La lucha de clases en Venezuela
El destino de la Revolución Bolivariana (nacionalista, antimperialista, anti neoliberal, democrática, participativa e incluyente, cristiana, redistribuidora de la renta petrolera en beneficio de los sectores menos favorecidos, aunque haya preservado la propiedad privada de los medios de producción salvo los grandes latifundios, sin una transformación de la estructura productiva que continúa dependiendo fundamentalmente de las exportaciones petrolera) está hoy – como lo ha estado siempre en los intentos de transición al socialismo – en manos de la clase obrera. (“Trabajadores y trabajadoras: Yo me juego la vida con ustedes. Nos jugamos con ustedes el futuro del socialismo” H. Chávez).

En momentos en que el gobierno de Nicolás Maduro procura superar una profunda crisis económica – devaluación, inflación descontrolada, desabastecimiento, mercado negro, etc.) y política – corrupción, burocratismo, ineficiencia, desorientación estratégica y táctica, ineptitud y debilidad, pérdida de popularidad), mediante una alianza de clases con sectores de la oligarquía y la burguesía parasitaria dependiente de la renta petrolera – precisamente los principales responsables de la difícil situación económica – es la incipiente movilización de los obreros en demanda de sus reivindicaciones y en contra de la burocracia estatal y las patronales el único factor que, en perspectiva, puede impedir un viraje contrarrevolucionario, en el mejor de los casos hacia la socialdemocracia.
“Se abre una etapa que podríamos llamar de restauración del capitalismo, de renuncia al Socialismo”, advirtieron recientemente los columnistas Toby Valderrama y Antonio Aponte.
La “revolución intermedia”
¿Qué es esto de la “Revolución Intermedia” planteada por Maduro?
¿Intermedia entre qué y qué?
Sobre todo una de las ideas de Simón Bolívar y su maestro Simón Rodríguez ha calado profundamente en el pensamiento de la intelectualidad de izquierda y la dirigencia chavista: la originalidad. No copiar modelos foráneos sino impulsar formas de organización política, económica y social propias, acordes con la realidad singular de la nación.
Por eso resulta difícil (por no decir imposible) aplicar los conceptos y categorías del marxismo tradicional a la llamada “Revolución Bolivariana”; a su definición de “socialista” o de “transición al socialismo”.
En el caso de Bolívar y Rodríguez, no existiendo ninguna condición para la Monarquía (inexistente en la América Hispana) y una vez fracasados dos intentos sucesivos de República, el maestro pensó que la primera condición para una organización política y económica, social y cultural post Independencia era la formación de una conciencia, de valores y de praxis republicana y “socializante”, inexistente hasta entonces (que haya fracasado en su intento no le resta méritos a su proyecto).
En cambio, uno de los principales problemas con que se enfrentó Hugo Chávez (por las propias condiciones de su arribo al Poder) es que trató de impulsar un “socialismo” a la venezolana…sin socialistas, salvo un pequeño grupo de intelectuales.
Aún hoy, el III Congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) es una muestra palpable del desconocimiento de la mayoría de los delegados del corpus teórico, político e ideológico del marxismo-leninismo.
Entonces, con seguridad ni en el seno del Congreso existe un mínimo de claridad sobre esto de la “Revolución Intermedia” que, sin embargo, se aplaude y se vota incondicionalmente.
En contra de la originalidad reclamada por Bolívar y Rodríguez, resulta que el concepto no es nuevo ni venezolano.
Primero, es fruto de la clásica concepción “etapista” de la Revolución: primero los socialistas apoyan a la burguesía contra el feudalismo o semi-feudalismo para el cumplimiento de las tareas democrático-burguesas pendientes y el desarrollo al máximo posible de las fuerzas productivas (creación de riqueza); cuando las relaciones de producción capitalistas se convierten en un freno para una expansión aún mayor de estas fuerzas, entonces si se impone la necesidad objetiva de la Revolución socialista (apropiación de la burguesía y sus medios de producción).
¿Cuál sería la etapa intermedia, entonces?
Se supone (no hay ninguna certeza en torno a esto) que el neo-chavismo en el gobierno considera que con la Reforma Agraria y las nacionalizaciones realizadas por Chávez las tareas democrático-burguesas y antimperialistas han sido cumplidas. Pero como este proceso no ha estado acompañado por el desarrollo de las fuerzas productivas (industrialización, sustitución de importaciones) y el país sigue dependiendo en un 95 por ciento de los ingresos petroleros, antes de una Revolución estrictamente socialista se requiere de la colaboración de la burguesía nacional y el capital extranjero, mediante el otorgamiento de facilidades (divisas baratas, por ejemplo) y un programa de ajuste macroeconómico que incluya un reordenamiento de las finanzas públicas (reducción del gasto social, entre otras cosas) e incremento de la eficiencia y la productividad de las empresas estatales y para-estatales (sobreexplotación, desempleo, reducción de los beneficios sociales).
