Yo maté a un perro en Rumanía. Novela de Claudia Ulloa Donoso
El nombre despierta la curiosidad por conocer los detalles: Yo mate un perro en Rumanía, publicado por la editorial Almadía. Es la primera novela de Claudia Ulloa Donoso, escritora peruana afincada en Noruega. El éxito es fruto de dos ingredientes, la prosa esmerada y poética y una historia que abarca los grandes temas de la vida y la muerte, el azar, el cariño y los rencores. La alegría y el pesar. La soledad y los miedos. Yo maté a un perro en Rumanía es un viaje que invita a subirnos al auto de los protagonistas
Voy a comenzar citándola: “Otra vez subimos a nuestro vehículo invisible y nos perdimos entre galaxias desconocidas hasta que mi padre se aferró a mi brazo con desesperación, extraviado, pues desconocía el camino para llegar a mí, su paternidad no tenía mapa. Entonces dirigía yo la nave de nuestros lazos y detuve el viaje cuando vi que mi padre lloraba. Sus lágrimas eran transparentes y no verdosas. De chica pensaba que el color de las lágrimas correspondía al color de los ojos. Eso porque había visto a mi madre llorar lágrimas negras”.
No da la impresión, es más bien una certeza que el sentido poético es decisivo en su prosa.
Yo me formé como estudiante leyendo poesía peruana. Nos mandaban a leer las fábulas de Esopo, de Samaniego, pero también te mandaban a César Vallejo, con 12 o 13 años. Eso marca mucho, sobre todo a alguien que tiene una inclinación por la lectura, por las palabras, como es mi caso. Mi madre siempre me ha comprado libros, siempre me inculcó el hábito de leer, o quizás yo la imitaba, porque ella es una gran lectora.
La poesía, cuando uno es niño, ese ritmo, esa música, esa rima, a una la embelesan.
Yo maté a un perro en Rumanía. ¿Por qué el localismo español y no el peruano? ¿Es voluntario?
Es voluntario, porque el personaje principal, es un muchacho rumano que aprende español en España. Entonces él tiene un español de España todo el tiempo y ella es una profesora latinoamericana que no sabemos de dónde es. Traté conscientemente de que el idioma pudiera ser de cualquier parte, sin usar demasiados localismos. Aunque en algún momento se habla de mataperros, y esa palabra es muy peruana. Entonces por ahí se pueden deducir muchas cosas. Se lo dejo a la fantasía del lector.
El buen humor aparece aquí y allá en Yo maté a un perro en Rumanía. El humor, esa inteligencia, ese contrapoder que no busca convencer a nadie, parece decirnos en su novela que la risa es y será siempre parte de la libertad y enemiga de toda tiranía. No me refiero a la cosa política, si no más bien al carácter social. Además, esto de la risa crea simpatías, porque el capítulo de la fea, que Ovidiu piensa que ella lo desea, me provocó mucha risa. Yo iba en el tren leyendo y riendo solo. Y claro, los otros pasajeros se reían conmigo sin saber porqué. Pero la risa creando simpatía. Esto es para usted también fundamental.
Sí. Además, vengo de una familia que se ríe todo el tiempo. Los latinoamericanos, quizás también los rumanos, somos un poco así. Cuando se nos ha muerto alguien contamos chistes en pleno funeral. De hecho, creo que es nuestro mecanismo tanto de protección como de defensa. Como decir, tenemos un montón de problemas, ¿qué vamos a hacer? Y no reímos. Es algo que siempre está presente.
Acabo de leer un artículo en que el autor, que es un escritor y un periodista, habla del alma dual. Dice que hay un alma racional y analítica y hay otra, que es la que ahora importa, el alma mágica que se guía por otra racionalidad y que esa alma mágica es precisamente la responsable de todas las creaciones artísticas. Como lector, puedo decirle que en la novela Yo maté a un perro en Rumanía aparece el alma mágica en toda su magnitud. Hay de todo: una imaginación desbordante, un relato a dúo en contrapunto y aparecen los prejuicios, las supersticiones, los recelos y esa manía tan humana de inventarle a la gente intenciones. Porque uno sabe una verdad pequeñita y el resto lo completa con la imaginación. A veces salen medias verdades, pero frecuentemente tremendas barbaridades. Eso aparece mucho en Yo maté a un perro en Rumanía.
