Javier Couso. Nueva Constitución. Chile quiere justicia social con gradualidad

Chile vive hoy momentos de esperanza. Los actores políticos, con sensatez, se aproximan a un trayecto que puede conducir a la concreción de una nueva Constitución aprobada por una mayoría significativa de la ciudadanía chilena. Los adversarios de la ultraderecha y de los grupos radicalizados de la izquierda persistirán en sus propósitos. Dependerá de las fuerzas democráticas neutralizar las intentonas desestabilizadoras

Los diferentes motivos que pueden explicar el fracaso del apruebo y esta es una tesis, podrían resumirse en gran parte en una razón. Como ocurre muchas veces en la historia, se confundió lo deseable con lo posible. Y derivado de lo anterior, los sectores más radicalizados impidieron expresa o tácitamente un gran acuerdo constitucional amplio. ¿Andamos bien encaminados?

Creo que sí, debido a la composición que tenía la Convención que terminó su trabajo el 4 de julio. ¿En qué sentido? El estallido social produjo un ambiente antipartidos políticos que se tradujo en la habilitación por primera vez en la historia electoral, de que grupos sin experiencia política, de independientes presentarán listas. Fue una de las convenciones constitucionales con la mayor cantidad de independientes de la que se tenga memoria en el derecho comparado.

Cuando uno se enfrenta a elaborar una Constitución la experiencia política es valiosa en dos sentidos: En primer lugar, está lo propio de la negociación de cuestiones complejas y, segundo, la visión holística de lo que es un todo. Un cuerpo constitucional no es una suma de las partes, es un sistema. El 60% de la comisión estaba integrada por independientes y el 40% por independientes puros, que no estaban patrocinados por ningún partido político. De ese modo, casi la mitad de la convención era independiente.

Esto generó dos efectos complejos: uno, antes de la votación, la lista de independientes y, otro, durante el proceso de elaboración del texto antes de la votación. Los partidos juegan un rol de identificación de la posición política de los candidatos. Mucha gente votó esos días 15 y 16 de mayo del 2021 -cuando se eligió a la Convención- a gente con carisma o prestigio personal, pero cuya posición ideológica era desconocida, lo que se develó cuando funcionó la Convención. Como lo ha dicho el politólogo Gabriel Negretto, un autorizado experto argentino que reside en Chile, la Convención estaba a la izquierda de la media del votante promedio chileno. Además, estaba fragmentado y era gente con poca experiencia, tanto legislativa como política.

¿Por qué es relevante? Porque cuando se empezaron a tomar decisiones, comenzó la sonajera. Por ejemplo, existen muchas constituciones que protegen los derechos sexuales y reproductivos de la mujer, pero no hay ninguna constitución nacional en el mundo que establezca el aborto libre. Eso es asunto de la ley. Las encuestas son claras, cuando se adoptó esa decisión bajó el apruebo. Fue a finales de marzo de este año.

Un grupo de políticos experimentados ante un gran problema anticipa. No fue así. El voto cristiano evangélico en Chile tuvo una sola razón suficiente para votar rechazo, fue esa norma, ni siquiera miró al resto. Calculo que se trató de un millón de votos. Si uno mira con frialdad las encuestas, nunca hubo un momento en que el apruebo se recuperó después de aquello.

Luego de la opción del aborto, esta el caso de la plurinacionalidad. Fue una decisión muy mal explicada y que se sintió como amenazante, junto con una serie de elementos simbólicos. Temas como la bandera, el himno, los emblemas nacionales. Una suerte de identidad nacional. En el campo arrasó el rechazo. Es verdad que en Chile un 15% de la población vive en el campo, pero fue decisivo. Se perdió en casi todos los lugares. Salvo Rapanui (Isla de Pascua) en donde hubo un triunfo del apruebo que tiene mucho que ver con la especificidad y circunstancias de la isla.

