Venezuela:»hay que echarle pichón» para encontrar una solución negociada
No hay solución sin negociación. Esa podría ser una de las principales conclusiones de la entrevista realizada al prestigioso jurista internacional venezolano, Pedro Nikken. La crisis que vive el país es grave y no se consigue nada con intentar disminuirla. La comunidad latinoamericana, hasta el momento, rehusa asumir su responsabilidad en contribuir a una solución. Como dicen los venezolanos cuando quieren referirse a la necesidad de poner especial empeño en una tarea: hay que echarle pichón.

En el momento que hacemos esta grabación se cumplen dos años de la muerte de Hugo Chávez y tengo acá la declaración de la Fiscal General de la República, la señora Luisa Ortega Díaz, quien dijo “hoy recordamos a Chávez, líder constructor de paz y luchador social por la reivindicación del pueblo latinoamericano.
El comandante Chávez fue un líder de dimensión continental y me atrevería a decir que ha sido el venezolano más conocido por sus contemporáneos en la historia. Pero es un liderazgo muy discutible. El comandante, como presidente de Venezuela, desaprovechó una magnífica oportunidad para construir una sociedad más justa y próspera. Resulta que lo económico fue catastrófico durante la gestión de Chávez. Hubo manifestaciones notorias de corrupción, de despilfarro.
En el plano político se encargó de sembrar una división, siguiendo un viejo y conocido esquema marxista leninista de lucha de clases, tratando de enfrentar a lo que él llamó la burguesía con los sectores populares, con cierto grado de éxito, que se reflejaba en los temas electorales. En los barrios de la clase media Chávez perdía y en los de las clases populares, ganaba. Al final había cambiado un poco y ahora parece ser manifiestamente distinto. Pero, sin duda, el haber establecido esa división en la sociedad, convirtió al país en mucho menos democrático y mucho menos gobernable.
Todos esos males los ha heredado el señor Maduro con quien, la revolución bolivariana pierde sus dos pilares fundamentales: el liderazgo de Chávez y el petróleo. Y eso crea una crisis de orden político, económico y social tremenda en Venezuela en este momento.
Pero no creo que -sin restar importancia para nada la figura de Hugo Chávez- su legado sea nada para envidiar y aplaudir.
Dentro de pocas horas arribarán a Caracas representantes de UNASUR. Hay quienes abrigan una tímida esperanza que se pueda hacer algo distinto a lo que hizo UNASUR, en su visita pasada, que resultó un virtual fracaso y hay quienes critican abiertamente porque consideran que los integrantes de UNASUR están comprometidos con el chavismo.
Como todo hay dos caras en el asunto. A los venezolanos nos va a costar mucho trabajo salir de esta crisis sin ponernos de acuerdo y nos va costar mucho trabajo ponernos de acuerdo sin ayuda externa. Estos dos puntos para decir que nos hace falta un motorcito que ayude, que puede ser de distintas características y orígenes. UNASUR no es el que me resulte más creíble porque la presencia de ellos le sirvió al gobierno para capear un temporal pero no para atender los problemas de fondo que estaban y siguen con mayor gravedad planteados en la sociedad venezolana. En ese sentido, su gestión fue, por decir lo menos, decepcionante. Sin embargo, es lo que hay. He escuchado a otras personas que tienen otras ideas, digo no venezolanas, como el International Crisis Group que ha pensado en otras fórmulas, pero todos conducen a decir que mientras no se marque formalmente el fracaso de UNASUR no es tiempo de proponer otras alternativas.
La circunstancia de que UNASUR haya llegado tiene, a pesar de todos los bemoles, una ventaja: es la primera vez que el gobierno venezolano se ve obligado a aceptar, desde el 2002, que un actor internacional entre a discutir temas relativos a la política interna venezolana. Siempre se habían arropado con la soberanía para decir que todas estas cosas son actos de intervención extranjera, no distinguiendo bien entre lo significa la intervención extranjera y lo que es la cooperación de la comunidad internacional para atender temas de democracia y de derechos humanos, que sí interesan tanto a la comunidad internacional como a la Venezolana. Entonces la presencia de UNASUR marca cualitativamente una diferencia, que es la presencia de un actor internacional. Eso abre puertas.