Eso es verdad. Lo del alma mágica me suena muy bonito y estoy mirando la pared de su habitación. Veo el cuadro con una bebé en el regazo de la madre, el ojo turco, y me pongo a pensar cosas. A veces se dice, lo he escuchado muchas veces, aunque no a los noruegos: tengo una intuición, una corazonada. Y siempre digo, pero tú ¿en qué te basas? No sé, es algo que siento. Soy una persona muy sensible, sin embargo, siempre digo no, no puede ser así, porque me volvería loca. Sí voy a estar pensando lo que la gente piensa se arma un gran problema de comunicación, con cosas tan simples como: “yo creo que no vino a mi fiesta porque hace dos años le dije que estaba gorda. Pero si te está diciendo que no puede venir porque su hijo tiene fiebre. No, no y no. Estoy segura, porque esa vez, hace dos años, en ese cóctel, ella tenía un vestido así. Yo le dije: Ay, te ves gordita y le vi la cara, se ofendió. Desde ahí viene la habilidad por fabular, por inventarse una historia que lo más probable es que no exista.
Lo otro es lo de la corazonada, que es muy de mi familia y también latinoamericana en general. De hecho, los noruegos dicen, tengo un sentimiento en el estómago, lo cual me parece un poco más equilibrado, porque el estómago te avisa del miedo de las cosas básicas, pero tener una corazonada es una cuestión mágica, como leer corazones, leer los sentimientos de la otra persona.
Antes de entrar de lleno en el contenido de Yo maté a un perro en Rumanía, quiero decirle que me resultaba, hasta este momento, curioso que todas las biografías suyas que he leído dicen exactamente lo mismo: que Claudia Ulloa Donoso nació en Lima en 1979, que vive en Noruega, que estudió primero de turismo y luego se graduó en sociología, que enseña noruego y español. Luego, cuáles son los libros que ha escrito, en que antologías ha participado, qué premios ha obtenido. Y pare de contar. No se dice nada sobre su vida, sobre sus primeros años. Es importante porque las experiencias que vivimos conducen siempre a un destino y el suyo es ser escritora. Entonces sería bueno saber, aparte de lo de su madre y de los libros, que otras experiencias decisivas la han llevado a tomar el camino de las letras.
Creo que fue una cuestión del azar, porque sí creo en el azar. Hablando de las cosas mágicas, creo en la suma de las circunstancias. Es tan fácil de explicar como la combustión, si hay chispa, aire y el material que se va a encender, pues se enciende. Algo así me parece que pasa también con la vida. Siempre escribí como cualquier adolescente, poemitas, cartas, cuentos, pero mi madre, que siempre me inculcó la lectura, me acuerdo de que me dijo, hay un concurso, yo tenía 16 años, mira, hay un concurso de cuento, ¿por qué no participas? Vi cuál era el premio. Dije me van a dar plata. Con eso puedo hacer tal o cual cosa. Sucedió que gané el concurso y lo curioso fue que no pude ir a recoger el premio porque estaba de viaje de colegio y fue mi mamá. Creo que fue bueno que yo no haya sentido esa tensión, porque quizás pudo ser muy abrumadora o demasiado seductora. Siempre lo he pensado, que por algo no estuve ahí. De haber estado podría haberme sentido como ya sé escribir, ya lo sé todo. Entonces fue mi madre y recogió los 400 soles y los libros.
