Chile nos necesita: hay que salvar la democracia
La extrema gravedad de la crisis político social y económica alcanza un nuevo estadio en el que lo que corre mayor peligro es la democracia. Dentro de este panorama desolador comienzan a surgir voces que claman proteger lo fundamental: la paz, la democracia y la creación de un espacio de serenidad que devuelva tranquilidad a los hogares angustiados, que son la inmensa mayoría nacional. Las urgentes reivindicaciones de los chilenos deben ser atendidas junto con un rechazo decisivo en contra de la violencia. El profesor universitario Mario Waissbluth escribió un artículo en el diario digital chileno El Mostrador, que pueden leer aquí: al_borde_del_precipicio
Llamamos a Santiago para hablar con el profesor Waissbluth:
La primera expresión preocupante de su artículo es cuando dice: “está muriendo la democracia. El precipicio está muy cerca”. ¿Tan grave es el momento?
No quiero sonar tremendista o «terrorista» pero hoy, si no hay algún cambio radical de actitud de algunos de los actores de esta tragedia, y se toman medidas radicales de variadas índoles, veo muy cerca el precipicio de un golpe militar con mucha sangre derramada, antes de dos meses. Ruego a los cielos estar equivocado.

Ha sido criticada la referencia a esa suerte de acción paralela entre anarquistas, radicales de todo pelaje, delincuentes y narcos. Se dice que no hay evidencias de todo aquello. Porque no tienen razón según su análisis.
Primero los anarcos: han estado actuando «orgullosamente» por más de cinco años, con paquetes bomba, atentados diversos, y declararon el Metro como blanco preferente. Los rayados anarcos en el Metro llevan años, y un sitio web anarco anunció los ataques al Metro una semana antes. ¿Qué más quieren?
Narcos: ya había 65 barrios tomados en Santiago antes de esto. Los caros fuegos artificiales de las protestas son similares a los que usan cuando llega la droga a sus barrios y en sus funerales. Ya hay arrestos en las protestas violentas con narcos involucrados. ¿Qué más quieren?
Los que cuestionan, en el fondo, lo hacen porque de esta manera creen que al sincerar esto le estoy quitando «mérito» a los valientes soldados de la heroica violencia.
Creo que usted tiene toda la razón cuando llama a un gobierno de unidad nacional, que deponga las legítimas diferencias políticas en aras del futuro del país. Sin embargo, pareciera no haber intención de ninguna de las partes, ni del gobierno ni de la oposición.
No lo veo, y por eso estoy pesimista.
Sin el menor ánimo peyorativo, todo parece indicar una enorme incapacidad y una franca estupidez de las autoridades. Tanto del presidente, como de sus ministros, como de carabineros. Cada vez que abren la boca es para provocar mayor indignación social.
Si. Eso no más. Es otro de los componentes de mi pesimismo.
Del otro lado de la barrera una cantidad muy importante de chilenos justifica de algún modo la violencia, el robo, el vandalismo, la descalificación de la democracia, como si todo fuera expresión legítima, revolucionaria. Y lo peor es que quienes nos oponemos a todo ello -no a las justas y necesarias reivindicaciones sociales- somos traidores, derechistas, y otras linduras procaces.
Por decir lo que he estado diciendo, yo mismo he sido tratado de esa manera. Pero tengo 71 años, ya estoy curtido y me importa un pepino.
Human Rights Watch habla de graves violaciones a los derechos humanos por parte de Carabineros de Chile. Yo sé que debería preguntárselo a ellos, pero, por qué tanta saña.
Mi sospecha es que esa burda saña no es una política institucional, sino una gigantesca falta de preparación para contener motines. Han recibido casi nulo entrenamiento, y muchos disparan para cualquier lado. Eso también lo dice el informe de HRW.
Pero junto con ellos, hay carabineros más curtidos realizando una abnegada labor, y nadie se las reconoce. Muchos comienzan ya a renunciar a sus cargos, incluso para irse al desempleo. Estar luchando contra motines de narcos, anarcos y jóvenes violentistas y a la vez ser despreciados por toda la ciudadanía debe ser inmensamente desmotivante para ellos.
Finalizo con la carta de reconocidos socialistas que advierten sobre la posibilidad real de una dictadura militar para terminar con una ¡guerra! Alimentada por ambos extremos del espectro político. ¿Es así de terrible la perspectiva?
Estoy 100% de acuerdo con esa carta. Mi única crítica es que la debieran haber escrito dos o tres semanas antes.

