La salida al mar pasa por un trabajo de convencimiento político
Luis Maira, fue ministro de Planificación de Chile. Es uno de los intelectuales más destacados del país. Su afán es buscar con realismo una solución al caso boliviano que deje satisfecha a ambas partes y en la que el tiempo de su concreción está alejada por igual de la inmediatez como de un largo e incierto futuro.

Maira sabe que este es un conflicto largo, arranca casi desde que los Estados de Bolivia y Chile en la segunda y tercera década del siglo XIX que se hace complejo y duro después del tratado que pone fin a la Guerra del Pacífico, en 1904, en el que Bolivia le cede a Chile 120 mil kilómetros de su espacio marítimo quedando como un país mediterráneo. A partir de entonces el tema ha estado siempre en la agenda boliviana, cinco años después ya empezaron los requerimientos bolivianos por una salida al mar y es un asunto que se ha prolongado por más de un siglo.
J.Z. Hay varios historiadores chilenos que aseguran que Chile se vio obligado a ir la guerra por la irresponsabilidad del general boliviano Hilarión Daza, por el incumplimiento de un convenio que había firmado Chile con Bolivia, etc. No obstante otros historiadores afirman lo contrario. Chile necesitaba en un momento de aguda crisis económica buscar riquezas más allá de su frontera norte.
L.M. Creo que las dos explicaciones son complementarias porque la conducta de Hilarión Daza, uno de los muchos gobernantes de facto de un país como Bolivia, que le costó mucho organizar su Estado y convertirse en una sociedad democrática, revisó disposiciones que estaban acordadas entre los países. Pero el tema de fondo era el dinamismo que tenía Chile, que rápidamente se constituyó en un país dinámico con un Estado en forma para buscar una proyección económica hacia el norte, en un terreno donde la frontera era extremadamente imprecisa.
Chile cuando nace tiene una frontera indiscutida que está 600 kilómetros al sur de la que finalmente consigue y Bolivia nunca logra, cuando tiene la soberanía al Pacífico, organizarse en forma efectiva en esa zona. Tiene el puerto de Cobija y la presencia del gobierno que está en La Paz, es muy lejana y prácticamente cuando la guerra estalla, en febrero de 1879, Chile desembarca tropas en Antofagasta, que era territorio boliviano, el 92 % de la población era chilena. Hay un proceso migratorio expansivo hacia el norte que va anulando, antes de la guerra, la soberanía boliviana y que finalmente da lugar al conflicto.
J.Z. Pero, de una u otra manera, había una pretensión expansionista chilena.
L.M. Había una expansión de Chile hacia el norte especialmente porque ahí estaba los depósitos de salitre, que tenían enorme valor estratégico en el período anterior a la Primera Guerra Mundial.
J.Z. Cuando termina la Guerra del Pacífico en Chile hubo dos posiciones. La que encabezaba Domingo Santa María, quien pedía, literalmente: “no podemos ni debemos matar a Bolivia, debemos proporcionarle un puerto suyo”. Y la posición antagónica de Abraham Koning: “Chile no debe nada, no está obligado a nada, ni mucho menos a una cesión de una zona y terreno de un puerto”. Por qué es esta la posición que se impone en Chile, la última.
L.M. Creo que el Presidente Santa María tuvo una mirada estratégica, una visión de estadista. El gobierna el país inmediatamente después del término de la guerra y quiere reconstruir los vínculos con los vecinos. Pero la que prevalece es la doctrina que en el mundo en ese momento tenía más espacio que es la doctrina Bismarck, de que la victoria militar da derechos para anexiones y ganancias territoriales y ese es finalmente el punto de vista que prevalece en 1904.
J.Z. Chile asegura que en numerosas ocasiones ha hecho propuestas a Bolivia. Sin embargo, me refiero a quienes no viven ni en Chile ni en Bolivia, el resto del mundo, considera que Chile siempre ha sido evasivo y que nunca ha querido hablar seriamente sobre el tema.
L.M. En general Chile no ha querido mirar a ningún desenlace o negociación que conduzca a revisar el Tratado de 1904, pero ha habido dos momentos en los cuales esa posición cambió: la primera en 1950-51, al final del gobierno del Presidente Gabriel González Videla en que se está muy cerca de un arreglo que establece el llamado “corredor boliviano”, o sea, que entre el sur del Perú, en la línea de la concordia y el norte de Chile, se establezca un corredor de 15 kilómetros de extensión, donde Bolivia prolongue su territorio y soberanía al Pacífico. Luego, en los años de la dictadura militar, paradojalmente se da el abrazo de Charaña, el año 1976 y Pinochet explícitamente le dice al general Hugo Banzer, que encabezaba la dictadura militar boliviana, que está dispuesto a buscar una salida soberana de Bolivia al Pacífico.
