Cuba, la de las cisternas agrietadas que no contienen el agua viva
Sueños y pesadillas de un cura en Cuba. Así se llama un libro escrito por el sacerdote José Conrado, otro más reciente es Resistencia y sumisión en Cuba. Los títulos ilustran el talente de un hombre que está dispuesto a todo con tal de no callarse. Su voz se sostiene sobre el miedo de muchos, sobre el silencio autoimpuesto

Yo sé que cuando un sacerdote habla de sueños se trata de los anhelos de la vigilia y es fácil suponer que sus sueños son tantos como las necesidades de los cubanos. Dicho lo cual, ¿cuál es el sueño que encabeza la lista?
El ansia de libertad que fue expresada de manera tan explícita por miles de cubanos hace pocos meses atrás. Es verdad que tenemos muchas necesidades materiales. Falta comida. Nos falta la medicina, pero lo que realmente más necesitamos es la libertad, porque con la libertad se consigue todo lo demás. Y es lo que en este momento más le está faltando a nuestro pueblo.
¿Hay también una crisis espiritual?
Por supuesto, el cubano vive en un desierto. Hace sesenta años atrás era un país próspero. Había riqueza y pobreza. Había esperanza. La gente luchaba para salir adelante. El cubano siempre ha tenido una preocupación grande por la educación y eso ha sido como una constante desde el siglo XIX. Incluso todos esos grandes hombres que fueron los fundadores de la nación estaban muy claros en que la única manera que realmente teníamos de crecer era a través de la cultura. Decía Martí: ser cultos para ser libres. La inversa también es cierta, ser libres para ser cultos.
El problema es que después de la experiencia de los 62 años que hemos vivido con el comunismo, la libertad es una clave fundamental de la que no podemos prescindir. Dios nos hizo para ser libres. Cuando el hombre no es libre, no es feliz. Cuando el hombre no es libre, no tiene las condiciones mínimas necesarias para resolver sus problemas en comunión con los demás. No para que le resuelvan los problemas, no para que le dicten la vida, sino porque él decide vivir asumiendo sus responsabilidades.
Hoy por hoy se critica mucho a la democracia. A veces para algunas personas puede parecer menos eficaz, pero en realidad la única manera que tenemos de conservar y de mantener la libertad es a través del control de los poderes, y de que los poderes estén al servicio del hombre concreto, de carne y hueso. El gobierno dice que él es el que pone la educación, el que pone la comida, muy poca, por cierto, el que da el trabajo. Pero es el que tiene el ejército, el que controla la prensa, el que controla la legislatura, la judicatura. Las mismas personas, la misma ideología. Vamos a decirlo así: el gobierno impone la ley con la que vives y que te hace cumplir sin que tú puedas tener el recurso a defenderte, porque son los jueces y los soldados los que te meten preso. Todo es una misma cosa. Al final el hombre es como una pequeña hormiga frente a la pirámide, a la mole del poder que te aplasta, aunque no esté encima de ti, y mucho más cuando está encima de ti.
En 1994 usted escribió una carta abierta a Fidel Castro donde le pedía elecciones justas, que iniciará conversaciones tanto con los disidentes como con el exilio. Quince años después le mandó otra carta, en este caso al hermano, Raúl Castro, pidiéndole explicaciones por la situación de los derechos humanos en Cuba y la necesidad pronta de solucionar ese problema. Cito estas dos cartas para señalar que desde hace ya años usted ha mantenido una actitud crítica con el gobierno de La Habana, pero hoy día se han levantado otras voces de la Iglesia, otros sacerdotes que han mandado de paseo al silencio y han comenzado a hablar. ¿Por qué ahora?
