Dios: ¿Él o él?
Cada mañana temprano leo las últimas noticias en Teletekst, el sistema de noticias de la televisión holandesa. Ayer había una que me produjo tres reacciones. Por su orden: Pasmo, risa, enfado.
Pasmo. El Sínodo Ecuménico de Mujeres y la sección holandesa de una red europea de estudiantes de religión enviaron una carta a la Sociedad Bíblica Holandesa, que publicará la nueva traducción del Libro. En la nota dicen que Dios no debería ser nombrado como Él, sino como él
Para los firmantes usar el apelativo Él, con mayúscula, es “una bofetada en la cara de las mujeres” porque refuerza la “imagen patriarcal de Dios”. La carta agrega que existen numerosos estudios que muestran “las tristes y dañinas consecuencias para las mujeres en la iglesia y la sociedad, de una imagen patriarcal de Dios.
Risa. No pude evitar una sonrisa de oreja a oreja. Me dije, por fin este sitio decidió poner algo de buen humor entre los anuncios de tantas calamidades.
Enfado. Resulta que era en serio. Me convencí cuando el encargado del proyecto de traducción Maththijs de Jong, declaró que: “A algunos les puede lastimar los ojos una letra mayúscula, pero a otros les duele el corazón una letra minúscula”.
Creo que aquí, como en otros casos estamos frente a un ridículo mal entendido. El uso de la mayúscula es un signo de respeto. Es Él porque se refiere a Dios, es otra forma de llamarlo y los nombres se escriben con mayúscula. No tiene nada que ver con el sexo del creador (para los creyentes)
Que la iglesia ha tratado mal a las mujeres, es decirlo suavemente, lo cierto es que las ha ignorado, discriminado, ofendido, perseguido, abusado y castigado por su condición durante siglos. Pero todo eso y mucho más no es culpa de Él.
En los meses recientes he entrevistado a una teóloga feminista colombiana y a una presbítera española, porque creo que promover restituirle sus derechos, no es un acto de simpatía sino un deber nuestro que no debe confundirse con polémicas gramaticales de bajo vientre.
El feminismo auténtico, el que busca la igualdad social entre hombres y mujeres, el que reivindica las diferencias benéficas para la vida, el que ha devenido en el movimiento reivindicativo más importante del mundo, ese feminismo no tiene nada que ver con tamañas derivas, nacidas de aquellas que pretenden hacer el bien mediante el delirio y la caza de brujas allí en donde no existen ni íncubos ni súcubos.
Qué bueno sería que emplearan su conocimiento para elaborar argumentos convincentes para tanta gente buena sobre los males del machismo, sobre la injusticia histórica de relegar a las mujeres en el seno de la iglesia.
Este mundo tiene todavía demasiados ámbitos en los que se discrimina a las mujeres, como para tener que inventarles otros.
Déjenlo tranquilo a Él, porque tiene cosas muy importantes de las que ocuparse.