que se aferran a reproducir a toda costa el pasado.
Para este encuentro debemos pensar en el mes de enero o a más tardar en los primeros días de febrero. Esta premura se debe a que hay una imagen de que la oposición está debilitada, sin capacidad de articulación, ni visión estratégica y el reto es demostrar que no es así, que se trata de una imagen no del toda acertada.
Segundo, hay que repensar muchas de las estrategias que se han definido porque nuestra presencia es fundamental”. El Presidente Raúl Castro ha dicho una frase muy oportuna. Dijo, los Estados Unidos y Cuba deben aprender a convivir con sus diferencias civilizadamente. Justamente ese es el desafío que tiene el gobierno hacia el interior: el gobierno tiene que aprender a vivir de manera civilizada con la comunidad prodemocrática. En cualquier caso ya no puede utilizar el argumento que esa comunidad está trabajando para una potencia extranjera. Así, la narrativa del antimercenarismo, del antiimperialismo, de los que trabajan al servicio de una potencia extranjera, comienza a extinguirse ahora mismo.
Es sorprendente el efecto mariposa: muchos cubanos han puesto en sus casas la bandera de los Estados Unidos y la bandera cubana. Es un efecto no buscado, porque el Comité de Defensa de la Revolución de seguro que no distribuyo esa bandera. Lo cual indica que hay una disposición social para tener una relación normal con la sociedad norteamericana, lo que no puede ni debe ser demonizado.
En síntesis, el destino de la oposición y de sus aspiraciones no puede depender de la política de los Estados Unidos. Alcanzar la democracia es responsabilidad de los propios cubanos.