Dos momentos culminantes de esta larga y oscilante negociación en que normalmente Chile ha estado o con las relaciones diplomáticas rotas y sin conversaciones o abriendo negociaciones que no han conducido a una solución a la expectativa boliviana.
J.Z. 1950 y abrazo de Charaña, tres décadas después. Por qué fracasan esas negociaciones.
L.M. Fracasan por razones distintas. La del 50/51 curiosamente por una filtración, que leyendo las memorias de González Videla uno conoce que él va a Washington y entrega la información, que era reservada en ese momento, de los avances de la negociación. Unas semanas después el Presidente Truman va al Council Foreing Relations y ahí, responde a preguntas de periodistas que le enrostran perder demasiado tiempo en conversaciones, en plena Guerra Fría, con gobernantes de países secundarios. Para contestar esa pregunta, revela lo que había sido el tenor de la conversación con González Videla y eso produce un enorme impacto apenas el cable trae la información a La Paz y a Santiago. La negociación se interrumpe, los Cancilleres son sacados de sus cargos y todo se desbarata.
En cambio la negociación entre Banzer y Pinochet es simplemente por un contexto geopolítico, del acercamiento del centenario del inicio de la guerra y también porque por el tratado del fin de la guerra entre Chile y Perú, de 1929, Perú debe dar autorización a la cesión a un tercer país, que en este caso solo puede ser Bolivia, de cualquier territorio que le haya pertenecido anteriormente y como la salida del corredor boliviano pasa por territorio que era peruano, Perú expresa en ese momento su no disposición a esa solución.
J.Z. La segunda aclaración tiene que ver con lo último que usted acaba de decir. Dentro de pocas semanas vamos a conocer la resolución de la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre el diferendo peruano-chileno. Puede afectar de alguna manera el resultado de ese veredicto al caso boliviano.
L.M. Podrá afectarlo porque lo que está en discusión son dos tesis sobre delimitación marítima. Chile sostiene que la delimitación debe hacerse en forma horizontal respecto de la Línea de la Concordia, que es la frontera chileno peruana. Perú plantea una bisectriz, que proyectada en el mapa introduciría una soberanía marítima peruana en parte de lo que es hoy día posesión marítima chilena. Eso podría afectar la situación entre Chile y Bolivia.
Pero en el fondo lo que está claramente planteado desde el fin de la guerra y de los dos tratados, 1904 y 1929, es que por esta cláusula que da a Perú una participación en lo que sería una solución para el problema marítimo boliviano, el asunto debe ser tratado entre los tres países. Cada vez más los expertos entienden que este no es un tema de bilateralidad solamente sino que debe incluir proyectos de integración, económicos, de tipo político, que afecten positivamente el desarrollo de esa extensa región en la que quedarían situados los tres países.
J.Z. Tengo la impresión que hoy Chile no está dispuesto, por ningún motivo, a considerar una zona soberana para Bolivia en la frontera norte del país. Y sin esa voluntad política de Chile pareciera que nada es posible en este tema. A mí me gustaría mucho equivocarme.
L.M. Yo comparto la impresión suya. El gran problema de la solución a la demanda marítima boliviana es precisamente el parecer de una mayoría de los ciudadanos chilenos. Porque ningún país puede ceder una pulgada de su territorio sin la aprobación, el visto bueno de su propia población. Siempre se ha planteado, en los dos casos en que estuvo cerca de haber esta solución que tendría que haber un pronunciamiento, vía referendo, de la población chilena para validar una solución de su gobierno y eso es lo que más complica las cosas porque en las encuestas entre un setenta y un 75% de voto duro en contra de la cesión está establemente planteada en los últimos 50 años.
El proceso de dar una salida a Bolivia al mar para quienes participan de esa posición, yo soy uno de ellos, pasa siempre por hacer un trabajo de pedagogía, de convencimiento político a la mayoría de los chilenos.
