Ignorar a las mujeres en los medios, es ignorar a la mitad de la humanidad

Los derechos de las mujeres, en la mira, es el título del libro publicado el día internacional de la mujer, el pasado ocho de marzo por la Corporación Humanas Ecuador, asociación que trabaja en América Latina por la justicia de género. Humanas, desde el año 2009 cuenta con dos observatorios: uno de sentencias judiciales y otro de medios. En el caso de los medios se analiza sistemáticamente la información sobre la violencia en contra de las mujeres, de diez periódicos ecuatorianos. Conversamos en Radio Media Naranja con Nelly Valbuena, comunicadora social colombiana, profesora de Comunicación, Género y Derechos Humanos de la Universidad Politécnica Salesiana de Quito.

Nelly Valbuena
Nelly Valbuena

Las mujeres son cifras, estadísticas frías que normalmente privan a la gente de aprehender en su real dimensión la magnitud del drama de la violencia y el feminicidio. Para peor, ellas son determinadas por un relato que les impide llegar con su propia palabra para contar lo que las aqueja. Los periodistas carecemos, dicho en términos generales, del conocimiento para contextualizar el drama y ubicarlo dentro de un patrón de comportamiento cultural arraigado, tolerado y silenciado

Los diversos géneros periodísticos podrían dar cuenta más certera de la realidad de las mujeres agredidas, sin embargo los medios se limitan constantemente al uso exclusivo de la noticia. El reportaje, la crónica, el documental, el radioteatro, son ignorados muchas veces porque su producción es más costosa. Sin embargo, cualquiera de ellos podría contar con excelentes patrocinadores si tuviera la suficiente calidad y despertará el interés del público.

Las profesionales de los medios trabajan en una realidad patriarcal. Pese al interés creciente por el tema, lo que falta es estimulo educativo.  El colegio, las universidades y las academias no tienen una materia transversal de género que explique histórica, social, política y económicamente la condición de la mujer.

Por ello el sexismo predomina en los medios de comunicación, porque éstos, al ser reflejos de la sociedad, no escapan al machismo que marca a sus representantes. La situación se agrava a veces con una ignorancia atrevida, que cree estar en siempre en lo cierto cuando encara los temas de violencia en contra de las mujeres, sin detenerse un momento a cuestionarse la forma y el fondo del abordaje. Quienes hacen los medios necesitan mayor formación en cierta materias trascendentes, capacitación que solo se puede implementarse con la comprensión y voluntad de los propietarios y directivos de diarios, empresas televisivas y radioemisoras. Capacitación y una dosis de humildad.

En la información no hay continuidad. Es decir, el maltrato o el crimen concita la atención por un momento y luego cae en el olvido o es relegado prontamente por otra noticia que llama la atención. Nos he hecho muy mal poner toda la comunicación en manos exclusivas de la noticia. Así, el qué se queda sin el por qué. La voz de alarma nos trasciende más allá. Es el triunfo de lo efímero, de lo superficial, lo que impide el aspecto educativo hacia la audiencia, el lector o el televidente.

Marcha de las putas” del domingo 22 de marzo en Quito. Amplio rechazo al Plan Familia Ecuador, una nueva política de planificación familiar que prioriza los valores familiares y el retraso de las relaciones sexuales. Los manifestantes portaban pancartas con textos como, “Plan Familia no, plan puta sí” o “ni Dios ni Estado"
Marcha de las putas” del domingo 22 de marzo en Quito. Amplio rechazo al Plan Familia Ecuador, una nueva política de planificación familiar que prioriza los valores familiares y el retraso de las relaciones sexuales. Los manifestantes portaban pancartas con textos como, “Plan Familia no, plan puta sí” o “ni Dios ni Estado»

Los problemas de las mujeres no están en las agendas mediáticas, parecieran no tener mayor importancia. Más aún, no cuentan como asuntos fundamentales en los planes de quienes tienen el poder para decidir sobre el futuro de las vidas de las mujeres. Dicho lo cual, pensar que es imposible salir de esa lógica es fatalista y los fatalistas nunca han contribuido positivamente a mejorar el destino de los seres humanos.

No se trata aquí de nombrar a las mujeres únicamente cuando son víctimas del agravio psíquico y/o físico, sino hacerlo de forma incluyente, reivindicar el principio que ante todos los desafíos sociales se impliquen tanto hombres como a mujeres en igualdad de condiciones.

Otro ángulo es que los medios evitan ser juzgados. Hay varias razones para ello. Una es la política. Cuando el poder juzga para premiar o castigar nadie quiere ser evaluado; mucho menos cuando una mala calificación puede costar el trabajo y el sustento. Al final de cuentas el problema es que no existe cultura profesional de la autocrítica individual y colectiva. La egolatría es el escollo fundamental a la hora de escuchar lo que los periodistas no deseamos escuchar.

Uno de los ejemplos paradigmáticos de la violencia en general y la ejercida sobre las mujeres en particular es ese largo medio siglo colombiano. Mujeres y niñas han sufrido el acoso, el secuestro, la violación y la muerte indistintamente a manos de gente armada. Con el diálogo y el eminente fin del conflicto llega la hora de buscar y aplicar otras formas de tramitar las diferencias sociales. Es un momento esperanzador en el que las mujeres son incluidas en los diálogos no solo como víctimas sino como actoras del pasado y la discusión del futuro.

Finalmente es inevitable tocar el Plan Familiar Ecuador que ha provocado gran revuelo y protestas en el ámbito nacional ecuatoriano, en donde hay cerca de 200 víctimas anuales por feminicidio o femicidio como se dice por allí. Este año las Marcha de las Putas (iniciativa surgida a raíz de la declaración del policía canadiense Michael Sanguinetti quien dijo que “las mujeres deben evitar vestirse como putas, para no ser víctimas de la violencia sexual”). Este año la marcha en Ecuador ha estado marcada por pancartas que rechazan con vehemencia el Plan Familiar Ecuador. Las mujeres lo consideran un franco retroceso en sus derechos, las perspectivas de género y por todo ello rechazan la tutela que el Estado pretende imponer a los cuerpos y las relaciones sexuales.

Resulta sorprendente que la controversia se viva en un país que se precia de un progresismo revolucionario en marcha. Pareciera que ni los más revolucionarios escapan al machismo y a las concepciones conservadoras de la sexualidad. Tanto es así que, por ejemplo, el gobierno colombiano y las FARC han puesto sobre la mesa el tema.

Tal vez la mayor deuda de la llamada Revolución Ciudadana es con las mujeres en el Ecuador.

José Zepeda

Periodista, productor radiofónico, capacitador profesional.

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