Después vinieron otros concursos en Lima, en Perú, en los que participé por la misma razón. Decía bueno, acá el premio es plata, son 1.000 dólares. Resultó que uno era un concurso de una revista importante, pero no sabía que tanta relevancia podría tener para una persona que quisiera publicar. Tenía 18 años, me dieron 1.000 dólares y era como ser millonaria en Perú. Pensé, voy a seguir escribiendo. En el año 2006 que salió mi primer libro fue a partir de una conversación muy random, como dicen mis sobrinos, de casualidad, un amigo me pregunta y tú ¿cuándo vas a publicar? Le dije, pero yo no tengo nada listo. Pero tú escribes cuentos Sí, yo escribo cuentos. Los puedes reunir. Y yo le digo que no, en ese momento ya vivía en Noruega, estaba casada, tenía planes de tener familia o cualquier otra cosa menos publicar un libro. Él insistió: en este momento en Perú han salido varias editoriales independientes, te dejo estas tarjetas. Las tomé, las miré, escogí la más llamativa y escribí un mail a la editorial. Soy fulanita, tengo estos cuentos, he ganado estos concursos, soy peruana, y me interesaría publicar. Y me dijeron ya, mándanos tus cuentos.
Fue una cuestión de azar también, porque siempre pienso que si esa editorial independiente me hubiera dicho no por el momento, que es lo que he escuchado muchas veces, no estamos publicando cuentos, supongo que seguiría participando en concursos o escribiendo para revistas virtuales, que era lo que hacía. También había empezado un blog y era mi manera de publicar, aunque era un blog anónimo.
¿Porqué se fue del Perú?
Me fui primero a España. Como nos vamos todos los migrantes a probar suerte. Y luego ya conocí a un chico noruego y bueno…
Y bueno, una cosa lleva a la otra.
Exactamente.
Quiero creer que el comienzo del libro. Yo maté a un perro en Rumanía, la parte del diálogo con el terapeuta es, literalmente, un embarazo literario. Hay un perro y ese perro va a morir. Todo el resto desconocido va a venir en la gestación en que van apareciendo las circunstancias. ¿Estoy en lo cierto?
Me gusta mucho escuchar al lector. Porque no, jamás se me había ocurrido de esa forma. Lo que es cierto es que la parte que inicia la novela con el perrito hablando, llegó hacia el final del proceso. Esa voz no estuvo siempre presente. Mi deseo era que este animal hablara, pero fue muy difícil o yo no lo puedo hacer hablar. Seguí escribiendo hasta que llegó la voz del perro y dije Ah, esto es lo que buscaba, aunque fueron unas pocas páginas.
Qué bueno que usted haya hecho la aclaración de como lo interpretan los lectores, porque voy a tropezar en la misma piedra, dice en un momento la protagonista anónima: “Si nos abandonan, ya sea en medio del amor o el desamor, siempre resultará en lo destructivo. Da lo mismo dejar una casa nueva o en ruinas. Lo doloroso siempre será el hecho de que ya no nos habite nadie”. Recurro a este momento porque creo que encierra una clave fundamental de la novela. Me parece que yerran los críticos que se apresuraron a decir que la protagonista padece de depresión. Creo que se trata de algo distinto, pero no menor. Padece de soledad. La única, la verdadera, la que se sufre, la que no debería confundirse con estar sola, que es otra cosa totalmente distinta.
Es muy cierto. Ella está muy sola. Pienso que la depresión, como cualquier enfermedad, tiene varias capas, varios síntomas, como varios detonantes. Un detonante podría ser la soledad. Otro podría ser una tragedia personal, una pérdida que conduce a la soledad. O también puede ser esa soledad tan moderna de tener tantos amigos en redes sociales y tanta gente que saluda por el cumpleaños. Al menos mi mamá me dice, “hoy me han saludado como 200 personas, pero creo que a 100 ya ni las reconocería por la calle”. Es muy gracioso, pero al mismo tiempo hay algo de triste en este caso. Mi mamá se ríe, pero creo que hay mucha gente que realmente necesitaría esa conexión real con esas 200 personas que en algún momento fueron parte de su vida, de su trabajo, de su recorrido.
Entonces sí, no se equivoca usted al decir que padece de soledad, pero claramente hay una depresión. No sabemos bien por qué, porque ella no dice qué es lo que le ha pasado.
Este enfoque tiene un segundo aspecto que me parece también decisivo, es que el perro que ella adopta padece del mismo mal de la soledad, por eso que ella lo abraza, comparte con él los propios recursos terapéuticos y el cariño que le regala comienza a sanar al animal. Es decir, parafraseándola a usted, la casa vacía la ocupa esa gigante que lo acaricia.
