Derivas democráticas en América Latina

Tres derivas democráticas de América Latina. Tres alarmas sobre las lealtades incondicionales, derivadas de militancias irracionales. Ideales de libertad cambiados por el poder. Los acólitos del descalabro se empecinan en sus réditos políticos y las víctimas padecen todas las represiones. Nos acompaña Santiago Cantón, argentino, Director del Programa de Derechos Humanos de RFK Human Rights. Fue Secretario Ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y primer Relator Especial para la Libertad de Expresión de las Américas

Santiago Cantón

Abordaremos en esta conversación tres países y una reflexión general. Comencemos por lo más reciente, las elecciones de hace pocas horas en Nicaragua, en las que el señor Daniel Ortega ha obtenido prácticamente el 75 por ciento de los votos. ¿Qué reflexión le motiva lo que pasó en Nicaragua?

A mí me tocó estar en las elecciones del 25 de febrero de 1990, en las que Daniel Ortega perdió frente a Violeta Chamorro por un 54 por ciento de los votos. Lo menciono porque el comentario en aquel entonces era que Fidel Castro le había recomendado a Daniel que no llamara a elecciones. Y el nicaragüense, convencido de que iba a ganar fácilmente, las convocó igual, con un espíritu democrático para demostrar que él podía ganar elecciones libres y llegar al poder a través de ellas. La noche del conteo costaba encontrarlo. Los líderes de las Naciones Unidas, de la OEA y el presidente Carter intentaban ubicarlo. Finalmente lo lograron y Carter, para convencerlo que reconociera el triunfo de Violeta le dice que él era una persona muy joven y que, por lo tanto, iba a tener más oportunidades de volver a través de las elecciones a la presidencia en Nicaragua. Y bueno, yo creo que

Ortega, siguió el consejo al pie de la letra…

Aprendió la lección que le había dado Fidel y decidió volver, para no irse nunca más.

Las elecciones del siete de noviembre no tienen ningún sentido. Cuando hay elecciones se puede discutir si hubo algún tipo de fraude en algunas mesas; si la campaña estuvo más o menos pareja. En fin, se puede deliberar sobre un montón de cosas, pero cuando se ponen presos a todos los posibles candidatos, no podemos decir que hubo elecciones. Fue un show para conseguir que un grupo de países, por ahora muy pocos por suerte, pero, lamentablemente, van a aumentar, y otros países van a mirar al costado y eso es igual de grave o peor. Es una cobardía mayor.

Lo de Nicaragua es muy grave porque Daniel se va a morir en el poder. No tiene otra intención. La comunidad internacional va a presionar, la OEA hará lo suyo. Ahora empieza una Asamblea General de la OEA. Se utilizará la Carta Democrática, pero Daniel ya lo ha dicho, no le importa nada eso y se va a quedar. Lamentablemente el resultado, más allá de que es antidemocrático, llevará a más violencia y pobreza a los nicaragüenses.

Permítame agarrarme de sus últimas palabras. Efectivamente, nada parece señalar que Daniel Ortega esté dispuesto a un diálogo para dejar el poder o realizar elecciones libres. Si eso es así, lo único que se le antepone a un poder es otro poder. ¿No considera usted que ha llegado el momento que el Gobierno de los Estados Unidos considere el tema de las exportaciones nicaragüenses que superan el 60 por ciento a los Estados Unidos y las importaciones al más del 28 por ciento?

Tiene que haber sanciones, la OEA tiene que sancionarlo y de manera bilateral todos los países. La Unión Europea tiene que buscar sanciones.

Como bien sabe, cuando trabajamos en derechos humanos, el tema de las sanciones es complicado porque los más afectados son siempre los que más necesitan ayuda. Lo que pasa siempre es que los que viven en la pobreza se verán afectados por todo ese tipo de sanciones, mientras que los que viven con privilegios, siempre logran evadir las sanciones o viajan o se van del país o consiguen los productos en lugares especiales.

Entonces con las sanciones hay que tener cuidado, hay que buscarlas y encontrarlas. Hay que individualizar, tienen que estar bien dirigidas a personas y en algunos casos ampliarlas a temas más generales, pero siempre pensando que más allá de la presión que se ejerza sobre el régimen, hay quienes que van a sufrir muchísimo más.