He aquí la carta de los socialistas firmantes:
POR LA DEMOCRACIA
Las y los socialistas abajo firmantes, ante la grave crisis social e institucional que vive el país, comparten la siguiente declaración fundamentada en los históricos principios democráticos del socialismo chileno.
NUESTRA DEMOCRACIA EN RIESGO
Chile, con todos sus límites e imperfecciones, es una república democrática. En ella existe una nítida separación de los poderes del Estado; se vive en el pluralismo de ideas y acciones políticas, culturales y espirituales; las leyes y costumbres respetan los derechos y libertades básicas ciudadanas y el derecho de expresión y organización; los chilenos eligen mediante el voto universal a sus autoridades y mandatarios, delegando en ellos el poder soberano del pueblo. Estos son los fundamentos esenciales de las sociedades abiertas y democráticas.
En estos difíciles momentos hay quienes, de buena fe o movidos por radicalizadas e interesadas visiones, propagan la idea de que en Chile no hay democracia, lesionando la cohesión social y sembrando la desconfianza en torno a este noble valor. No solo, también ofenden a toda una generación de hombres y mujeres que lucharon, a costa de sus vidas, seguridades y libertades, por terminar la dictadura de 17 años y recuperar el preciado bien de la democracia. Es nuestro deber oponer razones y argumentos frente a esta dañina perspectiva que corroe los fundamentos de la vida democrática y facilita salidas de fuerza hacia aventuras autoritarias y peligrosos populismos.
ATAQUE AL ESTADO DE DERECHO
Estas semanas se han visto tres Chile: aquél de los millones de personas que han marchado y se han manifestado pacífica y civilmente, exigiendo derechos a seguridad y mejor vida ante las intolerables injusticias, inequidades y abusos de un sistema que se requiere cambiar. Apoyamos sin matices esa batalla política y social.
Hay también un amplio Chile que observa con preocupación la crisis y el caos y que en algún momento hará oír su voz, la que deberá ser democráticamente escuchada. Pero hay también minorías, que, al amparo de estas justas causas, se han dedicado a ciega destrucción, al vandalismo y al pillaje. En estas minorías coexisten lumpen y sectores marginados, bandas criminales ligadas principalmente al narcotráfico, y grupos extremistas y antisistémicos, altamente ideologizados y organizados en torno a un único objetivo: destruir las instituciones públicas y privadas y arrasar con el Estado de derecho y la democracia chilena. Demostración de ese diseño son los cientos de edificios públicos y privados asolados por la violencia y las llamas, perjudicando a los millones de chilenos que día a día trabajan y necesitan de estos servicios. Estaciones de Metro, inmuebles de servicios estatales, municipios, iglesias, universidades y escuelas, mobiliario urbano y centenares de semáforos destruidos, dan cuenta de los blancos de una furia irracional, pero también de los objetivos de un fanatismo ideológico que ataca directamente al Estado de derecho democrático, la única y poderosa protección de las personas e instituciones frente al despotismo, la barbarie o la tiranía. El clima propicio ha sido creado, ya desde hace tiempo, por el odio y la intolerancia hacia quien piensa distinto. Las descalificaciones, los insultos, agresiones y falsedades creadas que circulan profusamente por las poderosas redes la web y por la calles de Chile han otorgado la temperatura ideal para la violencia y destrucción. La izquierda democrática debe emprender una decidida batalla ideológica, cultural y política contra esta amenaza que puede pavimentar el camino a una respuesta de toda otra índole: la instauración por las armas de un régimen dictatorial que “pacifique” un Chile arrasado e inerme ante una guerra alimentada por los dos extremos del espectro político. La lucidez política y social que tuvimos para luchar y terminar con la dictadura, debemos levantarla nuevamente para conjurar el peligro que la inmensa mayoría del pueblo no desea. Sin ambigüedades, ni menos justificaciones.
LOS DERECHOS HUMANOS LESIONADOS
Junto a este preocupante cuadro se levanta el panorama de los atropellos a los derechos humanos, a la vida y a la integridad física de miles de chilenas y chilenos que, ejerciendo su derecho de manifestación y protesta civil y pacífica, han perdido la vida, han sido heridos o maltratados por el poder disuasivo que desempeñan Carabineros de Chile y FF.AA. en estado de emergencia. Comprendemos el humano malestar de Carabineros por los numerosos efectivos heridos y por la agobiante y riesgosa labor que deben cumplir en este mes de caos y devastación, pero no podemos justificar la coacción excesiva de algunas acciones denunciadas, ni la violación a los protocoles policiales en la contención de la violencia. Nos unimos, pues, a las condenas y denuncias de las personas afectadas y de los organismos dedicados a la protección de estos derechos. Los sufrimientos en dictadura no pueden ni deben ser replicados en estos episodios que enlodan gravemente la democracia chilena. Confiamos en la acción de las querellas y los debidos procesos de la justicia chilena para que Carabineros sea constreñido a realizar una profunda revisión de su estructura, sus métodos y su forma de ejercer la función disuasiva que la institucionalidad democrática les encomienda, sancionando además a aquellos elementos responsables de estos deplorables hechos.