Para eso hay mucho argumento. Hay la posibilidad que le interese a los empresarios chilenos que podrían adquirir gas y agua en Bolivia, que le interese a las fuerzas armadas que ya tuvieron una posición afirmativa en este tema en los años de Pinochet, que le interese a la iglesia católica, que tuvo una experiencia de mediación muy positiva en la crisis de 1978, más otros actores sociales, hasta construir esa mayoría. El Presidente Lula, un día al hablar del asunto chileno boliviano, dijo una cosa muy cierta: Bolivia va a conseguir una salida marítima si sabe actuar con paciencia creativa.
La verdad es que hay un tiempo insalvable hasta el momento en el cual un grueso de los ciudadanos chilenos se convenza de esta tesis y eso viabilice una solución en los términos que Bolivia lo pide, una salida útil y soberana al pacífico.
J.Z. Una cosa es el nacionalismo, llamémoslo, benéfico y otra cosa es el patrioterismo, llamémoslo, fundamentalista. No tiene Ud. la impresión que este último el que se ha instalado firmemente en ambos países…
L.M. Creo que es un tema de altibajos. Cuando se buscan caminos de diálogo, en los que ha habido varios momentos y hay una relación constructiva, amistosa, entre La Paz y Santiago, tiende a desaparecer este espacio de nacionalismo agresivo. En cambio cuando los jefes de gobierno o las cancillerías de los países van estableciendo un lenguaje duro y se producen descalificaciones mutuas, el espacio de los nacionalistas radicales crece considerablemente. Yo diría que estamos viviendo un momento en los últimos dos, tres años, desde el fracaso de la propuesta que hiciera el Presidente Sebastián Piñera, a los inicios de su gobierno, en el que vamos escalando en esa dirección, desgraciadamente.
J.Z. Bolivia ha reclamado en todas partes una salida soberana al mar. En Chile y en cada uno de los foros internacionales. Ahora acaba de hacerlo en la Corte Internacional de Justicia de La Haya. ¿Cree usted que esta demanda puede contribuir de alguna manera a una solución?
L.M. Considero que la demanda es más política que jurídica, porque la Corte Internacional por sus propias reglas no puede ver asuntos anteriores a 1948 y por lo tanto no se podría acoger ninguna demanda que una modificación o tuviera referencia directa con el tratado de 1904.
Entonces Bolivia lo que ha construido es una hipótesis jurídica de los llamados derechos expectaticios. La idea de que Chile, a lo largo de muchas negociaciones ha ofrecido o insinuando en algún sentido la solución de este problema, con lo cual está reconociendo que hay un contencioso entre los dos. A partir de ahí lo que se le pide a la Corte es que declare este hecho como afirmativo y determine la realización de negociaciones prontas y efectivas para Chile resuelva con Bolivia este problema.
El fallo que se podría esperar en un plazo no menor de cuatro años, no podría resolver sobre el tema marítimo boliviano porque eso no está pedido ni siquiera por el gobierno de La Paz.
Un tema clave del avance de las relaciones que están hoy día en un momento muy tenso, de aquí hasta esa resolución, es ver cómo marchan las cosas. El tema directo de la salida marítima no se podría negociar porque Bolivia incluso, que tenía planteado en la OEA desde 1979 una solicitud en esta dirección ha tenido que congelar temporalmente esa demanda porque está radicado el asunto en un espacio jurídico específico que es la Corte Internacional de Justicia.
Pero lo que hay que ver es si Chile busca acercarse. Había una agenda de 13 puntos, no solo el asunto marítimo, hay otras cosas que resolver entre Chile y Bolivia. Mi impresión es que Chile debería favorecer, más bien el próximo gobierno chileno, porque tenemos elecciones en noviembre y en marzo del 2014 cambia el gobierno, debiera favorecer una normalización y aplicar al gobierno de Evo Morales el mismo tratamiento de normalidad en los vínculos que se ha tratado al Perú en estos años.
J.Z. Dos supuestos enfáticos. No hay pendientes en el terreno jurídico por la existencia del Tratado de 1904. Segundo supuesto enfático: si hay temas pendientes desde la perspectiva político diplomática. Se lo pregunto porque el gobierno actual de Chile asegura que no hay nada pendiente con Bolivia.
L.M. Yo estoy de acuerdo con los dos supuestos suyos. El Tratado de 1904 resolvió en términos bastante tajantes, tiene validez, fue aceptado y suscrito en términos normales por dos países. De manera que no hay un problema de disputa territorial entre Chile y Bolivia. Pero hay un problema político diplomático que comenzó en 1910 y que ha tenido numerosos hitos y ha habido momentos en que Chile se ha hecho cargo de ese conflicto y ha planteado soluciones que podrían considerarse razonables, concordantes con la postura boliviana.