Una última cosa sobre Nicaragua. Debemos concluir que en el futuro inmediato habrá más de lo mismo o peor.

Creo que peor. Peor por una cuestión natural, porque la situación va a empeorar económicamente, habrá algunas sanciones, porque la comunidad internacional va a imponer presiones en los espacios públicos. Pueden surgir voces disidentes, pero van a ser rápidamente silenciadas por el régimen. Creo que se viene una época peor para Nicaragua en el contexto de una Centroamérica que también está mal. Y si ampliamos el círculo en el contexto de una América Latina que también está a mal traer.

Dentro de pocos días, el 15, para ser preciso, está anunciada una manifestación pública pacífica convocada por varias organizaciones, de gente joven que ha aparecido en los últimos meses en Cuba. Es una manifestación que puede ser duramente reprimida por el régimen cubano. Han surgido una serie de teorías, desde la más optimistas de que el gobierno puede caer, hasta la más pesimista que se declarará el estado de sitio y todos los revoltosos irán a la cárcel.

Yo tenía un amigo que era un famoso cientista político que conocía muy bien América Latina, Robert Pastor, que trabajó con Jimmy Carter en la Casa Blanca. Un día, teniendo una charla con él sobre Cuba, me dijo que había ganado muchas apuestas, porque todo el mundo, cada dos, tres años apostaba que Fidel se caería y ganaba todas las apuestas porque él decía que no iba a caer, que se iba a mantener en el poder.

Creo que en Cuba el poder es ejercido mediante un control central muy fuerte, aunque ya no están las figuras carismáticas que, de alguna manera, también consiguen homogeneidad en el poder.

Por lo tanto, no sé cuánto van a poder resistir. Y cuando digo cuánto me refiero a años, no a días. Pero cuando desaparece el carisma, las figuras mesiánicas, de alguna manera la realidad se hace más compleja, porque nadie alcanza el poder único y eso hace que surjan otros que aspiren a obtenerlo.

En cuanto a las manifestaciones, que van a ser pacíficas, esperemos que la respuesta no sea brutal, que es algo a lo que nos tiene acostumbrado al régimen de Cuba.

Creo que van a venir cambios, pero insisto, jamás apostaría en una cuestión de tiempo. Han sido lamentablemente los maestros en este tema en América Latina y en el mundo. También en el control del estado de sitio que mantienen a toda una población durante décadas. A pesar de que hay manifestaciones, de que hay diferencias lo han logrado hacer cada tres, cuatro o cinco años. Si escuchamos que surge una posibilidad de apertura es rápidamente destruida. Por eso hay que ser cautelosos, pero optimistas de que a la larga estas figuras en el poder durante tanto tiempo terminan cayéndose. En qué momento y cuándo y porqué motivo, no hay una regla básica. Existen muchos factores que pueden llevar a esas circunstancias.

Teniendo presente lo que usted dice y guardando todas las distancias que el caso recomienda, la situación es parecida entonces para Venezuela.

Hay una diferencia con relación a Cuba y son los años de experiencia y conocimiento. El régimen cubano posee un servicio de inteligencia tristemente muy eficiente. Debe saber en qué lugar, en qué casa, donde están los focos de peligro.

Pero el régimen de Venezuela no es así. Menos años de conocimiento, no tiene esa organización bien estructurada. No creo que tenga un ejército tan hegemónico como el cubano y ahora tienen un problema que todavía no se puede medir cuál va a ser el impacto político: la decisión de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional en La Haya de abrir una investigación. Eso crea un cambio político interno. Quienes están en el poder, Maduro y su círculo íntimo, saben que hay un fiscal internacional que les puede poner una orden de detención, como le sucedió a Pinochet, para poner un ejemplo. Eso les cambia la dinámica interna, porque ahora tienen miedo, saben que hay una cárcel en La Haya con presos condenados por crímenes de lesa humanidad. Y van a querer salvarse ellos y sus familias. No van a poder viajar de una Caracas que se cae a pedazos a pesar de que quieren gozar de los beneficios que les da el dinero de la corrupción, para viajar a París, a Estados Unidos. Todo ello crea una dinámica distinta que recién comienza.

