Brisa de Angulo Losada. La Corte Interamericana le da la razón que le negó la justicia en Bolivia

Brisa de Angulo Losada consiguió, con la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que se condenara al estado de Bolivia por denegación de justicia y, tan importante como eso, que en el futuro los estados miembros deben adoptar las recomendaciones para proteger a los niños y adolescentes víctimas de abusos sexuales y crear los mecanismos necesarios para evitar la impunidad

Brisa en medio de una manifestación

Comencemos por lo más reciente. ¿Qué piensa de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre su caso?

Estoy muy contenta al ver que la Corte se ha pronunciado y reconocido los hechos que me sucedieron y que le suceden a los niños, niñas y adolescentes como actos inhumanos y crueles.

Tengo mucha esperanza por todos los nuevos estándares que ahora la Corte ha dispuesto para toda la región y que los gobiernos comiencen a modificar sus prácticas y sus leyes para adaptarse a los estándares internacionales. Así que es grande mi esperanza.

Han pasado 21 años desde que su primo abusó sexualmente de usted y la violó en diversas ocasiones. Durante todo este tiempo la justicia de Bolivia no pudo condenar al abusador y por eso usted recurrió a la Corte Interamericana. ¿Se sintió y se siente desamparada por la justicia de su país?

Sí. No solamente por la justicia. Toda mi familia me dio la espalda. Mi caso continúa abierto. Sigo esperando que se haga justicia contra mi agresor, el fugitivo. Él está libre caminando por las calles, trabajando en iglesias junto con jóvenes y niños. Yo llevé mi caso a la Corte Interamericana para que el Gobierno pueda visibilizar lo que está haciendo y las fallas que se cometen en contra de la niñez.

Usted se vio obligada en diversas ocasiones a relatar los pormenores del abuso. La sentencia dice que eso es contrario a la debida diligencia, porque recordar lo sufrido hace revivir situaciones traumáticas. ¿Es ese su caso? Lo traigo a colación porque resulta que hay víctimas que aseguran que entre más hablan de su caso particular, más avanzan en superarlo.

Creo que es diferente cuando uno tiene la opción de contar su historia por voluntad propia. Otra cosa es cuando yo fui a la Fiscal y le conté la historia, ella me exigió, vuelve a contar, vuelve a contar. Me hizo repetir una y otra vez porque ella me decía: “yo sé que estás mintiendo y tengo que encontrar dónde estás mintiendo”. Entonces es muy diferente cuando uno tiene el poder para contar su historia como la siente a cuando el control le pertenece al Estado.

Es importante lo que usted acaba de decir, porque normalmente se considera que una de las disculpas favoritas del abusador es, bueno, es que ella me provocó, ella me buscó, ella se me ofreció. Usted dice ahora no, no solo es el abusador, son las autoridades, son los otros. Todos los que tratan de transformar a la víctima en culpable.

Especialmente si es adolescente. Existe una creencia de que los adolescentes son los que provocan, y es precisamente es uno de los puntos importantes que toca la Corte Interamericana en situaciones de incesto. En casi en todo el mundo el incesto no es considerado como un delito y se pregunta si hubo o no hubo consentimiento y otras consultas similares. Pero ahorita la Corte ha pedido que se haga una tipología diferente a la violación, en donde todo adulto tiene que respetar a las niñas y cualquier interacción sexual que tengan es automáticamente un crimen.

A pesar de todo lo sucedido, del trauma, el dolor, usted creó un año más tarde de lo sucedido, es decir, a los 17 años, el primer centro en Bolivia para la atención integral de niñas y niños sobrevivientes de abuso: Una brisa de esperanza. Además, es abogada y psicóloga infantil. Sobre lo que acabo de decir, dos aclaraciones. La primera, cómo hizo para sobreponerse, porque hay mujeres que nunca lo consiguen.

Creo que eso es un mito la creencia que uno puede superarlo completamente. Se trata de un trabajo que dura toda la vida y todavía sigo batallando con diferentes traumas que me van a acompañar el resto de la vida. Es un caminar, un proceso, pero mancomunada con gente que cree en ti, con la compañía de otras sobrevivientes, la fuerza es más grande cuando te puedes aliar con otras que han sufrido el trauma, y juntas poder salir adelante. Es una fuerza que te ayuda a ver que todo tiene un sentido y que tú puedes transformar la realidad para llevar sanidad a otros.