Claro, el perrito empieza empieza a sanarse, pero al mismo tiempo empieza a, como decirlo, a vivir en una realidad que no es la suya, porque ella está temporalmente ahí y probablemente tenga la intención de llevárselo. Y lo deja ver, pero tampoco es que esté muy segura. Como que no sabe qué hacer. La novela la escribí a lo largo de cinco o seis años y en ese tiempo tanto a mí como a lo escrito le pasaron muchas cosas.
Me parece que no quiere hacerse cargo. No me puedo hacer cargo de un perrito si no me puedo hacer cargo de mí misma. Es un perrito abandonado, callejero y creo que al mismo tiempo muy distinto a ella porque es un perrito que está muy contento, está todo el tiempo despierto. De hecho, es ella quien lo adormece. Ella es como, no te despiertes tanto porque vas a sufrir. Parece que le dijera, mientras estés aquí, disfruta de lo que hay, porque el estar despierto es doloroso. Quizás es lo que ella trata de decirle sin decírselo.
Hay algunos temas ineludibles en la novela. El primero de ellos es el miedo. El miedo de la protagonista, como si la vida le hubiese jugado muy malas pasadas, como si todo movimiento pudiera volverse una amenaza y la amenaza una agresión. Debe ser horrible vivir pegada a la pared para evitar el ataque. Se sabe que en América Latina hay mucho miedo.
Muchísimo. No puedo decir que no le tengo miedo a nada. Por supuesto, tengo muchos miedos a muchas cosas, miedos muy íntimos y personales.
Ahora, el miedo de ella es un adormecimiento. Ella no sale a la superficie o a la sobriedad, sino hasta el final que empieza a ver como es realmente. No quiere sentir nada, ni miedo, ni alegría, ningún tipo de sentimiento. Sí, despiérteme cuando lleguemos, despiértame para volverme a adormecer. Tiene muchos miedos. No lo menciona, pero teme al abandono. Y sin embargo, se atreve a mandarse un viaje a lo desconocido total. Por eso creo que es muy humano, muy de nosotros. No somos una sola cosa. Somos varias capas. Tenemos muchos miedos y al mismo tiempo, por ejemplo, yo no entiendo esa gente que se tira de una montaña con un paracaídas. Realmente siento algo que tengo que cambiar de canal. Probablemente estas personas les teman a cosas que les parezcan terribles que usted y yo no le tememos.
El otro tema que me parece ineludible es el protagonista, Ovidiu, que es un hombre bueno porque le dedica bastante atención a la mujer, la cuida a pesar de que la critica. Sin embargo, en un momento usted habla de él o él habla de si mismo y es un catálogo perfecto del machista, con todos los defectos posibles. Usted no deja nada fuera. ¿Y sabe lo que se me pasó por la cabeza? Si viviera mi abuelita materna diría esta escritora los conoce como si los hubiese parido.
Más o menos. Vengo de una familia de mujeres. He crecido con mi madre, mi abuela, con la imagen de mi abuelo que yo no conocí, por eso espero que esta entrevista no la vean mis tías. Para algunas el abuelo era un santo y para otras no tanto. Para una era el perfecto caballero, pero también tenía esto o aquello. No creo que ninguna de ellas mienta. He crecido con ese relato de mi abuelo, que es muy contradictorio. Después sí, la experiencia, lo que uno escucha, lo que uno lee, lo que uno vive en carne propia. Creo que el machismo está ahí y es algo que se va a tomar mucho tiempo antes de que nos miremos, porque creo que no se trata de cómo vamos uno en contra del otro. Yo quiero ponerme sobre ti o tu ponte sobre mí. Por el contrario, es una cuestión de que hay que mirarnos, entendernos y para eso se necesita, además de voluntad, mucho tiempo.
