En un país donde el poder miente, la gente le cree a María Corina Machado
Probablemente la votación supere los dos millones de votos, pese a todos los pesares. La demostración de civilidad, de jornada democrática contrasta con las acusaciones de fraude y las amenazas a la candidata ganadora. Puertas afuera la campaña de desprestigio va a continuar sin pausa. Puertas adentro el gobierno sabe que su gestión se cotiza a niveles mínimos en la sociedad.
Ángel Lombardi es historiador, exrector de la Universidad del Zulia, y exrector de la Universidad Católica Cecilio Acosta
La conversación busca alejarse por igual de la denostación y el odio, como de la falsedad y el dogmatismo ideológico.
Se presume que votaron aproximadamente más de dos millones de personas en las primarias. Vamos por partes. Los partidarios de esta jornada aseguran que la concurrencia a las urnas superó todas las expectativas. ¿Es realmente así?
Es cierto. La expectativa más optimista de los que participaban en las primarias eran 4 millones. Ellos mismos decían que se trataba de una proyección muy optimista, casi utópica, pero que el objetivo sensato era sobrepasar el millón de participantes y tratar de ubicarse cerca de los 2 millones. Esa era la expectativa real.
Se sobrepasaron las expectativas, aunque todavía no hay una cifra definitiva, se cree que estaríamos en dos millones y medio más o menos. La mejor demostración es que en algunas mesas no pudieron votar algunas personas porque se agotaron las planillas distribuidas, las planillas de votación. Es decir, que la propia organización se manejó con criterios reales, pero fueron sobrepasados y fue una manifestación realmente muy espontánea.
La prensa partidaria del Gobierno ha ignorado el acontecimiento. No hay titulares que hablen de las primarias, de tal manera que ha cumplido la orden.
De hecho, sin ningún ocultamiento, ellos previamente dieron instrucciones que fueron denunciadas por instituciones y personas muy serias. El organismo que regula los medios de comunicación en Venezuela, CONATEL, estableció la censura, sabiendo perfectamente que las emisoras de radio, televisión y periódicos iban a ejercer la autocensura, porque de ello depende el continuar transmitiendo. Y efectivamente funcionó. Si se ve la televisión venezolana, la prensa como usted dice, es como si no hubiera pasado nada el domingo 22. Todo apuntaba a que se trataba de un domingo de picnic.
Gracias a la tecnología de Internet, podemos decir que hemos estado informados y en la práctica todos nos convertimos en comunicadores, porque se tomaban fotografías, se compartían comentarios, etcétera. Eso ha funcionado de buena manera porque en Venezuela afortunadamente la cobertura y el acceso a Internet y a los equipos necesarios está generalizado en todos los sectores. Así que Internet evitó ocultar totalmente la jornada electoral de las primarias.
Tengo la impresión de no equivocarme si le digo que nunca en la historia de Venezuela una candidata ha conseguido tal respaldo, 90, 92%. Uno se lleva a creer que la gente piensa lo siguiente: “Usted, señora María Corina Machado, es la señalada para sacarnos de esta situación”. Es una inmensa responsabilidad.
El único caso de un porcentaje tan alto pero inferior, fue nuestra primera elección presidencial, libre y universal. El voto universal se aprobó en 1947 y la primera elección, en 1948, la gana Rómulo Gallegos, escritor famoso, alcanzó un 70 y tanto %. Fue un fenómeno impresionante porque era la primera vez que se ejercía el voto universal. Lamentable, ese ejercicio democrático acaba nueve meses después con el consabido golpe de Estado.
Pero aquí, este fenómeno del 90% es la vez primera y como usted dice, representa una gran responsabilidad.
Escuchando las declaraciones de María Corina Machado, después de que se confirmaran los primeros resultados, me tranquilizo porque fue un discurso breve pero centrado. Ella hablo de transición, gobernabilidad, o sea, convocatoria a todos, garantizar la gobernabilidad, vale decir, un discurso que, sin renunciar a ningún principio de lo enarbolado en la campaña, estaba dirigido a crear una convocatoria nacional.
Si va por allí, creo que se encamina por la senda correcta. Es una persona inteligente, bien formada y asesorada.
Vamos a confiar de que la gran victoria no la llena de orgullo, sino al contrario, de humildad y servicio. De esa manera es seguro que va a equivocarse lo menos posible.
