El Salvador: un criminal de guerra lleva consigo, a dónde va, su método sangriento
En su informe, la Comisión de la Verdad, “de la locura a la esperanza”, del 15 de marzo de 1993, identificó a los agentes del Estado que decidieron, planificaron y ejecutaron los homicidios de los jesuitas y las dos mujeres, en 1989. En relación con los autores intelectuales, la Comisión de la Verdad señaló que el 15 de noviembre de 1989, en presencia y en confabulación con el General Juan Rafael Bustillo, y los Coroneles Juan Orlando Zepeda, Inocente Orlando Montano y Francisco Elena Fuentes, el Coronel René Emilio Ponce ordenó al Coronel Guillermo Alfredo Benavides que diera muerte al sacerdote Ignacio Ellacuría sin dejar testigos.

Además, el Informe estableció que las ejecuciones extrajudiciales fueron organizadas por el entonces Mayor Carlos Camilo Hernández Barahona y ejecutado por un grupo de soldados del Batallón Atlacatl al mando del Teniente Ricardo Espinoza Guerra y el Subteniente Gonzalo Guevara Cerritos, acompañados por el Teniente Yusshy René Mendoza Vallecillos.
Para aclarar, sin género de dudas lo que dice el informe de la Comisión de la verdad y cuál es su espíritu, llamamos telefónicamente a uno de los tres comisionados de Naciones Unidas, el ex ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, Reinaldo Figueredo Planchart quien nos dijo que los crímenes de lesa humanidad no pueden ser amnistiados ni tampoco prescriben con el paso del tiempo.
Es correcto. Nosotros nos pronunciamos de una manera muy precisa sobre el tema de la impunidad, que es inadmisible y los crímenes tienen que ser castigados y no pueden ser objeto de las acciones que tomó el gobierno en aquel entonces y que deberían tomarse también en otras partes.
Figueredo se refiere a que cinco días después que la Comisión presentara su informe, la Asamblea Legislativa aprobó la Ley de Amnistía General para la Consolidación de La Paz, que concede perdón absoluto, total e incondicional a quienes hayan cometido delitos políticos y derogó todas las disposiciones que contraríen la ley, en clara alusión de la Comisión de la Verdad, todo lo cual constituye una violación total de los acuerdos de paz.
Otro miembro de la Comisión, Thomas Buergenthal en su relato sobre el trabajo de los comisionados dice que:
“Uno de los motivos de la creación de la Comisión de la Verdad fue precisamente que las partes en los acuerdos de paz sabían -y la Comisión de la Verdad recogió amplias pruebas en ese sentido- que el sistema de justicia salvadoreño era corrupto, ineficaz e incapaz de pronunciar sentencias imparciales cuando se trataba de los llamados “casos políticos””
Figueredo asegura que el tema de la justicia fue uno de los más complejos y que más discutieron los tres comisionados: “Evidentemente teníamos indicaciones de la distorsión que se produjo en todo el sistema judicial en El Salvador, y específicamente de su presidente, que tenía la acción judicial, como responsabilidad, pero también tenía la acción extrajudicial para cometer muchos de los desafueros y crímenes que se hicieron en ese período. Y, por lo tanto, nos correspondió analizar cuál era lo que íbamos a subrayar en el informe y fue lo que se subrayó».
¿Ayuda al Salvador llevar a los tribunales a estos sospechosos de crímenes de lesa humanidad?
“Los problemas tienen que resolverse, en la medida de los posible, con voluntad de hacerlo, con claridad y transparencia en los países donde se han hecho los crímenes. Pero, de no sr así, como hemos visto que, desafortunadamente, después de las conclusiones nuestras y todo lo que sucedió, hoy en día El Salvador continúa con una cantidad de desafueros y problemas gravísimos. Entonces, yo creo que ayuda efectivamente a enderezar lo que no se está haciendo en El Salvador”.

Quien ha jugado un papel decisivo en la decisión de la justicia de los Estados Unidos para extraditar a España a Inocencio Montano, acusado de numerosos crímenes de lesa humanidad es la profesora Terry Lynn Karl, experta en El Salvador y temas latinoamericanos de la Universidad Stanford. Esta es la entrevista exclusiva realizada con ella.
Voy a comenzar como ciertas novelas por el final. Si uno lee su informe no tiene otro remedio que decir que Orlando Montano es un criminal de guerra.
Esto es lo que traté de explicar en dos testimonios. Uno era en Boston donde tuvo un caso fraude criminal, que no era solamente eso. El motivo del fraude era escapar, en cierta forma, de la posibilidad de un juicio por caso de la matanza de los seis sacerdotes jesuitas, en 1989.
Entonces se trataba de dos casos: el uno de fraude, del departamento de justicia y el otro cuando el departamento se entera que él era también criminal de guerra.
