Héctor Abad Faciolince y el sueño de paz de su padre
Héctor Abad Faciolince, uno de los grandes escritores de habla hispana, está en Holanda para escribir una novela que, presumiblemente, se llamará El centro. A veces los sueños tienen que esperar. Ese es el caso del sueño del padre de Héctor Abad Faciolince, asesinado por dos sicarios, el 25 de agosto de 1987. Héctor Abad Gómez anhelaba, como razón de vida, una Colombia en paz, con instituciones democráticas eficaces, con justicia legal y social. Un país más justo. De eso habla su hijo en esta entrevista. También lo hace sobre el proceso de paz para defender los esfuerzos del gobierno que preside Juan Manuel Santos.
Hay una escena que no debe durar más de un minuto en el libro. Es una enfermera que se encuentra con una mujer que va huyendo de la muerte. La están persiguiendo, la van a matar. Normalmente lo que hace la gente cuando se encuentra a esos personajes perseguidos es huir de ellos. Son gente apestada. Esta enfermera no hace eso. La da consejos, le regala un billete para que pague el bus y se tome un café. Quiero creer que esa escena está ahí para decirnos que, hasta en las peores condiciones, es posible que salga alguien a tendernos la mano y nos devuelva la confianza en la vida y en los seres humanos.
Yo creo que es algo muy cierto. Aprendí con Primo Levi en su libro Si esto es un hombre, en donde habla de su total deshumanización, en los campos de concentración, en Auschwitz, la deshumanización de los verdugos y la de las víctimas. Él encontró ahí un señor italiano, que trabajaba por fuera del campo como obrero, de apellido Perrone. Este hombre le tiraba algo de comida, a través de las vallas. Dice Levi que en realidad no es por la comida que lo quería y que esté agradecido, o que yo sé que Perrone me salvó, sino porque era el único que le miraba como un hombre. “Era el único que tenía compasión por mí, y yo que ya no era un ser humano gracias a Perrone volví a serlo”. Los perseguidos son muchas veces así, están sucios, feos, pobres, maltratados, y la gente los esquiva como a la peste, como algo espantoso. Entonces, de repente, una persona se sale del esquema natural del rechazo, del desprecio, de la antipatía, del desdén, hace un acto generoso y eso te puede cambiar y salvar la vida.
Usted de forma recurrente en La oculta, presenta a la finca como la tierra que le da sentido a una vida. Es sorprendente porque en su país, en Colombia, hay mucha gente que se ha matado por un pedazo de tierra o por la falta de un pedazo de tierra.
No sé si será muy antioqueño, muy colombiano, latinoamericano, probablemente tenga que ver con estos países fueron colonias. Que la gente fue allá para tratar de tener una tierra y les quitaron la tierra violentamente a los que vivían allí. Entonces hay una relación con la tierra de avidez, de codicia o de despojo. En el caso de los que llegaron después, los colonos, que no conquistadores, existe una sensación de que fue la tierra la que les dio todo.
Creo que hace menos tiempo que en Europa en América Latina casi todos fuimos o tuvimos un origen campesino. Por lo menos en Medellín, mi ciudad, la gente de la generación de mi padre y de mi madre, el 70 u 80% eran de origen campesino. Y los que más suerte tuvieron es porque tenían un finquita que les dio para estudiar. Mi papá fue la primera generación de toda su familia que llevaba en Jericó 150 años o más, que finalmente pudo ir a la universidad gracias a esa finquita de café.
Nuestra relación con la tierra es muy especial. Además en América Latina no hay otra manera de ahorrar y poner la platica en donde uno se sienta seguro, porque los bancos quiebran a cada rato, hay mucho ladrón, se roban todo. Entonces la tierra es como lo único seguro. “Yo tengo esto y de aquí no me mueven y de aquí no me sacan”. Por lo demás, si hay una gran inflación la tierrita sube de precio.
Pero es horrible también que algunos se apoderen de mucha tierra y entonces se vuelvan muy violentos para defenderla. Ese es el caso de los terratenientes colombianos. El origen de los grupos paramilitares es el de terratenientes que se sienten amenazados. Y los desplazados campesinos, que tienen una tierra pequeña son los que han hecho las ciudades colombianas y latinoamericanas, estas megalópolis tan difíciles de manejar, tan llenas de delincuencia. Expulsamos a la gente del campo, por violencia, por despojo, por falta de colegios, de servicios básicos. Fueron a la ciudad y no hay presupuesto que baste para darles lo mínimo. Y tenemos unas locuras de ciudades y de países.
Texto completo de la entrevista:
En las obras de Hector Abad predomina la ficción con visos de historia, de historia personal y nacional, sobre todo esa historia tragica que vivmos los colombianos desde hace cinco decadas.
En la entrevista pudimos observar esos dos elementos: la historia familiar y la historia nacional.