Esta experiencia la tuve en aquellos años 90. Fue muy dramático tomar la decisión de hablar, incluso cuando los obispos guardaban silencio por tantos años. De hecho, la carta mía fue escrita antes de la carta de los obispos, El amor todo lo espera (8 de septiembre de 1993) que vino a romper el silencio frente a la situación tan grave que vivía el pueblo cubano en ese momento. Mi carta es cuatro meses anterior. Por mucho tiempo estuve diciéndole a los obispos, tienen que hablar, no pueden callar frente a lo que está pasando porque callar es peor. Entonces decidí hablar y empecé a hacerlo denunciando en mi parroquia. Me daba cuenta de que cada vez que denunciaba las violaciones de los derechos humanos, la gente me iba a ver cuando tenía problemas. Yo les decía que era cuestión de buscar un abogado y me respondían que los abogados tienen miedo. Llegó un momento en que empezaron a tomar represalias contra mis feligreses y esa fue una historia dramática. Así es que reuní al consejo parroquial y les dije, miren, yo ya no hablo más, porque cada vez que lo hago ustedes son los que pagan, a ustedes los amenazan, los detienen.
El consejo parroquial en pleno me dijo, no padre, usted no se puede callar y nosotros estamos dispuestos a aguantar lo que haya que aguantar, pero usted siga hablando. Pero lo cierto es que las cosas se pusieron graves. Claro, los obispos habían publicado la carta que creo fue inspirada por el Espíritu Santo. Fue algo realmente extraordinario. Después ocurre un acontecimiento terrible en nuestra patria. En el 94 el pueblo de La Habana se levantó y se lanzó a la calle. Fue el hundimiento del remolcador y la crisis de los balseros. Realmente se me llenó la cachimba de gusanos como decimos acá, y dije ahora la voy a hacer pública y en la misa la vida de la caridad, el 8 de septiembre del 94 fue cuando leí públicamente la carta abierta a Fidel Castro y ha sido uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Leí la carta tal cual la había escrito, diciendo que iba a ocurrir lo que de hecho ocurrió. Anuncié en el 93 lo que ocurrió en 94, que la gente se lanzó a la calle, se lanzó al mar a morirse con tal de salir de Cuba, porque no daban más con la crisis, murió tanta gente en el empeño de irse. La razón última fue la conciencia de que no debíamos callar por una parte y por la otra la desesperación al ver lo que estaba pasando en ese momento el pueblo.
Entonces, el otro aspecto de mi consulta se debe también a la desesperación por la situación que se vive hoy en Cuba.
Es que, como decimos acá, el cuartico está igualito. Han pasado tantos años y estamos en una crisis mayor que la de los balseros, que la crisis del período especial, vea, se ponen nombres ambiguos a las realidades del período especial. Yo digo hay que ponerle el apellido, el período especialmente malo. En aquellos días la gente no tenía que comer. Una situación que se parece mucho a la que estamos viviendo ahora, una represión como la que ha habido en el mes de julio. Y con esas amenazas de violencia, con esa incitación hecha por el Presidente de la República. La gente está cansada, los jóvenes quieren irse. La realidad es que estamos viviendo tiempos muy duros.
Hace muchos años, un gran amigo, que es uno de los hombres que más sabe de la política cubana, Jorge Ignacio Domínguez, era decano de Politología de la Universidad de Harvard. Lo llamé por teléfono: Oye chico, como tú ves la situación. Estábamos en el año 91, ya en período especial. Su respuesta: José Conrado, estoy muy pesimista porque ellos tienen poder suficiente para mantenerse gobernando, pero no tienen poder para resolver los problemas del país. Yo le auguro un largo caso al gobierno que lo va a pagar el pueblo cubano. Eso fue en el año 91. Han pasado 30 años. Y las palabras de Jorge Domínguez tienen la actualidad que tuvieron hace 30 años atrás. Cómo tú puedes mantener a un pueblo agobiado o angustiado que ya no aguanta más, que no tiene esperanza. El cubano es un pueblo, como decía Lezama Lima, que levanta sus grandes catedrales en la tierra del futuro. Siempre hemos sido muy optimistas y en la peor de las circunstancias pensamos, pero mañana será mejor.