Lo dijo al pasar, la segunda aclaración tiene que ver con eso. Pese a todo lo bueno que hizo y que hace, ¿quedan entonces heridas de lo sucedido? ¿Cuáles?

Por ejemplo, todavía tengo pesadillas que me despiertan en la noche. Que eso ocurre cuando uno menos lo piensa. O el miedo que cargamos con la gente. ¿Será que la persona que está delante mío me va a lastimar? O caminar por las calles y siempre mirar hacia atrás ¿alguien va a venir? Son miedos que uno soporta todo el tiempo en el proceso de decidir confiar o no en otra persona. O, por ejemplo, con mis hijos. El pánico que alguien los vaya a lastimar. Siempre pensando en lo peor.

La forma en que ves el mundo nunca volverá a ser como lo veías antes. Eso afecta en situaciones laborales, de relaciones, de maternidad, sin olvidar la parte fisiológica. Yo soy neuropsicóloga y he estudiado el impacto del trauma en el cerebro que daña el sistema inmunológico de las víctimas de violencia sexual. Así, una persona tiende a enfermarse más, a ser más propensa a desarrollar asma, cánceres, diferentes males. Es cierto, hay muchas situaciones médicas que yo sé que son a raíz de que mi cuerpo no tiene las defensas que debería porque ha sido afectada la parte del cerebro que apoya al sistema inmunológico.

Bolivia. Se registraron 1119 denuncias de violencia sexuales contra niñas, niños y adolescentes en los primeros ocho meses del año 2021. Y otras encuestas aseguran que la violencia sexual en contra de niños y adolescentes aumentó en un 51% en el último tiempo. Es difícil ignorar la gravedad de la situación y seguramente la lista de lo que se necesita es muy larga. Conformémonos aquí con las medidas esenciales que según usted deberían tomarse.

Creo que uno de los primeros pasos es la certificación de personal. No cualquier persona puede manejar estos casos. Un cursito de dos horas no va a ayudar, tiene que ser una certificación por una institución especializada en lo que es violencia sexual. Así que policías, fiscales, jueces que manejan casos de violencia sexual tienen que especializarse. Otra de las grandes cosas es que tiene que haber protocolos. La gente no puede tratar a la gente como le dé la gana. Si se concreta este propósito cualquier funcionario que rompa esos protocolos puede ser judicializado. Eso va a asegurar que todos los niños tengan un estándar máximo de calidad en el proceso de la búsqueda de justicia.

Creo que esas dos cosas son muy importantes. Y después los cambios en la reforma judicial, como lo dice la Corte Interamericana.

No exageran los medios ni las activistas cuando aseguran que su caso es histórico. Primero, porque es la primera vez que la Corte condena a un Estado por abuso sexual a una menor. Segundo, porque usted le da voz y presencia a esas miles de voces y rostros abusados que permanecen en el anonimato, en la sombra. ¿Qué les dice a esas niñas abusadas que no se atreven a denunciar o que si lo hacen saben que van a ir descubriendo que la brisa de la esperanza demora tanto y tanto en llegar?

Es importante que sepan que romper el silencio es muy doloroso, pero no hacerlo es aún más doloroso porque te va carcomiendo poco a poco. Animo a todas las niñas, mamás, mujeres que han sufrido violencia sexual o que conocen a alguien que ha sufrido violencia sexual, que rompan el silencio y les aseguro que van a encontrar en el proceso a gente que la acompañen.

En mi institución tenemos más de 2200 casos de violencia sexual y un 95% de sentencias condenatorias. Cuando empezamos era el 2% de sentencias condenatorias. Ahora tenemos 95%, que es el porcentaje más alto en todo el mundo. Poco a poco se va cambiando la cultura. Si ahora escuchamos y creemos a nuestros niños y niñas, entonces hay esperanza y se va viendo que sí se puede conseguir justicia, aunque yo no la haya conseguido sí la hemos logrado para más de 750 niños, niñas y adolescentes.

Usted dijo en un momento de nuestra conversación que mucha gente le dio la espalda, incluso miembros de su familia. Pero hay gente que seguramente tuvo una actitud distinta, la apoyó y le dijo “yo estoy junto a ti”.