Perdone que lo interrumpa, Rapanui… y el exterior. Lo digo porque me afecta…

Tiene razón, es interesante y bueno recordarlo. En el exterior, que es el primer voto que se cuenta, ganó el apruebo por un margen holgado, casi tan grande como el que ganó en Chile el rechazo. Pero en el país le atribuyo mucha importancia a la falta de experiencia política de los grupos hegemónicos de la Convención. Muchos de ellos bien intencionados. Esa poca capacidad política les hizo adoptar sin cuidado el hecho de que la derecha no sentía que lo que se estaba aprobando era algo con lo cual siquiera podía vivir. Pensemos en lo siguiente. Hubo un grupo de aproximadamente 17 de los 37 convencionales de derecha -una derecha subrepresentada en relación con el Parlamento anterior y al Parlamento posterior a la Convención. Tenía un 20% cuando suele tener entre un 35 o 40% en la Cámara de Diputados. Eso explica en buena medida lo sucedido, para no agregar los escándalos al interior de la Convención, que fueron muy dañinos porque hicieron plausible el rol de las noticias distorsionadas.

Yo no considero, como algunas personas y convencionales de izquierda que le atribuyen todo el peso a las fake news. Creo que jugaron un rol marginal. Es verdad que se creó un clima que, después de la elección de noviembre de la Cámara de Diputados, se dio cuenta que Chile tenía una posición ideológica más moderada que la Convención.

La Convención pudo hacer esfuerzos para integrar a la derecha dialogante, pero no hubo una sola persona de derecha llamando al apruebo. Incluso hubo gente del pequeño centro que quedó representado en la Convención que llamó de rechazo.

Tengo la impresión, con sus matices, de que hay a lo menos seis temas sobre los cuales se podría llegar a un consenso. El primero y el más importante es el Estado social de Derecho. Otro, la unidad del Estado de Chile; la existencia de tres poderes del Estado autónomos e independientes; un congreso bicameral compuesto por la Cámara de Diputados y un Senado o como quiera llamársele; la Protección del Medio Ambiente y el derecho a elegir en materia educacional, de salud y previsional. Por supuesto que pasaré a los temas más complicados, pero esto es una buena base, ¿no le parece?

Muy buena base. Es bueno aquilatar lo que ha pasado estas tres semanas y media. Los tiempos en política, cuando se viven momentos cruciales, avanzan a un ritmo distinto que la cotidianeidad.

La primera semana hubo dudas serias sobre un proceso constituyente. La brecha a favor del rechazo fue leída por algunos de la derecha, como que se cerraba el capítulo. Sin embargo, debo destacar el liderazgo de un presidente, que uno no habría imaginado debido al partido al cual pertenece, la UDI, Javier Macaya. Fue especialmente enfático que había un compromiso, de fe pública, porque los partidos del rechazo iniciarían un nuevo proceso constituyente.

Hubo presiones durísimas por parte de la extrema derecha. Hablo del Partido Republicano, de José Antonio Kast, pero también de militantes de Renovación Nacional que insistieron duramente para evitar una nueva Constitución, para seguir con el esquema de los últimos 33 años de reformas acotadas a la Constitución vigente de 1980.

Luego se planteó un grupo de expertos que elaborara la Constitución. Todas estas ideas se han ido difuminando. Los trascendidos de las reuniones aseguran que se ha ido avanzando en los términos que usted señala en lo procedimental, una nueva Convención, quizá más acotada en número. Se habla de cien, con escaños reservados a los pueblos originarios. Paritaria. Que, en cierta medida, nos da idea de cómo no todo lo que se avanzó se ha perdido.

Hay conceptos que se han ido decantando y existe la idea de que sea una Convención de solo seis meses, elegida en abril del año que viene.

SERVEL, el Servicio Electoral, que tuvo una prestación espléndida, porque absorbió el doble de votos, dado que era obligatorio. De seis y medio millones de votantes en la elección de Boric, en la segunda vuelta, hubo 13 millones de votantes en la elección del 4 de septiembre y estaban contados, en el 98% a las dos horas del cierre. O sea, el Servicio Electoral no solo fue capaz de que no hubiera aglomeraciones que hicieran que personas se quedaran sin votar, sino que logró hacerlo muy bien.

En síntesis, en abril habría una elección. En octubre estaría listo el trabajo de la Convención y en diciembre sería el plebiscito de salida.

Muchos temieron que la derecha se adueñaría del voto de rechazo, a pesar de que las caras de la campaña del rechazo eran de centroizquierda.