Quieren el poder absoluto, que nadie que pueda abrir la boca. Todos los poderes totalmente en sus manos. Tienen la escuela para enseñar lo que ellos quieran. Es una población cautiva, metida en una realidad virtual inventada, propagada por todos los medios de comunicación masiva. Ahora, con Internet las cosas han ido cambiando. La gente tiene más información de lo que pasa y de la realidad fuera de Cuba. Por eso yo digo que mi sueño máximo es la libertad.
Y el gobierno y sus partidarios, dentro y fuera de Cuba, siguen asegurando sólo una cosa, todo esto es consecuencia del imperialismo norteamericano y su bloqueo.
El otro día cogieron presos a los pescadores de San Pedro. Les quitaron los barquitos que tienen, hechos por ellos mismos. Pero el pueblo comía pescado. Le quitaron todo. ¿Fue el bloqueo el que les quitó los implementos de pesca a ese pueblo de pescadores, pero pobre? Y lo mismo pasó en Casilda. ¿Depende del bloqueo que no haya organización, que las carreteras estén imposibles? Todo es así. No hay agua. La desfachatez de vender en dólares. Las tiendas están vacías. Yo sé cuáles son las tiendas que tienen algo donde uno pueda comprar comida, puede comprar lo que sea, pero en dólares. La gente no gana en dólares, ganan en peso cubano.
Entonces la asfixia es de todo el pueblo. No es que haya alguna persona que esté más o menos bien, aquí está asfixiado todo el mundo. Bueno, el Estado no. El Estado recauda todo el dinero que la gente de afuera le manda a la familia para que sobreviva.
Hay una inflación galopante. Aquí siempre se han criticado las medidas de choque de los países neoliberales, pero este periodo es de aplastamiento. Con la pandemia se vio claro. No había ni oxígeno. Se enterraba de noche y de día. Básicamente las cantidades exactas de muertos no se reflejó porque, por ejemplo, de aquí decían que habían muerto tres personas en el día y eran quince. ¿Cómo tú logras que la gente crea que estamos viviendo en el mejor país del mundo? No tiene modo de enterarse de la realidad.
Hay un sector de la Iglesia Católica cubana que me llama particularmente la atención, que tiene el siguiente criterio, nosotros estamos en contra del sector más progresista de la Iglesia, al que le gustaría tener una jerarquía que fuera más firme con el Gobierno, lo que no puede hacer la Iglesia, dicen ellos, es alentar lógicas políticas que alimenten la neutralización del otro. Y digo que me parece sorprendente porque es precisamente el Gobierno el que mantiene desde siempre ese pensamiento excluyente.
Por supuesto, ellos nos han pedido siempre el silencio. Es lo que siempre han querido. No soportan que la Iglesia diga la verdad. Al comienzo el gran error de los obispos fue que dijeron, tres o cuatro meses antes que Fidel, que Cuba iba hacia el comunismo y por eso atacaron a los obispos, les llamaron falangistas, fascistas. Los metieron presos. Hicieron horrores. Pero tres meses después, Fidel Castro dijo, yo siempre fui comunista. Ha sido difícil para la iglesia encarar esta situación. Por supuesto, en los primeros tiempos la Iglesia fue muy valiente. Pero después está lo que cuenta Monseñor Pedro Meurice, quien era secretario del arzobispo Enrique Pérez Serantes. Un día, llorando, Serantes le dijo: muero como un perro mudo. El mismo hombre que había escrito aquella carta fabulosa diciendo la verdad de lo que estaba pasando en Cuba, dice que se va mudo porque cada vez que hablaba le metían preso al presidente de los Caballeros Católicos o al presidente de la Juventud Católica, a la presidenta de las Damas Católicas, a los laicos. Entonces, se calla.
Y el pueblo mismo cogió miedo. No hay que olvidar que la Iglesia de Cuba estuvo prácticamente vacía. Después de la persecución, los obispos no tenían fieles. El obispo de Cienfuegos era muy amigo mío, Monseñor Alfredo Müller, decía, mi diócesis está en Miami. Todos se fueron. Esa realidad hay que tenerla presente para entender también el silencio. Después la Iglesia se dedicó poco a poco a reconstruir las comunidades, a formar a los cristianos a la luz del Concilio Vaticano Segundo.
