La búsqueda de los padres biológicos llevan a una mujer holandesa nacida en Chile a un drama sin nombre

Esta historia de vida es un símbolo del sufrimiento que pueden padecer los bebes adoptados con tácticas supuestamente legales implementadas por gente sin escrúpulos. La bebe es ahora una mujer adulta, Mirjam Else Wellink van Eiken. desde su pubertad busca a sus padres biológicos. Él es Alejandro Quezada, fundador de la plataforma Chilean Adoptees Wordwide, Chilenos Adoptados en el Mundo. A su madre biológica, para sacarlo del país, le dijeron que él había muerto

La foto de Mirjam que vieron sus padres adoptivos antes de llevarla a Holanda

Mirjam.

Soy Mirjam Else Wellink van Eiken, nací en Chile. Yo, cuando era un bebé, me cuidó durante seis meses en Chile una mujer holandesa con un ama de llaves chilena, y ahora sé que esta señora holandesa, estuvo en contacto con la monja holandesa. Nací, según mi pasaporte chileno, en mayo de 1972 y el 19 de octubre de ese año llegué a los Países Bajos con el nombre de Mirjam Else y nos fuimos a vivir a Lunteren.

 Alejandro.

Es cierto lo que ella dice. Por eso hemos hecho una profunda investigación sobre la fecha de su nacimiento y todo aquello que tiene que ver con su identidad.

 José

Cómo fue su juventud

Mirjam.

Crecí en un pequeño pueblo agrícola como uno de los pocos niños de otra nacionalidad. Ingresé a una familia estricta, cristiana y religiosa. Mis padres adoptivos llevaban casi doce años intentando adoptar a un niño. He pasado por una infancia muy difícil. En realidad, no cumplía con los requisitos que a mis padres adoptivos les hubiera gustado ver en mí y por eso no nos entendíamos.

Cuando tenía seis años, mis padres adoptivos no sabían qué hacer conmigo, pensaban que era una niña difícil y molesta. La relación fue difícil, me sentí muy sola, no entendida, y más tarde descubrí, cuando estaba empeñada en mi búsqueda, que nunca debí haber estado en esa familia. Mi padre adoptivo era demasiado mayor, mi madre adoptiva era una mujer poco estable, lo que provocaba mucha tensión.

Cuando murió mi padre, yo tenía trece años. A partir de ese momento soy una adolescente que comienza a hacerse preguntas: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? E intento de una forma u otra separarme de mi hogar.

Alejandro.

Lo que habla Mirjam sobre su juventud nos indica que es una persona que no tiene un rumbo.

Lo que estamos hablando acerca de la búsqueda de la identidad no solo tiene que ver con persona adoptada. Va mucho más allá. Se trata de un derecho humano vinculado a quién soy yo, qué hago aquí y que lugar ocupo en esta vida. Cuando una persona no es adoptada, cuando es hija biológica, las respuestas del porqué tengo esta cabeza, porqué soy tan musical, están al alcance de la mano. Pero para una persona adoptada no es así porque las respuestas no las tiene la familia adoptiva.

Alejandro Quezada y su madre biológica

José

¿Cuándo se despertó su interés por conocer a sus padres biológicos?

Mirjam.

Lo recuerdo muy bien. Mis padres adoptivos siempre le escribieron a la señora de la casa en donde había estado todos esos meses previos a mi adopción, entre mayo y octubre. La llamaban la abuela chilena.

Cuando murió mi padre adoptivo le pedí a mi madre adoptiva la dirección de la abuelita chilena. Luego le escribí una carta diciéndole: como usted me cuidó durante varios meses, quiero saber quiénes son mis padres biológicos, si siguen vivos, si tengo hermanos.

Ella me respondió claramente. Estaba enojada, “Mirjam, ¿quieres que yo vaya a la cárcel? Deberías estar agradecida porque te han dado una educación en los Países Bajos. Deberías ser más comprensiva, tienes padres adorables. Si sigues preguntando romperé todo contacto contigo”. Pero si solo hice preguntas normales. Qué puede tener de extraño el que desee saber sobre mi origen. No llegué así nomas hasta aquí. Pero no, no me permitieron inquirir acerca de mi vida y desde ese momento ella cortó todo contacto.

Luego me peleé con mi madre porque la abuela chilena le escribió. Estalló: “Mirjam, ¿qué haces? Eres muy desagradecida, ahora has enojado a esa señora y me estás haciendo enojar a mí y debes dejar de buscar y parar, debes ser feliz, debes ser agradecida con la vida que tienes”.

Yo no podía resignarme, de jovencita quería saber y resulta que estaba de nuevo con las manos vacías.

Alejandro.

La búsqueda de la identidad es un derecho humano que nunca debemos olvidar, que está en Naciones Unidas y firmado por no sé cuántos países.

