Adiós tejedor de palabras, Humberto Ak´abal.
Hace ya varios días me escribió un mensaje un querido amigo y colega guatemalteco, Carlos Zipfel Valencia, para contarme la triste noticia del fallecimiento de Humberto Ak´abal el pasado 28 de enero. No le respondí en ese momento porque quería darle sorpresa de recuperar el programa Voces en donde aparecía el poeta. Me costó encontrarlo. La entrevista es de 1996, en los años en que los programas se grababan en casete. Por suerte lo había conservado.Vaya entonces este homenaje a uno de los poetas grandes de la tierra de todos los colores

Tienen razón los que dicen que la poesía de Humberto Ak´abal es profunda, pero sencilla. Siempre en procura del reconocimiento de la dignidad de su pueblo, tan maltratado a través de la historia y tan mal entendido por sus compatriotas. Siempre en búsqueda de rescatar la filosofía de vida de los pueblos aborígenes.
Su poesía se nutre de dos cosas: el peso del entorno, las raíces culturales y el aporte personal para conseguir la expresión de la experiencia poética.
Los versos que se escuchan en este programa los escribió Humberto en su lengua materna. Son poesías conservadas en la memoria de la oralidad durante largos años porque el autor fue analfabeto en español durante parte de su juventud. En el momento de traducirlas personalmente del quiché al español Ak´abal se considera totalmente bilingüe y piensa que las adaptaciones pierden muy poco en el proceso de traducción.
Los ladinos, los mestizos, la gente no indígena creen que el indio no ríe, lo que es totalmente falso. Esta poesía es fiel testigo de la ironía, la picardía que están presentes en la filosofía de vida de los maya quiché.
La luna aparece en toda la obra de Humberto. No puede ser de otra forma porque desde que nacen los niños son encomendados por sus madres a la luna, porque es la abuela de los pueblos. Así es que el contacto con ella no tiene relación con la concepción romántica de los pueblos occidentales. La luna cumple una función de guardiana, la que se manifiesta a través de su luz.
Ak´abal no siempre fue poeta. En su primer trabajo era pastor de ovejas, para ayudar al mantenimiento de la familia. La pagaban con un poco de maíz, un poco de frijol. Es en esas circunstancias en donde surgen, mientras camina por el campo o los barrancos, canciones pastoriles de cosecha propia, al mismo estilo y propósito que las canciones venezolanas de ordeño y que tanta celebridad le ha dado Simón Díaz. Los cantos pastoriles son por lo general onomatopéyicos, intraducibles. Entonces, mientras se va arrullando a las ovejas, se hace alusión a lo que pasa en el momento. El canto que se escucha en el programa lo entonó Humberto durante dos años y se le quedó grabado no en la mente, sino en el corazón.
Se fue del pueblo a la ciudad en busca de nuevos horizontes, pero confiesa que siempre está pensando en sus raíces. Cuando puede regresa a los suyos, a sus cosas, una piedra, una olla, un paisaje.
Son pocos en América Latina los que pueden llamarse realmente bilingües en español y un idioma indígena. La mayoría de la población maya quiché -según nuestro homenajeado- habla un español de emergencia. Solo sirve para el comercio. ”Si vas al mercado te responderán por el precio de los productos, pero no tienen las palabras en castellano para atender cuestiones ajenas a la venta”. Aquí se produce el malentendido porque se les acusa que no quieren decir nada, y no se trata de eso. No responden porque les faltan las palabras en español.
Poema de los pájaros. En lengua Quiché los nombres de las aves se toman de sus cantos, de modo que nombrar a un pájaro es cantar con él.
Klis, klis, klis.
Ch ‘ok, ch’ok, ch’ok…
Tz’unun, tz’unun, tz’unun…
B’uqpurix, b’uqpurix, buqpurix…
Wiswil, wiswil, wiswil.
Tulul, tulul, tulul.
K’urupup, k’urupup, k’urupup…
Chowix, chowix, chowix…
Tuktuk, tuktuk, tuktuk…
Xar, xar, xar.
Tukur, tukur, tukur…
K’up, k’up, k’up…
Saq’kor, saq’kor, saq ‘kor.
Ch’ik, ch’ik, ch’ik.
Tukumux, tukumux, tukumux…
Xperpuaq, xperpuaq, xperpuaq…
Tz’ikin, tz’ikin, tz’ikin…
Kukuw, kukuw, kukuw…
Ch’iuwit, ch’iuwit, ch’iuwit.
Tli, tli, tli.
Ch’er, ch’er, ch’er.
Si-si-si-si-si-si-si-si…
Ch’ar, ch’ar, ch’ar…
Cuando el poeta siente la urgencia de escribir nunca estará contento porque siempre luchará consigo mismo por reflejar fielmente con palabras lo que siente. Es tarea de toda una vida. Más aún si ese poeta abandonó la escuela a los 12 años. Ak´abal pertenece al pueblo guatemalteco de más escasos recursos. Los padres les dan a los hijos poco tiempo para ir a la escuela porque pronto deben pasar a engrosar la amplia lista del trabajadores prematuros. “Los niños indígenas no tenemos juventud. De niños pasamos a adultos”.
De la mano del aprendizaje de la lectura vino el anhelo imparable de relacionarse con las palabras. Vocación dolorosa porque el acceso a los libros se lo negaba la condición de pobre. Se las rebuscaba comprando libros usados que pudieran alimentar, aunque fuera con dieta frugal, la lectura compulsiva.
De poesía a los espantos, porque si hemos de creerle a Humberto, de que los hay, los hay. Claro, los occidentales creen en los espantos, pero de las películas como Poltersgeist o el exorcista. Cuenta que a sus amigos o conocidos incrédulos los invita a la casa de su madre en la que siempre se han hecho presentes los espantos. “No como algo de temer, sino lo otro que hay en el silencio, en el vacío, lo que nuestros ojos no son capaces de ver”. En un poema dice que los ven son los perros, si ellos hablaran contarían muchas cosas de los espantos, como no pueden deben conformarse con los aullidos como muestra que los están viendo.
Humberto Akabal nos deja una poesía universal y el ejemplo de una tenacidad capaz de empinarse por sobre la miseria para cantarle a la gente del países de todos los colores.