Brasil en recesión: la bolsa en tono de júbilo, Dilma, de duelo
El campeonato mundial de fútbol no ha dado el tan esperado empujón a la economía brasileña, que ahora se encuentra oficialmente en recesión. Aun así existe una atmósfera de júbilo en la bolsa de valores de Brasil, sobre todo porque es cada vez menos probable que Dilma sea reelegida como presidenta.

El viernes pasado se dio a conocer que la economía brasileña ha registrado durante dos trimestres consecutivos un crecimiento negativo, esta vez de un 0,6 por ciento. En el primer trimestre de este año las finanzas ya sufrieron un deterioro, pero en ese tiempo todavía se pronosticaba que el evento futbolístico arrojaría un considerable aumento de la actividad económica. No fue así. La productividad disminuyó, entre otras razones porque durante el Mundial el Gobierno decretó varios días de fiesta nacional y además acudieron menos turistas de lo esperado.
Tras dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo, el país que antaño fuera el favorito de los inversores extranjeros, se encuentra ahora en una recesión técnica.
Mala noticia
Ha sido una mala noticia para el gobierno brasileño, pero no para la bolsa. El índice referencial de la bolsa de valores de Sao Paulo, Bovespa, cerró el pasado viernes en 61.000 puntos: una ganancia de casi un 30 por ciento desde el primero de enero de este año. Uno de los motivos es de índole económico: aunque los pronósticos para la economía son modestos, no se auguran números rojos. Con respecto al 2014 se pronostica un resultado positivo debido a que en lo que resta de año se espera un crecimiento de un uno por ciento. Aparentemente se vislumbra cierta recuperación.
Alegría política
Otro motivo de alegría en la bolsa es de carácter político: después de años de crecimiento, en algunos momentos incluso estrepitoso, Brasil cae en una recesión y eso disminuye la posibilidad de que sea reelegida la actual presidenta Dilma Rousseff. Muchos empresarios desean su partida con la esperanza de que un nuevo mandatario ponga fin a la complicada regulación y la sofocante burocracia.

La política contra la pobreza de Dilma y de su antecesor Lula da Silva fue en un principio la fuerza motriz de la nueva economía. Treinta millones de brasileños salieron de la pobreza, lo que produjo un considerable aumento del poder adquisitivo y un resurgimiento de la construcción de viviendas sociales. Sin embargo, no se realizaron las esperadas inversiones en la infraestructura del país, por falta de fondos debido a la corrupción y al descenso de los precios de las materias primas.
Marina Silva
Hasta hace un mes existía prácticamente la certeza de que la actual presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), ganaría las elecciones presidenciales de octubre. Sin embargo, desde que se presentara candidata Marina Silva, del Partido Socialista, los pronósticos cambiaron. La activista de medio ambiente Silva goza del apoyo de muchos intelectuales de tendencia izquierdista. O a lo mejor habría que decir: gozaba. Su electorado está cambiando drásticamente desde el momento en que Silva borrara el matrimonio gay de su programa electoral y se pronunciara de manera rotunda en contra del aborto. Silva pertenece a una de las conservadoras iglesias evangélicas que crecen como hierba silvestre en Brasil.
Es muy posible que el voto evangélico sea decisivo en las elecciones presidenciales. En estos momentos Dilma encabeza todavía las encuestas frente a varios candidatos de una oposición dividida. Pero si tiene que enfrentarse en segunda ronda a Marina Silva – y esa posibilidad aumenta cada día – las encuestas indican que la actual presidenta perdería los comicios. Falta poco para salir de dudas.