El gobierno y sus partidarios han hecho todo lo posible para dificultar al máximo la realización de las primarias. Es fácil suponer que harán todo lo imaginable para impedir que Machado sea la candidata. Enarbolarán los acuerdos de Barbados firmados también por la oposición, en los que se garantiza la participación de todos los partidos políticos, siempre y cuando cumplan con la ley. Y van a decir -no hay que ser sabio para suponerlo- que Machado no cumple con la ley, que está inhabilitada.
Hay una frase que se repite constantemente y que se le atribuye al dictador Franco y otros se la endilgan a Leonidas Trujillo, el dictador dominicano: “A los amigos todo, a los enemigos, la ley”. Así van a actuar, como lo han hecho hasta ahora.
Copados todos los estamentos y subordinado el poder Judicial deciden que la ley se interprete de manera arbitraria, de modo que responda a sus intereses. Pero la gente no es tonta, lo sabe,
La inhabilitación, lamentablemente fue utilizada por algunos de los que participaron en las primarias para tratar de descalificar a la propia María Corina y dificultar su victoria.
La Constitución venezolana, en su artículo 42, en su numeral segundo, dice expresamente, en letra y espíritu constitucional que una inhabilitación, tiene que ser producto de un proceso judicial penal cumplido en todas sus instancias y con sentencia firme. En el caso de María Corina y los otros inhabilitados, Henrique Capriles, etcétera, no hay juicio penal. Es una decisión administrativa de una contraloría subordinada en donde ni siquiera han tenido la formalidad de enviar un documento, un papel. O sea que María Corina oficialmente no ha recibido ninguna notificación de una decisión administrativa que ni siquiera firma el contralor titular, sino un funcionario subordinado, y que, de paso, ese contralor que inhabilita ahora preside el Consejo Nacional Electoral. Allí hay un uso arbitrario de la legalidad constitucional. Van a insistir y lo van a seguir pregonando. Pero creo que el mensaje del domingo por la noche es muy claro: no nos creemos las mentiras y manipulaciones, estamos cansados de un régimen que ha destruido todas las posibilidades reales que teníamos como sociedad de futuro. Usted y la mayoría del mundo conocen muy bien la cifra de destrucción de este país, equivalente a una guerra larga, terrible, sin tener nosotros ninguna guerra, sino la realidad amarga de un proyecto autoritario.
Los venezolanos lo han experimentado en dos décadas. Saben que en el gobierno vive un núcleo duro que tiene como lema palabras más, palabras menos: Todo es negociable, menos el poder.
Agreguemos una frase perversa: No nos vamos ni por las buenas ni por las malas. Reiteradamente blandida. Yo puedo decir por las malas no me voy. Como diría Betancourt, cuando hubo la campaña para que renunciara, dijo, ni renuncio ni me renuncian, porque él estaba amparado por un mandato constitucional y una legalidad democrática. Tú puedes decir no me voy por las malas, pero no se debería decir, no me voy por las buenas, porque entonces me estás tirando la puerta en la cara. No te importa nada.
Ellos no esconden su proyecto. Fíjese que no he utilizado la palabra gobierno en ningún momento, sino régimen. Un gobierno puede ser bueno, regular o malo, y el ciudadano juzga y de acuerdo con la Constitución, puede ser relevado por vía democrática. Una de las características fundamentales de la democracia, aparte de separación de poderes, es la alternabilidad. Aquí niegan esa posibilidad. Un régimen es la eternidad en el poder. Y eso es intolerable desde el punto de vista democrático, civilizatorio y cultural. Porque si una sociedad evoluciona, como lo hace la vida, la política tiene que cambiar de acuerdo con las demandas que la propia sociedad va estableciendo. Esa es la gran riqueza de la democracia, la posibilidad de cambiar a un gobierno. Es lo realmente hermoso. La democracia es lo que hay que proteger.
Han costado 20 años para que la mayoría opositora se una. Y a pesar de que el gobierno siempre ha jugado a dividirla, la mayor responsabilidad es ciertamente de los propios opositores. Soy consciente de que es mucho pedirle, pero ¿cuán sólida es esta unidad?
Primero, el comentario sobre divide et impera, divide y vencerás. Se sabe que forma parte de la teoría política clásica. Todo el que detenta el poder cuando se ve amenazado su primer recurso es tratar de debilitar al adversario, dividiéndolo. En política es relativamente fácil, porque la política partidista significa un pedazo que defiende su existencia.