Sobresalen dos cosas en quienes se dirigen a nuestra entidad: Lo primero es que la búsqueda de la identidad es universal. Lo segundo es que el 80% de los que llegan a nuestra plataforma tienen dificultades psicológicas. Están o pueden llegar a tener un daño irreparable porque nadie tiene respuestas a las preguntas que los acosan acerca de su existencia.

José.

La monja Gertrudis Kuijpers aparece en escena. Cómo…

Mirjam.Fue un período muy solitario en mi vida. Fui percibida como desagradable, como joven difícil. Tenía todo tipo de epítetos, desde difícil de educar hasta deprimida. Lo que fuera. En un momento pensé: sabes Mirjam, de todos modos, no te vas a enterar, eres una molestia, una malagradecida, deja todo de una vez. Durante un tiempo, parecía que me resignaba, pero en cierto momento comenzó a burbujear nuevamente, tomé mis papeles de adopción y leí sobre Servicios Sociales Internacionales. Los llamé. Me recomendaron llamar a la Cruz Roja Internacional, porque ellos tienen conexiones en Chile y pueden ayudar. Eso fue en diciembre de 1998. Me contaron: “Así es, conocemos a una monja holandesa y a su hermana. Ella vive en los Países Bajos, administra una fundación. Este es su número de teléfono. Llámala”.Les escribí: “Hola soy Mirjam, llevo años buscando mis orígenes. ¿Quién soy realmente y cómo fue mi adopción? La señora que me cuidó no quiere contar nada. Mi madre adoptiva tampoco, insistía en que no sabia nada. ¿Pueden ayudarme?” Fui con mis papeles de adopción a Friesland, porque la hermana de la monja holandesa vivía allí. Ella leyó y copió todos mis documentos de adopción. Su actitud fue amable: “le voy a preguntar a mi hermana si puede ayudarte en tu búsqueda”. La respuesta llegó pronto: Sí. Yo estaba muy contenta con eso, por fin alguien se disponía a buscar para mí. Luego dijeron: Precisamos 400 florines como pago de una suerte de tarifa de entrada para la búsqueda. Tenía que enviarles diez fotos mías desde el nacimiento a los diez años y escribir un informe ¿Quién es Mirjam? ¿Qué ha hecho? ¿Qué tipo de escuela? ¿Cuáles son sus pasatiempos? se me dijo: supongamos que encontramos a tu padre y madre biológicos, entonces tenemos una foto de inmediato. Así fue entre 1998 al 2001.

Luego me llamó la hermana de la monja holandesa y me dijo: “¿estás sentada o de pie? Afírmate bien. Encontramos a dos hermanos, una hermana y a un tío anciano. ¿Quieres venir a Chile? si es así, podemos arreglar todo para ti. Tienes que pagar por los boletos de avión, tres semanas y media, todo incluido, para que estés totalmente atendida. Como el 25 de marzo estaba en Chile. Previamente la monja holandesa me envió un informe en el que describía cómo llegó hasta la familia y agregaba varias fotos.Me adelantó que mi madre biológica había fallecido en 1976. Que cuando estuviera en Chile podría visitarla en el cementerio. Ella había tomado una foto de la tumba y el número. En Chile me di cuenta de que las cosas no eran nada claras ¿qué noté? cuando estaba en el cementerio y habíamos caminado durante una hora y media no podíamos encontrar la tumba. Pensé: “qué raro, están las fotos y el número en el informe. Y ahora la tumba ha desaparecido”. Luego estuvimos en una oficina en donde estaban los funcionarios, a quienes les consultamos, ¿en dónde se encuentra la tumba? Un señor nos dijo: Esa fosa hace mucho que no existe, todo el sitio se ha limpiado. Pensé, pero ¿cómo puede ser posible? Lo dice claramente el informe.El hombre agregó: “tenemos un camposanto en el que se esparcieron sus cenizas en el viento de Chile. Es algo lindo que usted puede contar. Ahora solo tiene que encontrar un lugar allí para depositar sus flores”. Hay más. La monja contaba en el informe que mi madre biológica había muerto a la edad de cuarenta y dos años, de un ataque al corazón. Allí   le pregunto a la monja: “usted señala que ella murió de un infarto y yo leo que fue suicidio”. Su respuesta: “De eso no vamos a hablar ahora. Ahora vamos a poner las flores”. Unos días después me reuní con mis dos hermanos, mi hermana y el tío anciano. Fue la ocasión en la que le pregunté a la monja ¿está segura de que esta es mi familia biológica? Ella se enfadó. Bramó: “¿cómo te atreves a preguntar? soy una monja, soy un ser espiritual. Sí, esta es tu familia biológica, por lo demás te pareces a ellos”. No me atreví a decir que debería hacerme una prueba de ADN porque ella estaba indignada. Otra de las cosas que me llamó la atención fue que durante el viaje también estuvo conmigo mi madre adoptiva y cuando nos encontrábamos a punto de acostarnos, estas dos mujeres seguían hablando. Se me ocurrió que era algo curioso, pero bueno, era posible.Cuando regresaba a los Países Bajos, antes de irme, la monja holandesa me dijo lo que le repetía a varios niños: “no quiero más contacto contigo, no tienes que enviar fotos, no tienes que escribir cartas o tarjetas. Esto se termina aquí”.