O bien UNASUR retoma un camino apropiado de búsqueda constructiva, oyendo verdaderamente a ambas partes y tomándose en serio que aquí hace falta poner en práctica -y no solamente diseñar en el aire- un programa de acción política y una hoja de ruta para salvar la paz en Venezuela, ya ni siquiera digo la democracia, o las cosas se agravarán y habrá un cambio, vendrá otro actor internacional que pueden ser las Naciones Unidas, la OEA. Bueno ya se verá. Pero habrá que esperar cómo evolucionan las cosas. Por lo pronto se abrió una puerta que difícilmente podrá cerrar el gobierno.
Se lo preguntaba porque usted también fue uno de los protagonistas. Si hay un proceso que ha tenido éxito en la región es el iniciado por Contadora, pero eran países que tenían una actitud totalmente neutral e independiente y, como usted dice, escucharon a las partes haciéndose partícipes de la necesidad de una solución negociada.
Contadora tuvo, aparte de una razón de ser, una respuesta latinoamericana a la intervención de los Estados Unidos en Centroamérica. Era como decirles, ustedes no tienen por qué meterse en la región, nosotros lo podemos resolver. Efectivamente, a partir de Contadora finalmente se construyó la paz en la región.
Creo que uno no puede mirar las cosas como la fotografía de cuando empezaron. En la medida que la realidad va evolucionando se incorporan nuevos elementos, van disminuyendo algunos factores. Por ejemplo, Brasil tenía altos interés económicos en Venezuela, creo que hoy está muy frustrado con pagos que no se le hacen, con los incumplimientos venezolanos; de Colombia podría decirse aproximadamente lo mismo. Ahora el gobierno acusa al presidente Santos de estar metido en una conspiración internacional. De manera que todo cambia con el tiempo y es posible incluso, no lo vaticino como lo más probable, pero no puede descartarse que UNASUR retome su rol y que haya una vía más constructiva.
Hace pocas horas dos estudiantes han sido condenados a altas penas de cárcel por haber participado en protestas (El Tribunal Segundo del estado Aragua, a cargo de la jueza Iris Araujo, condenó a ocho años de prisión a los estudiantes universitarios Raúl Emilio Baduel y Alexander Tirado, detenidos desde marzo del año pasado por protestar en contra del Gobierno del presidente Nicolás Maduro). Esta, sin duda alguna, no es una buena noticia.
No lo es y, sin duda alguna se corresponde con la política represiva del gobierno. Al perder la revolución bolivariana a Chávez y a los precios altos del petróleo no le queda en la práctica más que la represión cruda y dura para intentar sostenerse. Este es un problema que vamos a seguir viviendo de aquí a las próximas elecciones, hasta que se produzca algún tipo de desenlace de este régimen. Ojalá sea por las vías más pacíficas y democráticas, y que no nos veamos frente a un desenlace lamentable en vista de los excesos en los que se está incurriendo.
Ciertamente no es un buen mensaje a la sociedad venezolana, tampoco lo es lo es para la comunidad internacional. Es el intento de amedrentamiento y de afirmarse con dureza en el poder. Es verdad que lo primero que debe hacer un gobierno es mantenerse en el poder, pero aparentemente todos los demás objetivos se han perdido de vista y lo único importante es prevalecer, haciendo uso de todo el aparato represivo del Estado. Ello augura males para Venezuela y también para el gobierno.
Es posible a estas alturas darle algún apellido al gobierno. Si no es una democracia ni es una dictadura, ¿Qué es?
Creo que cada día que pasa al gobierno lo que le queda de democracia es su cuestionado origen electoral. Y el Presidente Maduro aún si hubiera ganado las elecciones por ese margen tan estrecho, actúa como si la otra parte del país que no votó por él fuera minúscula y que puede prescindir de ella absolutamente. Cosa que por lo demás, por pequeña que sea, ningún gobierno democrático podría hacer. Él se olvida de la enorme cantidad de votantes que lo rechazó y parece olvidarse, de lo que dicen los sondeos y la calle, del tremendo rechazo que pesa sobre su persona y gestión.
