Venezuela en la calle por el cambio

Venezuela cambió el cuatro de abril. Ese día se realizó la primera de una serie de protestas nacionales que no tienen visos de concluir. Es la respuesta popular a la decisión del Tribunal Superior de Justicia de suspender las competencias a la Asamblea Nacional, el poder legislativo del país, con mayoría opositora.
El balance parcial de muertos varía entre 29 y 37, según versiones de la Fiscalía General de Venezuela o del Observatorio Venezolano de la Conflictividad Social, OVCS. Hay por lo menos 519 heridos, en su mayoría, 309, víctimas de funcionarios de seguridad del estado.

El profesor en derecho constitucional, Fortunato González Cruz

El presidente Nicolás Maduro optó por la actitud de siempre, arrancar hacia adelante en el verbo y en la acción. El mandatario no ahorra epítetos e insultos a diestra y siniestra. Los destinatarios son jefes de gobierno, autoridades de entidades internacionales, dirigentes opositores, todos son objeto de diatribas y amenazas.
En la acera opositora Gustavo Dudamel, el famoso director de orquesta venezolano se ha sumado a la marea alta de las críticas al gobierno con palabras inequívocas: “el ejercicio democrático implica escuchar la voz de la mayoría, como baluarte último de la verdad social. Ninguna ideología puede ir más allá del bien común”.
En el ámbito internacional ha perdido definitivamente la batalla, la Organización de Estados Americanos, OEA, es decir, la mayoría de los países de la región condenan el proceder de su gobierno y llaman a liberar a los presos políticos, terminar con la represión violenta a los manifestantes y a convocar elecciones de gobernadores, legisladores regionales, alcaldes y concejales pendientes desde hace meses. Similares actitudes asumen las naciones de la Unión Europea.
El gobierno da un paso más hacia el abismo al convocar a una Asamblea Nacional Constituyente hecha a la medida del régimen, que desconoce de forma plena la letra y el espíritu de constitución de 1999.

Los detalles de las transgresiones a la carta magna en esta entrevista con el profesor Fortunato González Cruz, presidente emérito de la Asociación Venezolana de Derecho Constitucional de Venezuela.

Señor González Cruz cuando le solicité la entrevista me contesto que tenía clases de derecho constitucional entre las 7.00 y las 9.00 de la mañana. ¡Menuda tarea en estos momentos, profesor!

Muy interesante, retador, porque la teoría constitucional es una maravilla. Es, de alguna manera, la explicación de la política con P mayúscula, que se expresa en el orden del estado de acuerdo con los intereses de la sociedad civil. Es decir, los pueblos organizan el estado -como lo decían los padres de la nación norteamericana- de acuerdo con sus aspiraciones, intereses de bienestar, prosperidad, de orden, de seguridad y otros.
Entonces el estudio de ese ordenamiento constitucional, en este momento en Venezuela, es un verdadero desafío.

Dicho lo cual el presidente Nicolás Maduro ha llamado a una Asamblea Nacional Constituyente del Poder Popular. Por qué se trata de una medida inconstitucional.
Porque el derecho a la elección, a ser postulado, elegido, es universal. Eso está en la cabeza de cada ciudadano y no en sectores de un país. Vale decir, cuando se convoca a una Asamblea Nacional Constituyente, hay que llamar al pueblo entero. Todos deberían tener los mismos derechos a ser elegidos.

Maduro lo que está convocando es a una Asamblea Nacional Constituyente que discrimina y califica a los venezolanos. Unos con derecho y otros sin ellos. Solo serían habilitadas las organizaciones del poder popular, que ha creado el estado de Chávez y Maduro -contrarios a la constitución- que se manifiestan en Venezuela en comunas, colectivos armados, paramilitares, milicias, al estilo de países que han vivido este tipo de realidades: los fachos italianos, la Unión Soviética, Cuba, ahora en Corea del Norte, pretende que en Venezuela se establezca una constitución como consecuencia de la idea de corporizar la sociedad.

Artículo 348 de la constitución de Venezuela: “La iniciativa de convocatoria a la asamblea nacional constituyente podrán tomarla el presidente o presidenta de la República en Consejo de Ministros; la Asamblea Nacional, mediante acuerdo de las dos terceras partes de sus integrantes; los concejos municipales en cabildo, mediante el voto de las dos terceras partes de los mismos; o el quince por ciento de los electores inscritos y electoras inscritas en el Registro Civil y Electoral”.

Si entiendo correctamente, estas instancias: el ejecutivo, la asamblea Nacional, los concejos municipales o el 15% de los electores pueden plantear la iniciativa, pero no convocar a la Asamblea Nacional, eso, tal y como lo asegura el artículo 347 solo lo puede hacer el pueblo de Venezuela en su conjunto, sin exclusiones.

Exactamente. Habría que distinguir entre la proposición y la convocatoria. Esta última tendría que ser por referendo y todos los electores tendrían que votar sí o no.
Pero aquí hay otra cosa, cuando el propone, dice, la estoy convocando. De tal manera que ahí ya hay usurpación de la soberanía popular.
Por otra parte, él dice que es una constituyente por sectores, lo que viola el artículo 67 que dice que los ciudadanos, por iniciativa propia y las asociaciones con fines políticos, son los que tienen derecho a concurrir a los procesos electorales postulando candidatos.
Por ejemplo, allá en Holanda, me imagino que las cooperativas de sembradores de tulipanes o de usuarios de bicicletas, que no son organizaciones con fines políticos, no podrían postular candidatos, salvo que se organicen políticamente, pero no lo son los sectores económicos, sociales, deportivos o religiosos.
El presidente rompe el principio de la unidad soberana de los venezolanos cuando propone una constituyente sectorizando a los venezolanos.
Aquí se ha hablado de fascismo, en el siglo XXI, ¡Dios mío!