Segundo: ya a finales de la década de los 50´s el Partido Socialista de Chile (socialdemócrata) hablaba de “Revolución Intermedia”. En un informe de Salomón Corbalán al XVIII Congreso de ese partido (1959) se define la “Revolución Democrática de los Trabajadores” como “una Revolución donde el poder pasa de manos de la burguesía a mis trabajadores en un sentido amplio (Venezuela) y en donde varios de los objetivos a realizar son coincidentes con aspectos de la revolución democrático burguesa, pero son imposibles de realizar por la misma burguesía”. Pero lo más interesante de este documento fue la idea de que “la colaboración con la burguesía en concebible dentro del desarrollo del proceso en virtud de las características de esta “revolución intermedia”.
La movilización de los trabajadores
Coincidiendo con la realización del III Congreso Nacional del partido oficial, el Socialista Unido de Venezuela (PSUV), convocado y montado por el gobierno para respaldar su propuesta de “Revolución Intermedia” en diferentes puntos del país sindicatos obreros y de trabajadores han organizado multitudinarias asambleas y se han lanzado a la calle denunciando el incumplimiento de los antiguos convenios colectivos de trabajo, el retraso de años en la discusión de nuevas condiciones laborales y salariales, despidos arbitrarios e irregularidades de todo tipo en la gestión empresarial.
Entre estas movilizaciones se destacan la de los obreros metalúrgicos del estado de Guayana, concretamente de la Siderúrgica de Orinoco C.A.,(SIDOR) uno de los complejos de su tipo más grandes del mundo, renacionalizado por Chávez en el 2008. Además, los electricistas del estado de Aragua; la Federación de Trabajadores Automotrices, Autopartistas y Conexos (FUTAAC) de Venezuela; los obreros de la empresa Refinadora Ecológica de Colín de Venezuela CA; los cementeros de Zulia y los trabajadores de la empresa Maskir de Puerto Ortiz y Ciudad Bolívar.
Los sindicatos en lucha demandan al gobierno su intervención en defensa de sus intereses de clase. ¿Y cuál ha sido la respuesta del presidente y la nomenclatura gobierno-Estado-partido?
Maduro calificó a los dirigentes de SIDOR de “anaracosindicalistas” y el presidente del PSUV y de la Asamblea Nacional, Dosidio Cabello (quién fue integrante de la Junta Directiva de SIDOR y, por lo tanto, co-responsable de la situación que afecta a los obreros), de “mafia sindical”
Como lo recuerda en ,la página web “Aprorrea” el analista Yuri Valencillo “Desde los tiempos de Margaret Thacher nunca los trabajadores metalúrgicos habían sido objeto de este tipo de acusaciones; vilmente parecidas”. Mientras tanto, los medios de comunicación públicos han tendido un cerco informativo en torno a las posiciones y declaraciones de estos trabajadores.
El mismo estilo descalificador utilizó Maduro en la instalación del III Congreso del partido de gobierno para referirse a la oposición de izquierda dentro y fuera del PSUV recurriendo a términos como “infantilista” o “trasnochada”.
El episodio no puede dejar de remitir a lo ocurrido en Buenos Aires, la capital de la República Argentina, cuando el 1 de mayo de 1974 el por tercera vez presidente de ese país, Juan Domingo Perón, expulsó de la Plaza de Mayo a los “Montoneros”, el sector radicalizado (y armado) de su movimiento, refiriéndose a ellos como “imberbes, infiltrados”. Una luz verde para que la derecha peronista, en coordinación con las fuerzas represivas, comenzara una verdadera campaña de exterminio de los jóvenes que el propio Perón había alentado en su accionar guerrillero.
Nada indica que en Venezuela las diferencias entre un gobierno en pleno viraje hacia la derecha y quienes piensan que la única salida para la crisis actual es un avance hacia el socialismo – como lo entendía el comandante Hugo Chávez -, se vayan a dirimir de esa manera.
