El gobierno ya no representa los intereses de los cubanos: Manuel Cuesta Murúa
Seguramente la condición de historiador le permite a Manuel Cuesta Murúa tener una visión panorámica de la realidad del país. Hoy su mirada crítica contribuye al pensamiento de la oposición cubana. Su único recurso disidente son las palabras. El gobierno lo ha incluido por eso en la lista de gente peligrosa, incluso lo ha tildado de enemigo de la paz internacional. Suena a broma macabra, pero no lo es.
La mesa vacía
Pese al hostigamiento Cuesta Murúa insiste en la necesidad del diálogo entre gobierno y la oposición, aunque aclara -en nuestra conversación telefónica desde La Habana- que todo dialogo debe tener como base la representación posible del interés ciudadano, no solo el de las élites. Es decir, son los cubanos de a pie los que deben ser consultados y escuchados. El diálogo como estrategia e índice de civilidad política.
El gobierno se ha negado sistemáticamente a sentarse a la misma mesa con los disidentes. Justifica su decisión aduciendo una razón que busca establecer un obstáculo estructural a la posibilidad del diálogo y es el hecho de decir que son representantes de intereses foráneos, mercenarios de fuerzas exteriores, sobre todo de Estados Unidos. Otra razón que esgrime el gobierno es la nula representatividad de la disidencia. Se puede decir que la explicación gubernamental de que los disidentes no representan a nadie, era cierta en el pasado. Por qué tendrían que hablar con gente que carece de respaldo ciudadano. Pero ya no es así. Hoy por hoy el gobierno cubano es el que menos personifica los intereses de la ciudadanía. Lo que pasa es que tiene el poder y ello da un sentido de representación exagerada porque controla las instituciones, pero no se trata de una realidad sociológica. Ese mismo poder ha posibilitado la creación de eficaces mecanismos de represión que sirven de cortina entre la gente que protesta y los grupos de la sociedad civil.
El gobierno no tendría necesidad de culpabilizar si se decidiera justamente a sentarse a la mesa a imaginar cómo resolver los grandes problemas de la sociedad que requieren de enfoques diferentes a los actuales. Si resolviera darle voz a otros sectores del país que no sean exclusivamente los del partido comunista.
Apertura, pero no tanto
El fracaso estratégico de Cuba, según Cuesta Murúa, se debe a que el actual proyecto de cambios no conduce a vías que tengan su reflejo en la vida diaria de los ciudadanos y en la estructura económica del país. Si se mira desde América Latina hasta Asia, los países que se han embarcado en procesos de reforma en menos de cinco años exhiben resultados en todos los índices económicos. El gobierno de Raúl Castro lleva siete años en este esfuerzo y el éxito no acaba de verse.
Ciertamente ha habido cambios, pero no estructurales que es lo que requiere Cuba. Los cambios implementados no relacionan la estructura de la propiedad, la explotación del capital humano y el mercado interno. Sin una reforma que concatene esas tres variantes es imposible el progreso.
¿Qué ha hecho el gobierno?, ha liberalizado a la sociedad. Ello supone que los cubanos puedan salir y entrar sin pedir permiso, puedan vender sus propiedades y puedan gestionar mínimamente su propia supervivencia. Se trata de una liberalización respecto del inmovilismo que caracterizó a Cuba hasta la llegada al poder de Raúl Castro.
No obstante en el tema fundamental de la tierra, el gobierno no ha dado un paso más allá de la entrega en usufructo. Pero una reforma agraria en profundidad no se ha producido. Es más, el gobierno ha sacado una ley de inversión extranjera que implica inversión en zonas donde se pueda manejar corporativamente la economía para asociar los intereses del Estado con aquellos que decidan invertir. El Mariel es el ejemplo. Las disposiciones de la ley no buscan la vinculación con la estructura interna del mercado, de modo que parece una zona destinada exclusivamente al trasiego de bienes y servicios de compañías extranjeras para países extranjeros.
¿Qué razones puede tener el gobierno cubano para descartar una apertura real? La repuesta está en la debilidad de la economía cubana, que es de tal magnitud que una apertura en forma supondría el reconocimiento explícito de que ya no solamente hay una derrota del modelo económico sino el fracaso del proyecto país.
Un hombre temible
El historiador Cuesta Murúa genera inquietudes con sus análisis, al extremo de ser acusado de enemigo de la paz internacional, lo que no es poca cosa:
“Me parece una cosa exagerada, como de los tiempos de Stalin, fuera de todo contexto, sobre todo porque quien conoce las posibilidades y capacidades de cualquier disidente en Cuba le parecería totalmente ridículo pensar que un disidente pueda amenazar la paz internacional. No contamos ni siquiera con los recursos mínimos para poner en peligro la cuadra donde vivimos, de modo que qué recursos podría tener para poner en peligro la paz internacional.
Lo que tiene de real este tipo de acusaciones es que para el gobierno, las ideas cuando no las controla de alguna manera las considera peligrosas para su propia estabilidad. Es entonces cuando se echa mano a lo que se hacía en tiempos de Stalin, acusar a los adversarios de ser enemigos del pueblo y que merecen el más grande de los castigos“.
El pasado cuatro de mayo las autoridades detuvieron a 88 Damas de Blanco en todo el país. Los arrestos obedecen al temor a que se produzca una conexión sistemática entre la sociedad civil y el ciudadano común. El gobierno no se engaña. Ha interpretado bien que hay un malestar profundo entre los cubanos y si no controla las acciones de la sociedad civil, sobre todo las manifestaciones callejeras, en cualquier momento puede producirse una efervescencia que los obligue a una represión mayor que podría ser decisiva para la propia estabilidad de su modelo y su proyecto de poder. Esa es la lectura posible de las detenciones masivas, en muchos casos crueles, porque muchas de estas mujeres son golpeadas, actuación por lo demás inédita en la historia de Cuba, afirma el historiador.