Una abuela en las protestas del sábado seis de mayo. Foto tomada del diario El Nacional, de Caracas.
Una abuela en las protestas del sábado seis de mayo. Foto tomada del diario El Nacional, de Caracas.

El gobierno controla cuatro de los cinco poderes del estado. La oposición uno. El poder de las armas la tiene el gobierno. Para decirlo sin subterfugios, el poder puede imponer, si se lo propone esta vía de legitimación para los suyos, no para Venezuela, y seguir pregonando que la oposición no quiere dialogar, porque tiene el control casi total de los medios de comunicación.

Eso es cierto en teoría y en la práctica nos ha hecho sufrir mucho. Quien habla estuvo sometido a juicio, por sedición, traición a la patria, por un artículo publicado en la prensa en donde expresaba mis ideas. Me imputaron 26 años.
Los venezolanos estamos dispuestos a seguir en las calles, a seguir luchando por nuestra libertad, porque nosotros no nos acostumbramos a ser serviles. Interiorizamos el valor de la libertad.
Por mucho que le presidente Maduro tenga las armas, no tiene al pueblo, porque el pueblo ya no sigue las consignas de Hugo Chávez, que era un populista con mucho carisma. Este señor carece de carisma y de mensaje.
Lo que él quiere es el poder por el poder, porque aquí ya no hay revolución socialista.
Los venezolanos estamos dispuestos a resistir. Estamos en la última etapa de una resistencia que tiene años y no hay poder armado que pueda con el pueblo. Mucho más si contamos con personas como los holandeses, que han vivido en un socialismo moderno, un estado respetuoso de las libertades, que debe comprender el drama que estamos viviendo.
Ayer di conferencias de derecho constitucional en barricadas.

Resumo el discurso recurrente del gobierno sobre la crisis: la crisis es culpa del imperialismo y sus acólitos locales, la aristocracia. Son golpes blandos que buscan parar las conquistas sociales. El desabastecimiento, la incitación social son parte de esta estrategia orquestada desde el exterior y asumida por la derecha del interior.

Ese es el discurso del gobierno. En América Latina hemos tenido cierta tradición -sobre todo entre la izquierda marxista- de echarle la culpa a otro. Al empresario, al imperio, a todos menos a nosotros mismos.

Venezuela había progresado en su democracia, pero luego nos intoxicamos con el petróleo, pero si algo aprendimos es a amar nuestra libertad y nuestro país.

Ese discurso ya no nos sirve, porque conspira en contra de nuestro desarrollo endógeno y autónomo, y nuestra relación con el resto del mundo.

Hemos hecho enormes esfuerzos. Yo estoy aquí dando clases sin transporte público, y los alumnos llegaron, con barricadas en la ciudad de Mérida.

Además, hay una nueva oligarquía -eso no lo dice el presidente- en 18 años se ha creado una oligarquía petrolera, que posee fortunas escandalosas, que es la oligarquía que ha saqueado a Venezuela.

Lo que el gobierno esboza es un discurso del siglo XIX.

El grupo que está gobernando no tiene ideología. Lo que ellos buscan es mantenerse en el poder. Porque están, de alguna manera, drogados por el poder.

Si en Chávez había alguna ilusión de socialismo, ahora no hay ilusión de nada.

Dos críticas recurrentes a la oposición, aparte de las ya señaladas. Una. Persiste la división y los intereses personales y colectivos. Usted mismo hacía referencia al tema a comienzos de abril. ¿Ha cambiado esa situación?

Ha mejorado bastante. Pero hay que comprender también que la oposición está integrada por diferentes partidos políticos, con posiciones distintas y hubo una unión estratégica electoral que hoy ha cambiado de naturaleza, sobre todo después del fracaso del diálogo.

Yo confió que debido a la extrema situación que vivimos nos va unir mucho más, como lo dijo la Mesa de la Unidad, en una reciente carta al Papa Francisco.

Segunda crítica a la oposición y créame que es la que parece la más significativa, a la que habría que prestarle la debida atención. La oposición tiene un solo punto en la agenda, que se vaya el gobierno, pero le falta una propuesta de país, líneas generales que nos digan cómo se encarará el tema de la economía, que planes habrá para el retorno de los venezolanos que se fueron, y especialmente, qué pasará con los pobres, con los olvidados de siempre, con los dejados de lado.

Creo ahí hay un doble discurso porque siempre he sostenido que el proyecto de Venezuela está en la constitución de 1999, que es la que tenemos. Es una carta que tiene principios bastante buenos. Si bien tiene errores en el diseño del estado, que lo hace excesivamente presidencialista, en todo caso es una constitución con un fuerte contenido social.

Creo que ese modelo de país, no de estado, nos une a todos.

En general, en el diseño de la economía se trata de mantener políticas dirigidas a apuntalar, a apalancar, sobre todo a los sectores más pobres de la sociedad.

El artículo tercero dice que la prosperidad del país se basa en la buena educación, y en el trabajo productivo.

Entonces hay cierto maniqueísmo en eso de que no tenemos un proyecto de país. Sí lo tenemos y está en la constitución.

 

José Zepeda

Periodista, productor radiofónico, capacitador profesional.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Resuelva la operación: *