Yo creo que decir que no hay nada entre los dos países constituye una demasía desde el punto de vista de la realidad histórica y desde la situación bilateral entre Chile y Bolivia.
J.Z. Ud. lo ha dicho, el Tratado de 1904 está vigente, pero podríamos asegurar que se trata de un tratado firmado por un país extenuado como consecuencia, no de uno sino de varios conflictos internacionales, y presionado severamente por las autoridades chilenas.
L.M. Ahí hay que hacer una recapitulación que es más larga que lo relativo al caso con Chile. Bolivia era un país que cuando nació, en 1825, era uno de los más grandes de América del Sur, tenía una superficie territorial de dos millones 300 mil kilómetros cuadrados. Hoy día tiene poco más de un millón. Ha perdido bastante más de la mitad de su territorio. El único país que podría tener una perspectiva comparable sería México, a raíz de la guerra de 1847 y el Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848 en que le cedió a Estados Unidos la mitad de su territorio, como dos millones de kilómetros cuadros. Bolivia ha cedido una cantidad muy sustancial frente a todos sus vecinos: Brasil, Paraguay, Chile, Perú y Argentina. Entonces es un país que ha visto mermado su territorio y eso tiene mucho que ver con la débil organización política que Bolivia pudo darse. Muchos gobiernos de facto e inestabilidad, esencial para defender la soberanía y la frontera.
El tema del Tratado de 1904 se da en ese contexto que podríamos llamar estructural de la realidad boliviana hasta hace muy pocos años. Gobiernos precarios, inestables, militares. Pero, en ese momento Bolivia que tenía un gobierno institucional, del Presidente Montes, definió entre dos hipótesis. Bolivia nunca pudo atender debidamente sus espacios soberanos en el Pacífico y eso explica la guerra y la pérdida de esos espacios.
Entonces algunos bolivianos sostuvieron la idea de que era mejor tener ventajas económicas y dejar de administrar un territorio que, hasta ese momento, no habían controlado eficazmente y dar la cesión a Chile a cambio de otras ventajas económicas. Mientras otro grupo, más soberanista, defendió y perdió la tesis de la mantención de la soberanía marítima.
De lo que no cabe duda es que muy poco tiempo después de firmado el tratado, a partir de 1910, Bolivia se unifica íntegramente en torno a la pérdida de este espacio marítimo, declara que muchas veces ha perdido territorio, pero que al perder estos 120 mil kilómetros cuadrados que le daban presencia en el Pacífico, perdió una cualidad, la marítima.
Y eso es lo que fundamenta la mayoría de los reclamos y demandas bolivianas.Hay que entender es el carácter mutilante que Bolivia ve en el Tratado de 1904 y de ahí la persistencia en la búsqueda de una salida para recuperar una soberanía marítima.
J.Z. Es posible realmente encontrar una solución satisfactoria para ambas partes. Ud. decía necesitamos en primer lugar un trabajo pedagógico en ambos países para contar con la voluntad de buscar una solución.
L.M. Sobre todo al interior de Chile, porque ahí está la mayor dificultad.
J.Z. Pero, en ese caso un pesimista podría decirle, entonces tenemos que esperar 100 años más.
L.M. Espero que no sean 100 años, pero es cierto que un gobierno chileno, el actual o el próximo, no está en condiciones inmediatas de dar una salida a Bolivia, del tipo jurídico y político que pase por la creación de un espacio territorial con soberanía en el Pacífico. Eso hay que construirlo, en términos positivos entre los dos gobiernos y, ojalá, entre las dos sociedades, para llegar a esa solución. No es un asunto de siglos pero podría ser un asunto de años, en que trabajando bien, se pudiera llegar a este arreglo.
Se trata de construir una avenida, un camino en la dirección de la solución a este problema.
El tema boliviano tiene dos grandes cauces de solución. Uno más global que es la integración económica y política de América del Sur, donde habrá un contexto favorable y el segundo, lo propiamente bilateral. Ambos asuntos están muy ligados. Y la solución final va a pasar por ambos canales.
Esa es la línea en la cual uno debería trabajar constructivamente para buscar una solución a este viejo problema chileno boliviano, pero también sudamericano en cuanto a los espacios de integración.
En mi blogo «Tanscripciones» (www.transcripcionesreveladoras.blogspot.com) agregué el 21 de Julio mi transcripción de la narración del documental de la DIREMAR titulado «El Mar de Bolivia».
Muy bueno e ilustrativo
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