Las Damas de Blanco visibilizan el profundo malestar social. Hay que recalcar que se trata de malestar y no de descontento, porque el descontento supone un momento y aquí estamos ante una realidad sostenida en contra del modo cómo el gobierno rige los destinos de la gente.
El extravío de nobles banderas
Los primeros años de la Revolución, a partir de 1959, otorgaron al gobierno un enorme respaldo popular, la caída de la dictadura de Fulgencio Batista y las políticas sociales devolvieron al pueblo su dignidad maltratada. Ahora, 55 años más tarde, el gobierno pierde ese emblema. La demostración está en los registros de inmigración. De hecho Cuba es el único país del mundo en que las personas adquieren una segunda nacionalidad, viviendo en su propio territorio. Por lo general, cuando una persona adquiere una segunda nacionalidad lo hace en el otro país donde está viviendo, pero en la isla se da el hecho sociológico importante que más 100 mil ciudadanos ha adquirido, por ejemplo la nacionalidad española y viven en Cuba y no en España.
Entonces se produce una contradicción entre derechos civiles y políticos muy curiosa: pueden elegir al presidente de España y no pueden elegir al presidente del país en donde viven.
El gobierno perdió la capacidad de generar la dignificación que estaba inscrita en la Revolución el año 59: vivir espiritualmente por el vínculo con la historia, con el presente y el futuro de la nación cubana.
Lo más doloroso no es el caso de España sino el de los Estados Unidos, al cual muchos jóvenes están ansiosos de ir a vivir allí para desarrollar cualquiera sea su proyecto de vida.
El temor de Manuel no tiene que ver con ese sentido de nacionalidad perdido por parte del gobierno cubano, sino que no sea recuperable para un proyecto de nación futura.
El nacionalismo aquel con que se debutó en los años 60 no existe para nada. Mucha gente se da cuenta que la narrativa del gobierno es una gran coartada para darle fundamento a su propio poder. La gente se da cuenta que es el gobierno el que no permite que el cubano prospere y se desarrolle. No necesaria y exclusivamente por culpa del embargo norteamericano, al que Cuesta Murúa se ha opuesto desde siempre. Así se va desencantando lo que fue ese gran proyecto nacional.
La nación hoy vive en el discurso oficial, en la retórica de los medios de comunicación, en el proceso educativo, pero es una realidad artificial que no tiene nada que ver con el sentimiento, la sensibilidad profunda y auténtica de los cubanos hoy por hoy.
La duración de lo irreversible
Por cierto, una cosa es el fracaso de un modelo y otra muy distinta el término del mismo. El ejemplo de Cuba debería ser motivo de estudio en cualquier carrera de politología, cuando se encare la distancia que existe entre el fracaso y el término de una experiencia.
Se sigue confundiendo la revolución con quienes la hicieron. Actualmente no hay posibilidad alguna, ni siquiera en el nivel sentimental, emocional, en lo teórico y lo político, de demostrar que algo que se llamó revolución cubana existe, pero sigue viviendo en la gente porque, justamente, están en el poder aquellos que la hicieron. Esa confusión existe dentro y fuera del país.
La continuación de lo fracasado es posible porque el gobierno controla el poder. En eso es muy hábil, en cómo gestionarse para sí mismo mecanismos de control que hagan imposible, por lo menos por los medios tradicionales, la amenaza a ese poder. Ello es su gran éxito en términos políticos. La creación de toda una maquinaria de control social que hace impredecible, casi imposible, que los cubanos crean que el gobierno pueda, algún día, perder el poder. En ese hecho el gobierno se ha instalado y quiere perpetuarse, porque controla todos los medios de comunicación: la imaginería que la Revolución está viva, vital y, al mismo tiempo, con larga vida.
La entrada en escena de los afrodescendientes
Hay un resurgir de la participación de los afrodescendientes en las luchas por la autoemancipación y las libertades. El gobierno cubano, a partir del año 59 le dio a este sector nacional todos los espacios y todos los derechos que les habían sido negados históricamente. Y eso había generado un complejo que les inhibía de participar y reivindicar su propio lugar.
Ahora, en toda la isla hay una creciente participación de jóvenes negros que combina dos cosas: la lucha por la democracia y por el Estado de derecho con la lucha por el autoreconocimiento. En términos de identidad, si los que han sido por años olvidados, espoliados, preteridos, no asumen sus propias luchas nunca van a alcanzar la autoemancipación.
Pobrecita Cuba, tan latinoamericana y tan olvidada por ella
¿No le duele a usted que las democracias latinoamericanas mantengan una clara indiferencia frente a las luchas de la disidencia cubana?
“Nos duele y mucho. América Latina no será una región sólidamente democrática, comprometida con los valores fundamentales hasta tanto Cuba no se incorpore a ese gran concierto.
América Latina siempre ha estado históricamente de espaldas a Cuba. Cuando la Independencia, en el siglo XIX, el área fue ajena a la gran gesta y demanda por la independencia en Cuba. Bolívar nos dejó embarcados en ese propio proceso. También se manifestó a lo largo del siglo XX y lo hace ahora cuando el debate por la democracia en Cuba necesita y requiere de la solidaridad sobre todo de una región con la que compartimos lengua, cultura e ideas. Incluso compartimos esa base riquísima para la democracia que es la pluralidad.
Desafortunadamente en América Latina sigue faltando ese liderazgo que asocia valores con un proyecto hemisférico libertario como sucedió con la Europa de Jean Monnet. Esos déficits se reflejan en la indiferencia hacia una democracia en Cuba“.