Este es un gobierno autocrático y yo sí creo que existen bases suficientes para calificarlo de una dictadura. En términos académicos no cabe la menor duda que lo es. Cuando un gobierno concentra todo el poder en una persona y lo ejerce sin atenerse a los límites constitucionales, estamos frente a una dictadura.
Ahora lo que pasa es que hay dictaduras en América Latina que tienen la connotación de haber llegado con un golpe de estado y luego establecieron un régimen absolutamente despiadado. Aquí, Chávez no llegó con un golpe de estado y aunque su régimen no fue respetuoso de los derechos humanos y en más de un aspecto fue represivo no fue de una represión despiadada, no había una práctica de tortura, no había todo esto que ahora está ocurriendo acá. Muertos en las calles, autorización para usar armas de fuego por parte de la fuerza pública en las manifestaciones.
Si uno va al lenguaje utilizado en Venezuela en estos días, tanto por parte del gobierno como de la oposición no tiene otro camino que ser pesimista. Unos son apátridas, traidores, proimperialistas y los otros son, dictadura militar, negadores de los derechos humanos, asesinos. Cómo es posible sentarse a la mesa en condiciones de tan alta polarización.
Por supuesto que la polarización extrema no me gusta para nada, me parece difícilmente compatible con el proceder democrático. Pero en una situación como esta la polarización llega incluso a ser una condición para la negociación, cuando hay partes claramente definidas y tan enfrentadas.
Yo viví una negociación con dos partes en guerra, que se seguían matando en los campos de batalla mientras estaban negociando. Mucho peor que esto, sin duda. La polarización era tremendamente marcada y podría contarle anécdotas que a mí me asombraban en aquella época porque no estaba habituado a ese tipo de polarizaciones.
El tema depende de la voluntad y de la capacidad de negociar. En el caso del gobierno, y en menor medida de la oposición, el temor es a negociar. El temor a que digan que están entregando el legado de Chávez. El temor a que se diga que están llegando a acuerdos con la burguesía, con el imperio, con el enemigo, que están arriando las banderas.
Allí , más que por la polarización se dificulta una voluntad de negociar. Y ese es el punto. En Centroamérica, y lo vi en El Salvador, se arribó a la negociación porque ambas partes llegaron a la conclusión que no podían ganar la guerra la una a la otra. Había que buscar un acuerdo político para ponerle fin.
Aquí, creo que todavía, tanto de parte del gobierno como de la oposición, existe el sueño de aplastar al adversario. Eso es imposible. Ni el uno puede aplastar al otro ni el otro puede aplastar al uno. El país está dividido en dos mitades y además sería insensato pensar en esto. Un grupo necesita al otro. Los venezolanos nos necesitamos todos.
El mensaje del Papa el domingo apuntaba en esa dirección. Él dijo encuentren el camino para construir soluciones comunes ventajosas para el país.
¿Habrá que esperar que las cosas empeoren todavía más para que nos demos cuenta que no tenemos otra alternativa y toquemos fondo, surgiendo de ello una voluntad de negociar? Yo espero firme, vivamente que no. Que realmente encontremos caminos para ponerle fin a esto.
Creo que hay ventajas y es que, por lo menos de la boca hacia afuera, ambas partes están de acuerdo en que el programa político es la Constitución. Si encontráramos una hoja de ruta para darle cumplimiento estricto a la Constitución, las cosas mejorarían mucho más. Si UNASUR se hubiera empeñado, hoy tendríamos una situación muy distinta donde probablemente la señora Ortega Díaz no sería la Fiscal General de la República porque el fiscal se habría elegido conforme a la Constitución; en donde probablemente el Tribunal Supremo de Justicia tendría una composición más equilibrada, en donde el defensor del Pueblo no fuera un justificador de los atropellos en los que incurre el gobierno, y en donde la otra parte del país tuviera una esperanza de participar en el Estado. Pero UNASUR dejó pasar esa oportunidad y me parece que es lo más grave que tuvo la gestión de ellos el año pasado.
Ahora, está la Constitución, hagamos cumplirla en todos sus términos, en todos sus extremos. Ese podría ser un punto para el acuerdo.
Tenemos lecturas aparentemente distintas de la Constitución, para ello precisamente es que el motorcito externo podría ser de una extraordinaria utilidad.