El juez español Eloy Velasco es el que pide la extradición, pero es el fiscal del caso, John Capin, el que representa a España en los Estados Unidos.
El coronel Montano, según su informe, a lo menos arrastra 498 casos de tortura, por lo menos una veintena de asesinatos y 47 desapariciones. No es poca cosa.
No lo es, y se trata de una estimación, porque las cifras son difíciles en estos casos. Monseñor Romero, también asesinado en una acción de la extrema derecha y de los militares, fue el que comenzó a buscar cifras e información de violaciones de derechos humanos. Después de su muerte, la iglesia católica continuó con este propósito, al igual que otros grupos como Amnistía Internacional y lo que era en ese momento American Watch. Fueron principalmente las organizaciones salvadoreñas las que corrieron riesgos increíbles al recoger estas cifras que yo comencé a meter en un banco de datos, para ver quién hizo qué. Con estos antecedentes pude decir que, a lo menos, estas son las cosas que hizo el coronel Montano en su historia. Pero se trata de un recuento que no es completo en ninguna forma y creo que las cifras son mayores.
Me ha sorprendido particularmente que Orlando Montano fue enviado a Chile para aprender métodos de inteligencia.
Es muy interesante, porque lo dije en mi informe y eso significó mucho tiempo en el juicio, porque ellos negaban que él fue a Chile. El lado de Montano entregó un currículo que no incluía el viaje a Chile. Cuando comencé a hablar de Chile y de la admiración que muchos militares salvadoreños tenían por Pinochet, ellos lo negaban y redactaron este currículo incompleto. El problema es que yo logré hacerme del currículo verdadero. Entonces, el juez que entendió la dificultad que tuve, porque yo no quería decir quién me entregó el currículo verdadero, porque esa persona corría un gran riesgo, el juez dijo, puedo ver el currículo y quiero saber si usted lo entregó a su abogado del departamento de justicia. Lo que yo había hecho naturalmente. Entregué los dos currículos para que pudieran compararse. Ese fue un momento muy dramático porque ellos decían que yo era una tipa mentirosa, que hablaba de la admiración que él tenía por Pinochet. Aunque en verdad yo no dije que él personalmente, pero sí que el ejército y el liderazgo de la fuerza armada así lo expresaban. Todo esto no lo ayudó en ninguna forma. Además, el acto del ejército de entregar un documento que no es completo es un crimen, pero no hubo ninguna consecuencia por ello dentro de El Salvador.
Usted cita la masacre del Pozo de la muerte, en donde murieron al menos 23 personas; luego Montano es designado al batallón de reacción inmediata, Belloso, ahí hay más muertos; luego ocupa otros puestos, Guinda de mayo; coordina la masacre de El calabozo. Es decir, dónde va pasando Montano va muriendo mucha gente.
No solamente en El Salvador, también en Chile y en otros lugares, porque cuando un grupo criminal, que no tiene respeto por los derechos humanos toma el control de batallones, de grupos específicos, llevan con ellos esta forma de tratar a la gente, lo que conduce a la contaminación de todo el ejército, que incluye a personas que no quieren estos métodos y que con otro liderazgo no lo harían.
Uno podría llegar a pensar, bueno este es el criminal de guerra, es él solo, aquí no hay nadie detrás de él, se trata de un exceso, de un autor individual. Pero no es así.
No es así. En mi informe trate de mostrar que el caso de El Salvador es particular en el sentido de que ellos tienen una forma de organización del ejército que es diferente a la de otros ejércitos en América Latina. La clase de graduación es el grupo que más solidaridad entre ellos. Es lo que se llama una tanda y se trata de una formación de liderazgo. Por ejemplo, en vez de tener un Pinochet como existió en Chile, en El Salvador el liderazgo circula y una tanda o la combinación con otra tienen el control y después le sigue el siguiente grupo para tomar el relevo del liderazgo. Eso es muy inteligente y por ello fue la dictadura que duró más en la región. La tanda tenía todos los beneficios del poder, incluyendo la corrupción, las posiciones y los salarios más altos…
Es decir, no era individual, era colectivo y en este caso, La Tandona.
Se llama La Tandona porque era la promoción más grande y poderosa en la historia de El Salvador. Esa tandona tenía entre ellos un sistema de protección basado en el silencio completo. Cada integrante sabía que lo que hicieran los otros, o quizá no quería saber, ellos jamás rompieron el código de silencio. Era una forma de trabajar que tiene, por ejemplo, la mafia. Un código de silencio que es muy peligroso romperlo. Se trataba, además, de un código muy importante porque dejó correr por todo el ejército el patrón de violación de derechos humanos y unas acciones criminales que aprendieron de sus colegas del sur. Por ejemplo, de secuestrar personas para ganar dinero. Esta tandona vendió niños, como lo hizo el ejército argentino. Cogieron niños que no tenían rasgos indígenas, querían pequeños con ojos azules o formas de belleza que permitiera venderlos más fácilmente y sacaron visas de los Estados Unidos. Yo no sé si la embajada supo lo que estaba pasando, pero dieron visas para mandar niños a Estados Unidos e Italia.