Mi papá, mi mamá, mis hermanos y hermanas estuvieron desde el primer momento a mi lado, pero los 40 tíos y tías y todos los primos, abuelos, me dieron la espalda, incluso fueron al juicio a testificar en contra mía. Ninguna institución me dio una palabra de aliento, ninguna persona del gobierno me trató con calidez o con respeto, y fue por eso por lo que empecé la fundación. Me dije: No puede ser que todos estos niños sientan y reciban lo que yo recibí. Entonces pensé: Voy a dedicar el resto del tiempo de mi vida a que otros niños reciban lo que a mi me negaron.

Y eso está haciendo ahora.

Eso estoy haciendo y lo he hecho por los últimos 18 años.

El siguiente es un ejemplo del esfuerzo del centro. Testimonio de una víctima de abuso sexual:

Mi nombre es María del Carmen, tengo 23 años. Soy víctima sobreviviente de violencia sexual. Desde mis ocho hasta mis diez años, mis agresores fueron dos sobrinos de parte de la familia de mi papá.

En mi infancia vivíamos en casa de mi padre y ahí ocurrieron los hechos, ya que me quedaba prácticamente sola porque mis papás trabajaban y mis hermanos estaban en el colegio.

A mis 16 años decidí romper el silencio porque no aguantaba más. Tenía pesadillas, no podía dormir, ya no comía, había adelgazado bastante, me empezaba a cortar y en un momento, justo a la hora del almuerzo, decidí decírselo a mi mamá. Ella se lo dijo a mi hermana mayor. Yo no quería a centro de acogida, me rehusaba. Me llevaron con mentiras. Y pese a que confío mucho en mi hermana no quería recibir el apoyo.

Si llegué a romper el silencio lo hice sobre todo por mi hermanita. Ella también es víctima de abuso sexual. Fue por ella, para que la ayudarán también.

¿Son los mismos agresores con su hermanita?

Exacto. Pero con ella fue solo uno. Solo fueron toques impúdicos.

¿Cuántos años tenía ella?

Uno cuatro o cinco años. Ella rompe el silencio a sus ocho o diez años, no recuerdo bien. En el colegio llamaron a mi mamá.

Nosotras recibimos el apoyo desde el 2016. Nos abrieron las puertas desde ese primer momento. Fue muy acogedor, tanto para mi hermanita como para mí. Creo que a la que le costó más hablar fue a mí. Tuve dos psicólogas. Con la segunda llegué a tener empatía y le conté todo.

Empezó la denuncia y el proceso en el 2017. Fueron años de espera. Cada vez se suspendían las audiencias, creo que cuatro o cinco veces. Tenía que ser en el 2019, luego el 2020, más tarde en el 2021. Se suspendía por el Covid, porque los jueces estaban contagiados o porque los abogados de la defensa no asistían, hasta que sacaron fecha el año pasado. Yo tenía miedo que se volviera a suspender.

El juicio duró una semana, fue aterradora tanto para mi como para mi familia. Mi mamá y mis hermanos, solo les tengo a ellos. El juicio duraba medio día, unas cuatro horas. Creíamos que no íbamos a lograr nada hasta que, por testimonio de mi hermanita, el mío, de mi mamá, las pruebas que presentamos, se dio y les dieron sentencia.

Tengo tanto que agradecer al centro porque las cuatro abogadas pelearon hasta el final. Mi psicóloga, la trabajadora social no me dejaron sola en ningún momento. Tal vez si mi psicóloga no hubiera estado ahí conmigo el día del juicio cunado debí declarar, no sé, estaba totalmente mal, alterada, nerviosa, triste. Ella me animó a seguir.

De todas ellas aprendí que no importa cuánto hay que esperar, pueden pasar dos o tres años. Pero al final tanta espera tiene su recompensa.

Yo ya estaba bien porque me sentía plenamente sana y había soltado todo eso, había curado mis heridas, tanto como mi familia como yo.

¿Cuál fue la sentencia?

A uno le dieron diez años y al otro cinco años.

Desde el día que terminó el juicio era como que empezó una nueva vida para mi familia y para mí. Me sentí de nuevo renacida. Tenía tanta felicidad. Era como si despertara de toda esa pesadilla que viví.

 

José Zepeda

Periodista, productor radiofónico, capacitador profesional.

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