Senador Cepeda: o finalizamos el conflicto o continuamos con el desangre en Colombia
Sonaba compungido el senador Iván Cepeda cuando quisimos saber sus razones para apoyar el SÍ en el referendo sobre los acuerdos de paz. Dijo que le daba vergüenza tener que hacerlo, porque le parece un despropósito que exista gente que se oponga a terminar con más de medio siglo largo de violencia, muerte y destrucción, con más de ocho millones de víctimas.
Así como en Colombia somos muchos los partidarios de la paz, hay quienes quieren que el conflicto armado continúe. Lo quieren porque su sustento económico, social y político está profundamente enraizado con la guerra.

En realidad la encrucijada a la que se enfrenta el país es compleja sobre concreción en el futuro, de cada uno de los acuerdos de paz, pero es simple en su actual alternativa. Se acaba el enfrentamiento armado o se continua la guerra. No se trata, como dicen los adversarios, de un chantaje al votante, por el contrario, es la primera vez que Colombia está a las puertas de terminar con la violencia. El precio que se paga no es mayor que la factura de El Salvador o Guatemala, por citar dos ejemplos cercanos. Con la diferencia que en este caso no se ha firmado un acuerdo de paz que consagra la impunidad. No es una diferencia menuda, si tomamos en cuenta que el final de muchos conflictos armados concluyen con la impunidad casi absoluta. En Colombia se creará un tribunal para juzgar los crímenes de lesa humanidad y los acusados tendrán la posibilidad de colaborar o no con la búsqueda de la verdad y la reparación a las víctimas. Si lo hacen tendrán beneficios, si deciden guardar silencio, pagarán con presidio en grado mayor, veinte años.

Cuando los jóvenes de una universidad le piden a los gritos al expresidente Álvaro Uribe que se vaya al grito de fuera, fuera (universidad de Barranquilla, cinco de agosto pasado) acompañados de una silbatina estruendosa, no lo hacen únicamente por la campaña que adelanta el exmandatario en contra de los acuerdos de paz, como tampoco obedecen estas expresiones juveniles a un respaldo al Presidente Manuel Santos, ni menos a la guerrilla de las FARC, es, sobre todo el anhelo de vivir en un país distinto, con menos violencia, en un país que le ofrezca un futuro más digno del que han tenido durante décadas. Los universitarios expresan el anhelo de cambios que no ven en Uribe.