Temas que pueden ser problemas y muy serios. Uno de ellos tiene que ver con la protección del derecho a la vida, que se trata de una redacción capciosa. Porque será muy difícil encontrar en Chile y en el mundo gente que esté en contra del derecho a la vida. Pero este planteamiento entraña la prohibición del aborto y retrotrae una ley promulgada el 14 de septiembre del 2017 en Chile que aprueba el aborto bajo ciertas circunstancias.

Es bueno reportarlo. Incluso los parlamentarios de la UDI lo han reconocido abiertamente, que hubo “tejo pasado” en el documento que presentaron con estos bordes, como denominaron los límites, las líneas rojas que desean como frontera de lo que se pueda discutir sobre la futura Convención. Es una señal. Tiene mucho que ver con un consumo interno. Hay muchas presiones desde las bases de Renovación Nacional, también de algunos de la UDI, para evitar una situación donde ellos se sintieron sitiados. Pensemos que la derecha respiró aliviada el 4 de septiembre porque durante los dos años que duró el proceso constituyente se sintieron sitiados. Particularmente hacia fines de lo que fue la Convención en la que la coalición de izquierda radicalizada, más una izquierda moderada, tenía los 2/3 al interior de la Convención. Pasaron máquina, por decirlo así. Hay un miedo que no debiera existir a la luz de los resultados. Un miedo de cómo van a quedar representados en una futura Convención. De ahí que ahora lo único que falta destrabar son las cuestiones electorales que están viendo cómo va a ser el sistema electoral para elegir esta nueva Convención.

Hay que recordar que hubo parlamentarios de derecha que votaron a favor de la despenalización del aborto en tres causales.

¿Y no le daría la misma importancia al tema de la propiedad? que no debería ser problemático, pero comienza a serlo cuando se incluye en el mismo párrafo el tema del agua, que es un bien nacional. Hay especialistas que han dicho, este es un punto planteado por la oligarquía más tradicional del país.

Con el derecho de propiedad hubo un gran malentendido. Porque excepto el agua, efectivamente no había mayores problemas con la propuesta. Hay que recordar que casi un 40% aprobó ese proyecto. Creo que la derecha más razonable entiende que no puede condicionar un debate sobre el derecho al agua. Es cierto que había algunas cuestiones respecto a la comercialidad de las autorizaciones de agua que eran complicadas porque no quedaban claras y hubo un intento por la vía de normas transitorias de que esto no fuera tan problemático. Me da la impresión de que eso va a zanjar.

La UDI, el partido de Jaime Guzmán, cerebro de la actual Constitución. Recordemos, Guzmán fue asesinado, es un mártir del partido. Fue asesinado en democracia. Es notable que el presidente de la UDI haya allanado el camino para un nuevo proceso, para que sea genuino y no una fachada.

Creo que lo que explica esto de Javier Macaya, no es solo querer cumplir con la palabra empeñada, sino que él está embarcado en una modernización de la derecha. Es de una generación más joven. Estaba en la infancia durante la dictadura y tiene más libertad para refundar una derecha democrática en Chile, divorciada de lo que fue la dictadura. Lo personalizo porque creo que hay veces en que, en coyunturas criticas, surgen liderazgos que juegan un rol de destrabar condiciones que de otra manera podrían quedarse empantanadas.

Hubo las fiestas patrias después del plebiscito. Está la tentación de que podríamos volver a la etapa anterior al estallido social. Macaya tiene claro que sería una ilusión. El país sigue con un quiebre, quizás ahora soterrado, el masivo rechazo a un proyecto que fue percibido como demasiado radical para Chile habla de una ciudadanía que quiere justicia social, pero con gradualidad y anhela entender bien lo que se está votando. De ahí mi comentario de que la plurinacionalidad nunca fue entendida.

Deduzco fácilmente de sus palabras que usted en este momento es un hombre optimista de cara a lo que puede pasar en el país y me alegra profundamente. Permítame un contrapunto. Usted sabe que hace pocos días atrás se dio a conocer que una altísima autoridad de la Marina envió un correo electrónico en el cual decía que los nueve marinos condenados por delitos de lesa humanidad habían cumplido cabalmente con su deber.

¿Muchos oyentes o gente que esté leyendo esta entrevista podría preguntarse y eso que tiene que ver con la nueva Constitución? Creo que sí tiene mucho que ver. Porque detrás de esas palabras está probablemente ese 20% que aún cree lo que hizo la dictadura de Augusto Pinochet, la Constitución de Augusto Pinochet. Y si ese es el caso, ese 20% puede ser un obstáculo serio en el camino hacia la concordia y el consenso. O sea que van a poner palitos en el camino.

