Los linchamientos son una regresión histórica
La oposición política es del parecer que el gobierno está ausente del problema o simplemente no tiene respuestas adecuadas para el tema de la inseguridad. La gente cree que se trata de la impunidad ante la delincuencia y de una justicia lenta e incapaz. La Iglesia reclama que es preciso detener justicia por mano propia y el gobierno, entre sus muchos argumentos, se decanta por la falta histórica de inclusión social.
Los linchamientos, más de una docena en tres semanas aunque se cree que pueden ser más, tuvieron lugar en Buenos Aires y la ciudad de Rosario.
De acuerdo con el último Informe Regional de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, en Argentina tienen lugar 973 asaltos por cada 100.000 habitantes.
José Zepeda entrevista al psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legalista argentino, Enrique de Rosa.
JZ. Doctor: David Moreira, 18 años, Rosario, intentaba robar un bolso a una mujer. Fue prácticamente ultimado a golpes. Y luego, por lo menos 12 supuestos ladrones han sido golpeados y/o linchados. ¿Qué pasa?
EdR. En principio hay que tratar de entender que esto es un fenómeno que -para la sociedad holandesa puede ser algo más complicado, dado la diferencia entre las estructuras sociales- cómo funciona, yo dría Latinoamérica y en particular la sociedad argentina urbana, en la cual hay una gran cantidad de conflictos individuales pero también sociales que terminan formando un tejido de base en el cual hay emergente violentos todos los días y de todas las formas. Una de las formas ha sido en estos días el fenómeno de los linchamientos que aparecen mediáticamente, pero que en realidad tienen una presentación y una permanencia en cierta franja social, que desde hace muchos años vive en cierta marginalidad o cierta ausencia de Estado, de protección policial o de protección de la justicia, en la cual se instala la mal llamada ‘justicia por mano propia’ y en realidad es la vuelta a modelos jurídicos, penales, policiales, casi prehistóricos, del ojo por ojo. Cuando uno estudia la criminología y hablamos, por ejemplo, del Código de Hammurabi o las leyes Salónicas y demás, se habla constantemente que el individuo, ante una situación extrema, tiene que devolver de la misma manera que él imagina esta afrenta.
Aunque parezca insólito cuando las sociedades experimentan regresiones vuelven a ese período histórico, prehistórico en alguna medida, es decir de hace varios siglos, en el cual el sujeto tenía que defenderse de una manera totalmente desorganizada, primaria, ante la –no la imaginación solamente de falta de un rector- sino la creencia real que el sujeto está totalmente desposeído frente a otros eventos. Entonces, cuando una sociedad sufre una ola de delitos en los cuales, de alguna manera bastante perversamente, se le dice claramente que no va a tener protección; por ejemplo una persona va a hacer una denuncia a una comisaría y le dicen: no vale la pena o el delincuente que no solamente violó a su hija la semana pasada, lo ve pasar por la puerta de su casa pocos días después. Esto es constantemente frecuente en la sociedad argentina actual y eso genera una matriz de violencia muy particular y muy peligrosa, que es como se está viviendo hoy en el país.
JZ. Me quiero hacer eco de las palabras del Papa Francisco que decía, qué cosa fallo.
EdR. Creo que lo que falló es el ideal. Argentina vivió un sueño del cual no logra despertarse o mejor dicho se está despertando bajo forma de pesadilla. Nuestro país, creyó, insistió que era una especie de pequeña Europa. Más aún, Buenos Aires, para la gente que lo visitaba, era París de América Latina. Esa fantasía lo que significaba era que el París de esa época representaba la cúspide de la cultura y en algún punto esto era absolutamente real. Y Argentina vivió durante décadas en esta creencia que, incluso, tuvo que ver con tratar con cierto desdén a otra gente latinoamericana. Aquello es muy particular porque toda la región tuvo corriente inmigratoria, sin embargo el argentino despreciaba a otros latinoamericanos como casi inferiores. Como si nosotros fuésemos los blancos cultos y los otros fuesen los indígenas.
¿Qué pasa desde hace algunos años? Muy preocupantemente la gente ve que ese país, ese sueño no es el que tenía y entonces responde realmente mal. No logra que las estrategias nuevas, como por ejemplo, las que tuvo Europa después de la Segunda Guerra Mundial en las que se replanteo destino, objetivos y demás. De tal forma que sigue en algún sentido deslizándose en paradigmas de quienes, a falta de identidad personal y social, que hacen que no pueda encontrar su lugar ni en lo individual ni en lo social ni en lo colectivo. En definitiva hoy la Argentina tiene problemas económicos a nivel mundial, pero en lugar de pedir colaboración mundial el gobierno se pela con organismos internacionales. Eso tiene que ver con la matriz de la violencia.
Esa violencia que la gente expresa en un linchamiento es la misma violencia que ve en sus hombres políticos. No de este gobierno, de todos, hacia dentro y hacia fuera. El muy habitual que el presidente ocasional o la presidenta en este momento vaya a pelearse a algún lugar, s donde acude a pedir dinero y en lugar de eso, se pelea. Es como si hubiera instalado en lugar del estado de bienestar que desapareció el estado de malestar permanente que no logra salir de sí mismo.