El praznic. Esta ceremonia-banquete dedicada al difunto. A la muerte. Es importante porque hemos condenado a la muerte al exilio, sin embargo, va a venir. Claro que hay excepciones, por supuesto. Un ejemplo formidable es el de México, que tiene una manera distinta de ver la muerte. Pero, si es cierto todo lo que usted dice me parece impresionante.
De hecho, lo vi porque también hice mi trabajo de investigación en YouTube, Wikipedia y conversando con gente. Yo sé que en Rumanía se hacía así, ya no, pero en un lugar no recuerdo dónde, pero era en Centroamérica iban a la tumba y los huesos estaban en una cajita. Recuerdo que eran dos señoras con sus blusas blancas bordadas. Iban al nicho como tenemos en Perú, que están en un bloque, lo abrían y en una cajita estaban los huesos perfectamente limpios y los volvían a limpiar y los ponían de cierta manera y los volvían a meter al tiempo que servían algún licor o comían algún tipo de pan.
Estaba a punto de despedirme, pero lo cierto es que no puedo ni quiero privarme de preguntarle sobre su país, porque está viviendo una crisis dramática que amenaza dos cosas: primero, la democracia, pero sobre todo la convivencia social, la convivencia entre los propios peruanos. Y eso es algo que les afecta no solo a los habitantes del país, sino que al conjunto de América Latina.
Afecta también la convivencia entre nosotros dentro de la familia. Porque la cuestión se ha vuelto tan polarizada. Por ejemplo, yo que veo quizás ambos lados, el lado de mi familia que vive ahí y lo veo desde fuera porque vivo en Noruega. Si tengo una opinión ya soy terrorista, comunista, quiero la revolución. No me estoy entendiendo con algunos miembros de mi familia, felizmente no con todos es así.
No quieren abrirse. A ver, vamos a hablar un poco sobre esto, pero en orden. Han sido años y años de no escuchar tantos reclamos del pueblo. Ahora incluso hay gente que dice, se van a cansar. Me parece lo más indolente. Creo que el mismo gobierno puede tener esa idea, porque se habla mucho del diálogo, pero lo que se ve es que una tanqueta tumba la entrada de una universidad. Se ve que se tiran bombas lacrimógenas a los manifestantes que no tienen más que banderas, se ve que ya hay más de 60 muertos y se sigue hablando de diálogo. Pero no existe diálogo, ni siquiera la intención de diálogo. Nos están engañando más que nunca, Nos están diciendo queremos la paz y hay muchas personas que realmente lo creen. «O sí, el gobierno quiere la paz, ellos no, ellos están protestando».
Párate a pensar ¿por qué tú crees que alguien que viene de tan lejos deje todo para llegar a una ciudad tan hostil como es Lima para hacerse escuchar? Pero siempre hay algo para decir no: no porque les pagan, no pueden estar aquí tantos días sin que alguien les pague. No porque hay una conspiración. Hay canales de noticias falsas. Están media hora diciendo las personas que vienen a protestar tienen relojes iPhone ¿cómo van a decir que representan al pueblo? Ese discurso lo repiten y repiten, hasta que calan en personas incluso que no pensaban así. Entre ellas dos o tres en mi familia. Pero tú hace cinco años no pensabas así. No, pero es que ahora en la televisión sale la verdad. Pero ¿por qué crees que la televisión te está diciendo la verdad? Entonces, ¿cómo nos vamos a informar? Busca varias fuentes, piensa un poco. Ni siquiera te pido leer todos los periódicos y llega a tu conclusión o escucha todas las noticias en internet. Piensa en la comunicación. Solamente hay un líder secreto que dirige todo eso. Eso cala. Eso duele y es descorazonador.
Yo regresé hace poco, mis sentimientos son hasta ahora tan confusos. Voy al nivel más reducido, mi familia. Opté por no hablar, porque me dije, ya me voy ¿qué hago? Quiero a esta gente, es la que me ha criado, es mi sangre. Pero si empiezo a tratar de establecer un diálogo -que es casi la metáfora que hay con el gobierno- va a haber una guerra y me voy a ir peleada, va a explotar todo esto en plena cena y ya me estoy yendo. Fue muy, muy complicado y difícil para mí.