Esa gente tiene una representación política. El partido Republicano apela a ese grupo. Y no ha crecido. Haría la diferencia entre lo que ha sido, por ejemplo, el performance de Marine Le Pen en Francia o ahora el grupo neofascista en Italia, que han demostrado capacidad de crecer. En sus países, los neonazis o neofascistas están siempre con un techo que como el 20% en los mejores momentos, donde ubico a los grupos extremistas holandeses, austriacos, alemanes.

Me da la impresión de que en Chile hay un 20% de personas que votó el rechazo, muy cercano a la dictadura. Es una generación. Preguntarle a un holandés de 25 años si tiene memorias de la Segunda Guerra Mundial. Solo gente más anciana se acordaría.

El incidente de este oficial de la Armada que usted menciona no es representativo del resto de las Fuerzas armadas para nada.

En absoluto.

Son bolsones neofascistas o neopinochetistas que van quedando. Son los que han atacado duramente Macaya y los otros líderes de derecha.

Yo no era tan optimista. Hace tres semanas estaba en actitud cauta, de observar. Todo era incierto. Era posible que no hubiera proceso constituyente. Y todavía es posible que se caiga este acuerdo. Ahora, soy más optimista, le doy un 70% de chance de que esto se materialice. Se han ido decantando ciertas cosas y la ultraderecha ha empezado a tomar actitudes violentas. No en el sentido armado, pero, en su desesperación han atacado a Macaya. Se han puesto a la entrada de canales de televisión. Son solo un puñado de personas que, en su deriva por acosar a estos líderes, revelan su debilidad.

Creo que la dirigencia más responsable de derecha y hablo mucho de la derecha, porque obviamente el centro y la izquierda empujan un nuevo proceso constituyente.

Hay autocrítica por parte del Frente Amplio, no toda la que debiera. Es difícil pedirle a los convencionales que sean autocríticos, porque han invertido un año y medio de sus días para aprobar un texto constitucional. Pero el gobierno, el presidente en particular, ha sido extremadamente pragmático. Ha tomado nota de lo que fue la decisión contundente de la ciudadanía de rechazar un proyecto que le parecía que iba demasiado lejos para lo que ellos estaban preparados.

Creo, de cara al futuro, que en un mes más debiéramos tener claridad respecto de un proceso constituyente más acotado. La derecha ha hablado de la necesidad de que se consagre un Estado social y democrático de derecho. Eso es algo muy interesante. Obviamente que, en este texto, Chile Vamos incluyó combinar esto con el principio de subsidiariedad, que es como mezclar agua y aceite. Eso no flota. Pero de aquí a lo sumo dos meses, debiéramos tener acordado un nuevo proceso y en trámite para habilitarlo jurídicamente.

A modo de síntesis, es decir, que estamos más cerca que antes de un gran acuerdo político y de una eventual legitimidad social para la nueva Constitución.

El acuerdo el 15 de noviembre del 2019, que dio paso al proceso que concluyó con la derrota del texto que se sometió a consideración de la ciudadanía fue un acuerdo importante en su momento. Sirvió para estabilizar política y socialmente al país. No sabemos si la pandemia hizo su propio rol después. Recordemos que el estallido social fue una combinación de mucha movilización social y política con actos de violencia. Ese acuerdo debe ser revalidado por otro acuerdo político que sea una suerte de pacto constitucional para que esta vez no vivamos de nuevo la incertidumbre de que el plebiscito de salida ponga el país en vilo.

El proceso constituyente, como todo proceso, va a tener momentos de apasionamiento, de diferencias, de desacuerdos, pero es imprescindible que se logre un texto en donde un grupo significativo de convencionales lamen a votar apruebo en el referéndum. Es la lección aprendida. El país no tolera un segundo fracaso porque tenemos un problema constitucional.

Tenemos un sistema político disfuncional. Lo está viviendo ahora en carne propia el presidente Boric, donde es muy difícil llevar adelante un programa transformador, porque la Constitución representa un obstáculo.

 

José Zepeda

Periodista, productor radiofónico, capacitador profesional.

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