JZ. En consecuencia, dice usted, la palabra hoy en la Argentina provoca y exacerba los ánimos para que sucedan cosas de esta naturaleza.
EdR. Constantemente. Hasta diría que es un problema más que económico, más que social, es un problema de sentido. De no entender cuál es lugar que el sujeto tiene en el mundo y por ende, no decidir, si, por ejemplo, el país va a apostar por la cultura de un pueblo. Por ende, imaginar que es una buena idea mantener a un pueblo con un bajo nivel educativo y que quizá eso le sirva a los hombres políticos.
En definitiva, cualquier evento surge como disparador de conductas sociales agresivas que se manifiestan todos los días. Yo intervengo bastante en los medios y una de las formas sorprendentes que se hace habitualmente es llamar a expertos y esos expertos, que en realidad no lo son, empiezan a exacerbar los ánimos de la gente.
Hay una falta de racionalidad hasta en quienes tienes que emitir mensajes. Me explico. Hace unos días había un tema que era el tema del suicidio de un personaje mediático. Aparecían médicos que para encontrar su espacio de fama momentáneo en un medio explicaban minuciosamente cómo había que cometer un suicidio. Cuando hay normas internacionales que, no solamente dicen que hay que hablar con muchísimo cuidado sino que son muy específicas. Por ejemplo, las normas de las OMS de no mencionar metodologías, no hablar de suicidas famosos, en fin, son bastantes las normas. Eso es lo que yo decía como emergentes de una sociedad violenta. Uno sociedad que se relaciona a través de la violencia con si mismo, con los demás, hasta con otros países.
JZ. Me parece que los medios también tienen una responsabilidad en esta búsqueda del raiting. En esta búsqueda de cazar oyentes o televidentes y provocan la exacerbación del discurso, porque eso vende, porque eso atrae.
EdR. Es absolutamente cierto lo que usted dice. Yo estudie un tiempo en Holanda, en Maastricht, hace bastantes años y por eso no puedo saber si en mi tan amado país, que es Holanda, suceden estas cosas. Pero imagino que allá los medios son mucho más cuidadosos. Acá se mide con lo que se llama el minuto a minuto, que significa, literalmente, que uno puede estar hablando de algo, pero si en ese momento yo me empiezo a pelear con usted, imaginemos, en un plateau televisivo, eso generaría mucha más atracción morbosa y mantendría nuestra discusión al aire durante mucho tiempo. Esa es la matriz de violencia que yo hablaba.
En un medio que se regula éticamente, el presentador no entraría en mis agresiones, rápidamente sería cortado y se pasaría a otra cosa. Acá es a la inversa, en muchos casos estas intervenciones mediáticas que tengo las hago en pro de la racionalidad, pero en general terminan siendo bastante aburridas porque no van por el lado que la gente quiere. Entonces uno tiene que hacer un mix interesante, ser carismático, contar alguna anécdota divertida y en medio tratar de pasar un mensaje. De otro modo pierde espacio al aire y esa ‘presión de los medios hace que algún profesional, por permanecer desesperadamente en las cámaras, dice cosas que no debiera decir. El golpe explica cómo hacer el nudo para ahorcarse.
JZ. Estos linchamientos ¿son demostración de un retroceso de la democracia en su país?
EdR. El fenómeno quizás es más grave, pero si uno lo hace un corte de tiempo, la democracia argentina que comienza en el año 1982 -no merced a un logro colectivo sino producto de la derrota militar del gobierno en la guerra de las Malvinas, a consecuencia de lo cual queda grandemente debilitado- no logró nunca estructurarse como real democracia, en el sentido amplio de la palabra. Se estructura como un sistema de votación, en el cual hasta el día de hoy los políticos dicen: bueno, ante cualquier queja, lo único que tienen que hacer es esperar las próximas elecciones. Es la negación del sistema democrático. Entonces, la gente con esta sensación de no participación termina participando violentamente. De hecho, al día de hoy hay paros nacionales, cuya forma es cortar las vías de acceso a la capital, ciudad que tiene un tránsito de 14 millones de personas diariamente, es inmensa, creando así gravísimos inconvenientes. Hay luchas entre los equivalentes de las gendarmerías, de algunos países europeos y grupos armados que se oponen, en las afueras de la ciudad.
Es una democracia pero que vive todavía tiempos, por momentos, de casi guerra civil. Trata de imaginar que sigue siendo una democracia y no se está replanteando eso.
La democracia no ha logrado asentarse, no ha logrado salir de ese fenómeno violento que significaba el proceso militar. Lo hace en lo formal, como ocuparse del pasado, por ejemplo del padre de la reina Máxima, de Holanda, pero no se focaliza en los temas actuales: que nos pasa con nuestra propia violencia, con nuestra ausencia de democracia, en el sentido amplio. Un hombre político habitualmente va a negarle la palabra a otro hombre político simplemente diciendo, pero él no fue votado o fue votado menos.