En parte dependerá de lo que haga el Fiscal de la Corte. Esperemos que actúe con rapidez, reconociendo que hay serias dificultades de recursos, pero es un cambio de juego importante que no lo tiene Cuba y que no lo tiene Nicaragua. El caso venezolano puede marcar una diferencia política interna más allá de lo jurídico.

Los tres países, sin excepción, tienen el mismo discurso para explicar sus crisis. Esto es, una vez más, la mano del imperialismo norteamericano que quiere terminar con nosotros. ¿Es dable imaginar que en el fondo de los fondos haya alguien en la Casa Blanca o en el Departamento de Estado que pretenda ir más allá de lo que conocemos internacionalmente en cuanto a sanciones para estos países?

Lo que diría con un 99.9 por ciento de certeza, porque uno nunca sabe de manera absoluta que, en este Gobierno del Presidente Biden -si me hubiese preguntado hace un año atrás, diría bueno, si puede ser que haya alguien que esté pensando en otras alternativas- hoy creo que eso, en principio, ha quedado atrás por suerte. En principio, porque aquí en Estados Unidos también las cosas han cambiado con Trump. No lo veo como una posibilidad real. Por el contrario, soy consciente de que todos los que están trabajando en el gobierno de Biden para América Latina tienen muy claro que todas las salidas para estos países deben ser democráticas.

Estados Unidos tiene sectores que se cuidan de no decirlo públicamente, pero sin duda deben pensar que la época de las invasiones era mejor. Es un país complejo en ese sentido. Pero sí, definitivamente no en este gobierno y no en la enorme mayoría de los gobiernos de los últimos 20 años, salvo una excepción.

Créame, está es una de las preguntas que no me gustaría formular, pero todo hace suponer que llegamos al final de la tercera ola democrática en América Latina. Y lo digo con pesar, porque hablamos de tres países, pero podríamos haber abordado otros tres o cuatro más con el mismo énfasis, El Salvador, Honduras, Guatemala, etc.

Hace poco escribí un artículo sobre eso, que se llama El fin de la tercer ola democrática. Huntington, el cientista político norteamericano, acuñó el tema de la tercera ola para hacer referencia a Portugal que volvió a la democracia. No era específicamente sobre América Latina, pero también se dio ese proceso en distintos años. Fue la mejor de las tres olas que tuvimos, la más larga.

Empezó en 1979 con el triunfo de Guzmán en República Dominicana y uno de los últimos países fue Chile. Creo que todos los países, con la excepción de Cuba, eran gobiernos elegidos por la voluntad popular y con aspectos democráticos, muchas veces débiles, pero que se empeñaban en mejorar.

Hoy en día, claramente esa no es la situación. Hay elecciones, pero no hay Estado de derecho. No hay independencia de poderes, no hay libertad de expresión, ni alternancia en el poder, no hay acceso a la información. No hay espacio público para discutir. Esto pasa en la enorme mayoría de los países.

No es un tema ideológico. Creo que el problema es grave y, en gran parte, es por la ausencia de líderes con convicción democrática. Si uno mira los líderes de la década del 80, a un Patricio Aylwin, o a un Ricardo Lagos, o a un Raúl Alfonsín, se ve otra realidad en la región, otros líderes con una convicción democrática que salían de los años oscuros que tuvo la región y sabían que la democracia era el único camino, como fue el caso de Alfonsín. Le puso demasiado peso a esa democracia cuando decía que con ella se come, se educa. No se logra todo con la democracia, pero se puede vivir en libertad y con respeto a los derechos humanos.

La democracia falló en darle a la gente mejor calidad de vida y eso lo sufrimos ahora.

Insisto, cómo uno va a comparar a José Sarney con Jair Bolsonaro. Es imposible, son realidades muy distintas.

Ese es el gran problema que tenemos. No creo que sea de fácil solución porque tenemos las campañas electorales. Hoy en día llevamos las campañas tik koc, todo se hace en diez segundos. Si una idea que se transmite en 10 segundos es Einstein o no es una idea. Es imposible. Son las consecuencias de los tiempos que vivimos.

 

José Zepeda

Periodista, productor radiofónico, capacitador profesional.

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