Desde mi llegada a Holanda mantuve contacto con mi familia chilena y empecé a notar numerosas incongruencias. Después de leer nuevamente el informe, en la última carta la monja dice: “Mirjam, tu madre biológica ¿habrá sabido que tendrías una vida difícil? Ella te puso el nombre de Mirjam, que significa amargura”. Sin embargo, eso es incorrecto, porque mi nombre me lo pusieron ¡mis padres adoptivos! Aparte de que esa irregularidad indica que esto no se hizo de acuerdo con las reglas. En el 2005, le escribí a la monja holandesa diciéndole que varias cosas no se corresponden.La causa de la muerte de mi madre fue muy extraña y mi hermana me contó que nunca se ha identificado el cuerpo de nuestra madre biológica, que ha desaparecido. Usted no conocía la tumba, además desde ese momento se informó de todo esto a la policía, la PDI. La monja holandesa se enojó muchísimo y me dijo: “Mirjam, yo rompo todo contacto y no quiero tener nada más que ver contigo. Igual que la abuela chilena. Otra vez me puse de cabeza. Era la niña molesta y traviesa que preguntaba demasiado, que quería saber demasiado. De hecho, volví sola en el 2013 y en el 2018. Llegó el momento en el que tomé conciencia que había tantas cosas que estaban mal y yo no podía identificarlas, pero esto no está bien. Mi entorno -es bueno mencionarlo- estaba irritado: “Mirjam, ¿qué quieres? Has estado buscando toda tu vida, has sido una niña problemática y molesta. Ahora lo sabes, tienes tu identidad y empiezas a hacer preguntas de nuevo, empiezas a cavar de nuevo. Y así es como llegué hasta Alejandro Quezada de la organización Adopter World Wide. Ya no sabía qué hacer y le dije: “Soy Mirjam, ya encontré a mi familia biológica chilena, pero hay toda una serie de cosas que no encajan”. A lo que Alejandro replicó: Pero ¿cómo llegaste a conectarte con tu familia biológica chilena? ¿Quién se encargó de la búsqueda? Le dije que era una monja holandesa. No mencionaré su nombre. Alejandro exclamó: ¡Oh, chica, sé de quién se trata! Alejandro.

Alejandro.

Sé perfectamente de que se trata la situación. La hermanita es responsable de la adopción de los niños chilenos en Holanda, entre 100 y 120 niños. Arrebatados a sus familias, dados por muertos, como en mi caso. Esto pasó de forma sistemática. La PDI y los jueces realizan hoy investigación Adopciones ilegales y tráfico de niños.Hablando con las madres de estos niños todas están en la misma situación, tienen la misma historia: dejaron a sus niños en el hogar de menores para que los cuidaran mientras ellas trabajaban. En cierto momento se cerró la puerta. Las madres no podían entrar más. Así es que nosotros estamos empeñados en divulgar internacionalmente el trabajo de la monja. Ella dice, no es posible, nosotras no formamos parte de esto.En Chile hay una investigación en marcha sobre la adopción ilegal de aproximadamente 20 mil niños robados y enviados a 19 países occidentales. Entonces cuando la monja dice, nosotros no, significa que su hogar de menores hizo todo como corresponde. Eso no tiene ni pata ni cabeza. No es ni chicha ni limonada.

José.

Mirjam ¿Qué quiere usted?

Mirjam.