Por ahora los métodos son otros: destitución de altos funcionarios del gobierno y el partido, antiguos y estrechos colaboradores de Chávez, con posiciones más cercanas a la ortodoxia marxista, como el ex ministro Jorge Giordani; manipulación en la designación de delegados al Congreso partidario de manera de garantizar una “aplanadora” de incondicionalidad y obsecuencia oficialista en contra de cualquier intento de crítica, o rectificación del rumbo adoptado desde la enfermedad terminal del comandante; cierre de espacios de expresión para los cuestionamientos más claros y terminantes.
Por lo visto y escuchado en el III Congreso esta metodología ha dado los resultados esperados por el gobierno: Maduro fue electo presidente del PSUV por aclamación durante la jornada inaugural; la agenda dejó de lado o apenas incluyó al pasar los temas más polémicos como la corrupción estatal o la resistencia del gobierno a hacer pública una lista de los empresarios beneficiados con un fraude de divisas por entre 15 y 20 mil millones de dólares; mucho menos se abordaron las cuestiones político-ideológicas de fondo, como ¿a qué tipo de socialismo nos referimos cuando lo planteamos como objetivo estratégico? ¿en qué consiste concretamente el Poder Popular o Poder Comunal? ¿qué aporte se espera del empresariado nacional en el proceso de transición al socialismo?
Contra las esperanzas de muchos que esperaban que por medio de la crítica y la autocrítica, el debate enriquecedor, los aportes teóricos, de este Congreso el PSUV, además de formidable aparato electoral, surgiera como vanguardia revolucionaria, instrumento de lucha, capaz de reimpulsar el proceso en momentos de crisis, hostigamiento interno y externo, confusión y desaliento – apenas el 20 por ciento de la militancia inscripta acudió a las urnas para elegir delegados – todo se resumió en retórica vacía de contenido; eslogan repetidos hasta el cansancio; expresiones de deseos de unidad inquebrantable, lealtad incondicional a los poderes constituidos, aplausos y abrazos. La réplica o caricatura tropical de uno de los tantos Congresos del PCUS en la época dorada de la nomenclatura.
El mismo abismo entre la ceguera y los privilegios del Poder burocrático y el estado de ánimo de las masas. Nadie parece recordar “el caracazo”, durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, entre el 27 de febrero y el 8 de marzo de 1989, cuando un programa de ajustes macroeconómicos promovido por el Fondo Monetario Internacional (FMI), golpeó implacablemente las de por si paupérrimas condiciones de vida de la mayoría del pueblo, lanzándola a la calle en una oleada de protestas, violencia y saqueos que terminó en un baño de sangre.
La actual situación socio-.económica del pueblo no es la misma (gracias a la formidable transferencia de recursos hacia programas sociales impulsado por los gobiernos de Chávez ) pero tiende a deteriorarse progresivamente. Las movilizaciones obreras en curso son una prueba de ello. Y, al mismo tiempo, una esperanza porque aunque aparentemente carecen de una expresión orgánica y unitaria, poseen una conciencia chavista y, por lo tanto, revolucionaria, algo de lo que los protagonistas del “caracazo” carecían.
Si con el argumento de que para seguir redistribuyendo es necesario generar riqueza (sin tocar los intereses de la burguesía y la impresionante masa de divisas que tiene colocada en el exterior) y para ello es indispensable un aumento de la eficiencia y productividad mediante un nuevo ajuste pactado con el capital financiero y las trasnacionales la delgada cuerda que aún mantiene unida la Revolución Bolivariana con el pueblo puede romperse. Por supuesto el fascismo criollo, aunque debilitado y dividido, contribuiría gustoso a esa tarea.
Maduro está maduro
Por lo tanto, Maduro está maduro. Para caer por un sacudón de la clase obrera venezolana y la izquierda revolucionaria conscientes de que, aún antes de la muerte de Chávez, el gobierno y el Estado avanzan hacia una contrarrevolución. O para ser cosechado (“cooptado”) por la socialdemocracia y una burguesía improductiva, anti-popular y pro imperialista. Sin proyecto, programa y, mucho menos, ideología propia, no tiene ninguna posibilidad de mantenerse en lo alto del árbol del poder político. A lo sumo, como una fantoche de la burguesía pero, eso sí, repitiendo el discurso y las consignas chavistas, en un desesperado intento por preservar cierto grado de legitimidad.
La clase obrera y los sectores populares de Venezuela tampoco tienen otra opción: o se deshacen de Maduro y su estrategia de alianza de clases o, poco a poco, irán perdiendo todas las conquistas sociales logradas en estos 15 años de lucha, con Chávez al frente. La devaluación, la inflación, la corrupción, el desabastecimiento y el mercado negro ya han acabado con muchas de ellas, comenzando por el salario real.