Ahora, lo que usted plantea va a ser sumamente difícil. La unidad no es un ideal metafísico. Es una construcción de intereses diversos y plurales. Es una característica loable. Entender la unidad política como que todos somos uno, es mentira, es falso y no funciona.
Creo que hay que partir de la idea de que hay intereses diferentes, lícitos, que hay que respetar. Por eso uno de los candidatos que mejor papel -a mi juicio- hizo en términos discursivos, de propuesta, Andrés Caleca, argumentaba: Vamos a crear una gran coalición nacional. Una coalición no desdibuja a los participantes. Cada partido es lo que es y de acuerdo con su doctrina, sus características. Y el que no pertenece a un partido tiene cabida allí y mucha gente va a exigir su lugar.
Ahí está el gran desafío, seguir construyendo la unidad, sin odio, sin descalificaciones, de manera constructiva. María Corina Machado lo ha logrado. En una campaña electoral tal propósito solo se puede alcanzar cuando tú conectas con la necesidad de la mayoría. Me refiero a lo económico, a las expectativas de vida, a lo psicológico, lo emocional. Cuando tú conectas, la gente te cree.
La credibilidad, en el discurso es muy fácil tenerla en términos retóricos. De hecho, los publicistas recomiendan a todos los candidatos que conecten con las necesidades del pueblo. Pero el problema es la credibilidad. La fuerza de la palabra no es tanto la palabra en sí, en su sentido racional de significado y significante, sino el emisor, quién la dice.
María Corina ha demostrado que tiene credibilidad y ella, de hecho, en jerga venezolana, ha cobrado. Ha cobrado 20 años de coherencia, de integridad. Hizo su travesía del desierto sin amargura, no abandonó la lucha. La gente la está recompensando por todo aquello.
El ser humano, por muy pervertido o malogrado que esté, tiende a valorizar realmente, como diría Kant, la ética y la moral. Todo ser humano tiene una tendencia al bien, tiene una inclinación a una proyección ética y moral de la realidad. Quien encarne de alguna manera con credibilidad el sostenimiento del discurso con su conducta, recibe la gratificación y la recompensa merecida.
Tal vez se pueda caracterizar el momento político que vive Venezuela con un adjetivo, fragilidad y un sustantivo, desconfianza.
E incertidumbre. Es cierto. Son palabras que nos definen muy bien. La experiencia histórica de muchos países nos dice que después de un periodo de dictadura en donde ha prevalecido el miedo, el temor, la desconfianza, la huida, el oportunismo, la complicidad, hay una especie de enfermedad social diseminada, como cuando aparece una bacteria que ataca a un organismo enfermo y lo debilita más. Pero la sociedad también tiene la capacidad de generar anticuerpos o de controlar la infección. Bueno, en este momento en Venezuela intentamos controlar la infección autoritaria. En este empeño va a tener un gran protagonismo la gente más decente, la más sana, la menos contaminada, la que se dio cuenta que cometió errores y echa marcha atrás. Estamos en esa lucha de recuperación política y moral de la sociedad venezolana.
Tal vez se pueda caracterizar el momento social que vive Venezuela, y producto naturalmente del entusiasmo popular visto el domingo, de tanta gente votando, pese a toda adversidad, con un nombre femenino, esperanza.
Claro. El pragmático no cree en la esperanza. La realidad está, pero la ella es una interpretación. Entonces, si yo tengo esperanza honesta, sincera, mi futuro siempre lo proyecto en términos positivos, sin ignorar las dificultades. O sea, con los pies en la tierra y la mirada en el cielo. En cambio, los pragmáticos, miden todo por el éxito, lo que vale es cuánto dinero tiene el oportunista. Esos no viven de esperanza, sino de lo que puedan beneficiarse de manera lícita e ilícita. No son actores de futuro. Son usufructuarios de un presente viciado.
La esperanza es un factor importantísimo en la vida personal y social para mirar hacia adelante. De hecho, Ernest Bloch utiliza las palabras, principio esperanza. Si el que está en la vida y en la política no tiene un principio de esperanza, realmente es alguien en agonía, que anticipa, estando vivo, su muerte. Solo los esperanzados pueden soñar con un mañana.