Evo Morales: 4 años más de socialismo pragmático
El pasado domingo Evo Morales ganó ampliamente las elecciones presidenciales en Bolivia. El presidente prolongará su política de ‘socialismo pragmático’, algo que también debe alegrar a los capitalistas.

Morales logró bastante más de la mitad de los votos, con lo que comienza holgadamente su tercer mandato. Ahora se espera el resultado definitivo que se publicará el 22 de octubre. Si hubiese logrado una mayoría de dos terceras partes, el presidente podría cambiar nuevamente la Constitución, para hacer posible un cuarto mandato.
En la noche del domingo Morales reclamó la victoria con una eufórica retórica izquierdista. Calificó su victoria de un triunfo sobre ‘el capitalismo y el colonialismo’. Una declaración de esa índole cae bien en ciertos sectores de América Latina, dominada por gobiernos izquierdistas. Incluso antes de publicarse el resultado, llegaron las felicitaciones de los camaradas de Argentina, Ecuador, Venezuela y Nicaragua.
Pero dos días después quedó claro, como de costumbre, que la sangre no llegaría al río. En un encuentro con la prensa extranjera Morales prometió mantener su política de socialismo pragmático, asegurando que las propiedades y empresas privadas seguirán siendo privadas, pero que se ampliará la participación del Estado en la economía.
En los últimos 8 años esa política ha sido exitosa. Gracias a las ganancias del gas natural y del petróleo, hubo fondos para invertir, entre otras cosas en la infraestructura. La economía creció con un promedio de un cinco por ciento al año y ha desaparecido el déficit presupuestario. El capitalista medio debe tener poco que objetar al clima de inversiones en Bolivia.
Aún así, Bolivia sigue siendo uno de los países más pobres del mundo. Un 45 por ciento de los 10 millones de bolivianos vive en extrema pobreza. Un rayo de esperanza: hace cinco años era un 65 por ciento. Morales aseguró que la lucha contra la pobreza sigue siendo una de las prioridades y que sólo podrá tener éxito con un continuo crecimiento económico. Y para ello Morales cree indispensable una creciente intervención del Estado.
Ese crecimiento no se financia solamente con la exportación de gas y petróleo. Y tampoco se alcanza sin la ayuda del empresariado (extranjero). El intento de crear una próspera producción del popular superalimento quínoa fracasó debido a las técnicas primitivas y las tradiciones de la población del Altiplano, la meseta de Los Andes, donde la quínoa prospera. Bolivia no fue capaz de satisfacer la enorme demanda desde Europa y Estados Unidos. Entretanto se han desarrollado otras variantes que también crecen en otros climas. La quínoa se cultiva ahora incluso en los Países Bajos.
Para la explotación del precioso metal litio, que se encuentra en grandes cantidades en el salar de Uyuni, Bolivia ha contratado expertos del extranjero, entre otros de Holanda. Para el pesar de los activistas de Occidente, el medio ambiente es supeditado al crecimiento. Y la reciente reducción de la edad laboral de 14 a 10 años es más pragmática que socialista. Bolivia es el único país en el mundo que ha legalizado el trabajo infantil.
En el último período legislativo Morales ha logrado el apoyo de la mayoría de los pueblos indígenas. Era menos obvio de lo que parece. Cuando fue elegido por primera vez, era sobre todo el presidente de los indígenas del altiplano, los Aymara y los Quechua. Los pueblos de las tierras tropicales se mostraron reacios a esos descendientes de los Incas. Con regularidad se producían conflictos y grandes manifestaciones contra el presidente, a quien se le reprochaba que privilegiara a su ‘propio pueblo’. En los últimos años hubo más tranquilidad en ese terreno en parte porque las tierras bajas escasamente pobladas empezaron a beneficiarse de los programas contra la pobreza.
Aún así Morales causó irritación con la construcción, por 450 millones de dólares, de una serie de teleféricos modernos desde el centro gubernamental de La Paz a El Alto. Esta conglomeración de favelas se convertido en una empobrecida ciudad millonaria, una reserva de mano de obra barata para los edificios gubernamentales, los mercados y la industria situada 400 metros más abajo. La conexión moderna ahorra a los habitantes de El Alto horas de caminata hacia su trabajo, subiendo y bajando vertientes. Y ellos se lo agradecen a su presidente, como quedó de manifiesto en el resultado electoral del pasado domingo.