Demos un salto previamente. Me hice una prueba de ADN. Resultó que, a través de la monja holandesa, estuve vinculada erróneamente durante 20 años a una familia chilena equivocada, que pensé que era la mía. Pagué por esta búsqueda de todos los modos, los boletos de avión, los gastos de gasolina, el todo incluido, el seguro. Si sabes que estás bien conectado y que te han contactado con una buena familia chilena, no te importa ese dinero, estás agradecida y aunque has buscado durante años, has encontrado a tu familia. Pero el caso es que ahora sabes -son varios miles de euros- que estás vinculada a la familia equivocada.Nuevamente le escribí a la monja holandesa una carta con una sola pregunta, yo estaba indignada. Tenía tantas preguntas que es casi imposible explicarlas. Por eso simplemente le digo: ¿Cómo? ¿cómo pudo pasar esto? Explíqueme. Ella respondió: Mirjam, no me he equivocado, yo no soy responsable, el hogar de los niños, la fundación, es responsable.Pero quien recibió todo ese dinero en su cuenta personal, fue ella. La monja holandesa culpa a su directiva, al hogar de niños, mientras que ella era la directora de ese hogar. Me pregunta qué quiero. Yo traté de hablar con ella. Podría haberme explicado. Otro detalle que me gustaría mencionar es que poco tiempo antes de que me hicieran la prueba de ADN la monja siempre me dijo que ella no tuvo nada que ver con mi adopción y que solo le preocupaba encontrar detalles importantes. Lo digo porque cuando mi madre adoptiva falleció y yo estaba limpiando su casa, encontré cartas que no conocía, que mi madre adoptiva había guardado. Resulta que la abuela chilena que me cuidaba en esos meses que estuve en Chile, le escribió a mi madre adoptiva que estaba trabajando con una monja holandesa. Imagínense darse cuenta de que la monja holandesa estaba trabajando con la señora, que juntas trasladaban bebés de A a B. Cuando el hogar de niños de nuestra monja holandesa estaba lleno acudieron a esta abuela chilena y cuando ella tenía su casa llena, estos niños de cinco o seis años volvían al hogar de nuestra monja holandesa. Estas señoras se conocían, tenían pacto con abogados asistentes sociales, médicos parteros y otros.

Lo peor fue el momento en que me di cuenta -cuando fui a Chile en el 2001 y pensé que había encontrado a mi familia biológica chilena- que la monja holandesa y mi madre adoptiva estaban juntas y hablaban. Así que se conocían. ¿Qué pensaban? Simplemente domesticaremos a Mirjam, a ese caballo salvaje de Chile, dándole una familia equivocada. Cómo puede decir la monja holandesa “Yo no tuve nada que ver con esta adopción”, si ya se escribían en los años 70. Fue un shock para mí. Lo sentí como una traición. Mi madre adoptiva me había mentido, la monja holandesa me había mentido. La monja holandesa en tenía todo mi dinero en su cuenta bancaria y todavía estuve mal conectada durante 20 años con una familia chilena que no era mi familia. Me preguntas ¿qué quieres, Mirjam? Hablé con mi abogado, le di la oportunidad de una semana para responder cómo pudo pasar esto. Mantuvo la boca cerrada. En mi opinión, eso ya es enfermizo, porque, cómo tú, como monja, desde el punto de vista ético puedes mantenerte en silencio frente a una mujer adulta que conectas mal. Después de una semana que ella no reaccionaba contraté a un abogado, quien responsabiliza, material e inmaterialmente a la monja holandesa y a su hermana por 20 años de conexión incorrecta con una familia chilena y de todos los costos en los que incurrí, aparte del sufrimiento psíquico que me supuso. También esa familia chilena que pensó durante dos décadas que yo era su familiar, pero no lo era en absoluto.

Luego sucedió algo muy absurdo. El abogado y yo recibimos un correo electrónico muy molesto. Ella le dio la vuelta a lo sucedido: “Mirjam, ahora soy la víctima, porque has tirado por la borda mi buen nombre, mis buenas obras. Estoy muy enfadada contigo, pero puedes compensarme depositando una cantidad en mi cuenta personal. Y después no hablamos más del tema. Mi comunidad que se incendió en Chile y en el convento, donde ella vivía en ese momento, un padre estuvo involucrado en tu historia. También puedes depositarle una cantidad en una cuenta bancaria con mi abogado”. Por supuesto que no lo hicimos: Si no tienes nada que ocultar, no haces tal propuesta, es un despropósito, algo que está fuera de toda consideración “para una monja espiritual”. Le pregunté si podíamos sentarnos juntos alrededor de una mesa con todos los protagonistas. Ella dijo, está bien. Eso era bueno porque para la ley holandesa mi caso había prescrito, extraño, por eso pensé: está bien, tal vez todavía podamos conversar. Un día antes ella y su abogado avisan que no asistirían, cancelaron la conversación. “No me equivoqué y no soy responsable de tratar con ustedes durante 20 años, la fundación es responsable de la hoja equivocada, pero ¿quién de hecho tenía todo el dinero en su cuenta bancaria personal? Es la propia monja holandesa, y desde ese momento permanece en silencio.

 

 

 

 

 

 

José Zepeda

Periodista, productor radiofónico, capacitador profesional.

Un comentario en «La búsqueda de los padres biológicos llevan a una mujer holandesa nacida en Chile a un drama sin nombre»

  • el 30 de diciembre de 2022 a las 3:26
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    Excelente entrevista
    Triste historia de una persona que busca sus ancestros y se encuentra con tantas incoherencias y mentiras.

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