Y en este escenario ¿qué significan para usted las próximas elecciones?
Ponen a prueba todo. Creo que el gobierno tiene total conciencia de que está en muy mala posición en las preferencias de la sociedad. Como ha hecho anteriormente uso abusivo de todos los recursos del Estado, ahora que dispone más recursos porque contrala más medios de comunicación, tiene más abiertamente a su servicio a la Fuerza Armada Nacional, va a ser un tour de forcé. Yo no veo como el gobierno podría ganar las elecciones. En ese sentido puede ocurrir lo que vivó Panamá, que trataron de hacer un fraude en el última elecciones de Noriega, pero la diferencia era tan abismal que tuvieron que anular las elecciones y ahí estuvo la invasión americana, pero el fin del gobierno estaba asegurado desde el momento en que fueron apabullados en las elecciones.
Desgraciadamente nadie puede afirmar que el gobierno tiene un ápice de talante democrático cuando se trata de reconocer con gallardía que perdió unas elecciones. No veo a Maduro reconociendo un triunfo de la oposición. Va a ser una situación conflictiva, sin embargo, las elecciones son una oportunidad legal, política y constitucional para darle un nuevo rumbo a este lamentable y aciago proceso que ha llevado a Venezuela al estado de postración en que nos encontramos.
La inmensa mayoría de los venezolanos y de la comunidad internacional ni cree que puede haber una invasión norteamericana a Venezuela ni que la oposición tenga pretensiones golpistas. Pero al revés, ¿no teme usted que ante la imposibilidad de a ganar las elecciones un sector importante y radicalizado del chavismo pueda dar un autogolpe?
Sí, eso está planteado. Incluso el Presidente de Uruguay ha señalado la posibilidad de un golpe de militares de izquierda y es perfectamente posible porque los militares que están comprometidos con el régimen tiene mucho temor de perder el poder porque saben que han incurrido en numerosos delitos y que podrían ser eventualmente perseguidos.
Eso puede ocurrir, pero sería el principio del fin. De las pocas que puede todavía, con dificultad, exhibir este régimen es su origen legítimo. Si a todas las cosas que hace se le agrega un origen ilegítimo realmente habría una catástrofe política y un final deplorable para este denominado proceso de la revolución bolivariana. Muy duro, muy difícil, con mucho costo político y humano…pero sería el final.
¿Es realmente la oposición una alternativa. Está en condiciones de presentarle al país una visión de futuro distinta?
A la oposición le ha faltado construir esperanza. Creo que la última campaña de Capriles estuvo orientada en esa dirección, pero el conjunto de la oposición transmite que lo único que la une es el antichavismo y con un anti no se construye nada.
Venezuela necesita desesperadamente una nueva esperanza, una nueva ilusión. Un nuevo propósito colectivo que la una.
Chávez la encarnó en cierto momento, como lo encarnó el ideal democrático en la generación política precedente.
Ahorita, el proyecto político de Maduro es mantenerse en el poder y de la oposición es sacarlo del poder. Eso es realmente muy poco para un pueblo. Hace falta más, hace falta un esfuerzo. La oposición está configurada por partidos de diversa gama y tesitura, pero la mayoría de entre ellos comparten el ideal de buscar el mayor equilibrio posible entre la libertad y la justicia. Si se tienen esas dos coordenadas es perfectamente posible irlas rellenando con cosas concretas, que puedan ofrecer una alternativa viable para la sociedad, para luchar contra la pobreza y lograr el crecimiento económico dentro del mayor equilibrio social. Eso no hay que inventarlo, muchos países lo han logrado. Cómo es posible que Uruguay, con un gobierno que no puede ser más de izquierda tenga más de una década un crecimiento interanual de más del 5% y unas tasas de disminución de la pobreza que son extraordinarias. Ya yo quisiera a Tabaré Vásquez o a Pepe Mujica por un ratico como presidente de Venezuela. Es que no es una cosa ideológica, es de buen gobierno, de responsabilidad, de honradez, de rectitud, de competencia en el ejercicio del poder público. Y todo eso debería poder tratar de construir la oposición, pero no lo ha transmitido y esa es una de sus grandes debilidades.
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