Lo que ha hecho la Iglesia en Cuba nadie se lo puede imaginar porque reconstruyó desde bajo cero. Decía Aristóteles que para entender las cosas había que verlas desde su origen, porque todo se perdió, los colegios, los hospitales, y la Iglesia quedó reducida a la mínima expresión, y el pueblo empezó a creer en la revolución. Al principio la gente y todo el mundo era fidelista Después, cuando las cosas empezaron a cambiar y a afectar a la gente, ya hubo quienes abrieron los ojos. El pueblo sí creyó que este proyecto iba a traer prosperidad y justicia, pero al final todo eso ha quedado encallado en esta tristeza. Yo le decía al comandante Fidel Castro, presidente Fidel Castro, usted tuvo un proyecto político que se basaba en la violencia planetaria. Qué puso a los cubanos a luchar en todos los frentes del mundo, en Angola, en Yemen, en toda América Latina. ¿En qué ha terminado esa política? en el desastre en el que estamos ahora, Cuba, es un país totalmente empobrecido que ha perdido toda su riqueza.
En mi país y en otros de América Latina, la gente acostumbra a decir cuando le hacen las cosas difícil a alguien, le está haciendo la vida a cuadritos. A usted el Gobierno ¿le hace la vida cuadritos?
Desde hace muchos años. Todo me lo pueden quitar, hasta que me metan preso, pero no ha llegado todavía. Pero no me pueden quitar la alegría, es que, si me quitan la alegría, me lo quitan todo. Yo soy de apellido Alegre y la alegría no viene porque tenga éxito, porque sea aceptado, porque me vaya bien, porque todo el mundo diga, ay, qué bueno que es. No, la alegría viene de uno, de cumplir con su conciencia, con su deber y estoy dispuesto a renunciar incluso a mi libertad con tal de alcanzar la verdad. Pienso que del poco dinero que hay en el país la inmensa mayoría se gasta en propaganda. Hay que ver las cosas que dicen de Cuba en el mundo y hay gente que lo cree firmemente. Que vengan a vivir, que vengan a ver como es la vida del cubano, la vida real, la de la verdad, nuestra vida.
Estamos a fin de año, viene la Navidad, viene el año nuevo. Son fechas propicias para convocar a la reflexión, al examen de conciencia. ¿Cuál es su mensaje para el pueblo de Cuba que está sufriendo esta crisis y para el mundo en general que padece la pandemia?
Dios nos ofrece el camino, porque solo Cristo es el camino, la verdad y la vida. Desgraciadamente buena parte de nuestro pueblo creyó en esto de verdad, pero es cisterna agrietada que no contiene el agua viva. La única fuente de agua viva es Jesucristo. No digo ni la Iglesia, la Iglesia anuncia a Jesucristo. En este momento, creo que el pueblo tiene que abrirse a la experiencia de la fe. Si quiere realmente resolver estos problemas que nos afectan, si no tenemos esa fuerza, óigame, hace muchos años una persona me dijo: “Para vivir así más vale morirse”. Es una fase terrible. Así es en los pueblecitos que visito, en los que, en unos meses, tres o cuatro personas ahorcadas. Se han suicidado. El problema del suicidio en Cuba es un tema fundamental. ¿Por qué? Porque la gente no tiene esperanza, y un pueblo sin esperanza, es un pueblo abocado a la muerte. Uno tiene que descubrir cuál es la fuente de la vida. Cristo es la fuente de la vida. Abrirle la puerta del corazón, de los hogares y de los pueblos a Cristo, para que Cristo reine en nosotros. Cristo es la verdad. Entonces, frente a patria o muerte, Patria y Vida, el eslogan, y sobre todo, no olvidar la verdad de Cristo.