Usted acaba de nombrar a Estados Unidos. La embajada, la CIA, estamos hablando del pasado -de ese tiempo- estaban perfectamente enterados del trabajo de La Tandona.
Hay diferencias entre la forma en que trabajaban el personal de la embajada, dependiendo de quién se trataba y quién era el embajador. Es algo complicado porque hay embajadores que no supieron lo que estaba haciendo la CIA. Eso también pasó en Chile. La CIA es una organización secreta y no siempre cuenta al embajador lo que están haciendo. Algunos embajadores eran muy buenos y con mucho coraje, como Robert White, quien trató de parar todo eso y sus allegados intentaron averiguar que pasaba, pero cuando llegó la administración Reagan cambió toda la estructura de la embajada y comenzaron a dar luz verde a este tipo de violaciones de derechos humanos. No hay ninguna duda.
Hemos llegado a dos puntos neurálgicos: ¿Por qué, a su juicio, mataron a los seis jesuitas y a las dos mujeres?
Para mí la razón principal, como la de matar a monseñor Romero, era lo mismo, al comienzo de la guerra y al final de la guerra. La iglesia en El Salvador tuvo un rol de mediación, de tratar de calmar la situación, de tener negociaciones para la paz. Al comienzo de la guerra la iglesia estaba trabajando con México, con Francia, con otros países, para evitar una guerra plena. Al final, el sacerdote Ignacio Ellacuría, que, para mí, era la persona principal que querían matar, tuvo una buena relación, dentro del ejército, con los oficiales más jóvenes. Se podía ver que La Tandona estaba haciendo una coerción excesiva –sus palabras, no las mías- y sentían que La Tandona los estaba llevando al desastre. Eso lo hablaban con Ellacuría, quien pensaba además que “tenía la oreja” del Presidente Cristiani. Él creía que podía ser un mediador para la guerra, lo cual, para La Tandona, era completamente en contra de sus intereses, porque estaban ganando mucha plata, sacando la ayuda de Estados Unidos y muchas otras cosas. Una de las demandas de los grupos civiles, como de los soldados jóvenes era sacar La Tandona. Una mediación o un esfuerzo para parar la guerra era totalmente en contra de sus intereses.
¿Cuál es la responsabilidad de los civiles en esta masacre y en otras?
El ejército en El salvador está diciendo, en estos momentos, nosotros jamás violamos la Constitución, porque nosotros tuvimos las órdenes de nuestros políticos civiles, de hacer estas cosas. En consecuencia, la posición del ejército es que ellos seguían las órdenes de los políticos, que tenían el poder formal electoral, no el real, por eso no son culpables. Eso implica que los responsables son, la Democracia Cristiana, que ahora es un partido muy pequeño, pero que era muy poderoso en ese momento. Pero principalmente el partido derechista ARENA.
Yo creo que ellos tienen razón en el sentido de que siempre estuvo involucrada, en la violación de derechos humanos, la clase política de la derecha como los grandes propietarios, porque ellos pagaron, al principio de la guerra, y al final estuvieron en todos los ministerios y supieron lo que estaba pasando.
Esto, a su juicio -no quiero poner palabras en su boca- alcanza al ex Presidente, Alfredo Cristiani.
Hay aquí una diferencia, y hay que decir lo justo. Los militares dicen eso, en la forma de amenaza a la clase política. Dicen, si vamos a España, vamos a hablar. No vamos a tomar la culpa nosotros mismos, porque hemos seguido vuestras órdenes. Pero tienen interés en decirlo así. El ex Presidente Cristiana negó que él supo con anticipación. Siempre ha sido su posición. Es obvio, para mí, que él estuvo implicado en esconder lo que pasó. Que estaba involucrado en decir que era guerrilla, el FMLN, era la que hizo esa matanza, cuando él sabía que fue el ejército.
La razón de tener un juicio sobre este caso, que es tan importante en la historia de El Salvador, es saber realmente la verdad. Si tenemos ese juicio, va ser muy interesante, que dice el ejército y que dicen las personas que ellos señalan.
¿Puede un país como El Salvador, que no ha resuelto su pasado, alcanzar una normalidad democrática?
Para mí, no. Creo que podemos verlo en muchas situaciones. En El Salvador hay una línea de continuidad entre la criminalidad de violaciones de derechos humanos y corrupción, durante la guerra civil y la de ahora. El país tiene hoy el nivel de homicidios más alto del mundo. Eso es porque hay una total impunidad y si no se rompe la impunidad, sino se comienza a ver sus raíces y los que continúan en la criminalidad desde el conflicto hasta ahora, no hay forma de vivir una democracia. Una democracia no existe sin un estado de derecho.