EL CAMINO ES LA DEMOCRACIA
El acuerdo suscrito el viernes 15 por la mayoría de los partidos da una respuesta viable y democrática al evidente clamor ciudadano que exigía un pacto social que inaugurase una nueva época para Chile, traducido en el itinerario base para avanzar hacia una nueva Constitución, hecha en democracia y con los instrumentos de la democracia. Es un buen marco que, acompañado de profundas reformas sociales y económicas, finalmente deberá otorgar justicia, mayor igualdad y oportunidades, ayudando a quienes necesitan la presencia de un Estado solidario, de bienestar y seguridad social. Fue un acuerdo que significó ceder en posiciones ideológicas por las partes adversarias. La UDI aceptó sepultar la Constitución ideada en dictadura por su fundador, y partidos del Frente Amplio desecharon la postura del todo o nada. Nada de este histórico acuerdo habría sido posible sin la pacífica movilización y presiones de millones de chilenas y chilenos. Son ellos los verdaderos ganadores de este pacto por un Chile distinto y mejor.
Hay la enorme tarea de convencer a la ciudadanía para su plena participación en el debate y el plebiscito, para seguir extendiendo los cabildos, dialogar y ponernos de acuerdo para construir la nueva Constitución que acoja la pluralidad de ideas, culturas, mayorías y minorías del país. Habrá que resolver muchos problemas prácticos, metodologías y maneras de llegar a buen final.
Habrá que desatar muchos nudos que hoy parecen imposibles, habrá que derrotar el pesimismo y el escepticismo egoísta de quienes, en los dos extremos, desean hacer fracasar este camino y seguir el camino de la fuerza y la destrucción.
Al final, la inmensa mayoría de chilenas y chilenos nos sentiremos orgullosos de lo que habremos construido.
24 de noviembre 2019
FIRMAN: Ricardo Núñez Muñoz Rabindranath Quinteros Lara José Miguel Insulza Salinas Marcelo Schilling Rodríguez Raúl Saldívar Auger Gastón Saavedra Chandía José Antonio Viera Gallo Juan Gabriel Valdés Soublette Alvaro Briones Ramírez Rigo Quezada Videla Fredy Cancino Berríos Darío Contador Valenzuela Ulises Pérez Otero Ramón Montes Parraguez Luis Díaz Gallardo Manuel Urrutia Figueroa Néstor Ortiz Cáceres Ricardo González Middleton Hardy Knittel Villarroel Ariel Ulloa Azócar Arturo Martínez Molina Luis Alvarado Constenla Gonzalo Robles García Mauricio Viñambre Adasme Gabriel Aldoney Vargas Augusto Jiménez Jara Pablo Morales Ahumada Pablo Veloso Alcaide Claudio Martínez Cerda Pablo Gutiérrez Vásquez Jenny Núñez Campbell Claudia Hernández Cisternas Iván Schütz Gaviola Iván Sánchez Vargas Carlos Vargas Quiroz Gemita Ampuero Alegría Nacho Gálvez Fuentes Adolfo Lara Bustamante Sergio Morales Morales Rubén Salinas Bustamante Luz María Urzúa Abud Javier Insulza Merlet Alfonso Lathrop Ojeda Ximena Gattas Beher Víctor Rebolledo Plaza Erik Merino Gutiérrez Maria Isabel Sotomayor Barra Ricardo Bravo Oliva Carlos Soto Ojeda Juan Guerra Monsalve Eduardo Trabucco Ponce Luigi Ciocca Barreda Pascal Merino Ampuero Eleodoro Olivares Oneto Claudio Pérez Cortés Valentina Ortega Mercado Guillermo Reyes Arredondo Carlos Alzamora Vejares Jorge Díaz Guzmán Danilo Fernández Peña Orlando Cárdenas Franz Ingrid Wegner Soto Pedro Ponce Pinto Ramón Calderón Valladares Juana Arriagada Vidal Fabián Ovando Gallardo José Marín Arrizaga Edith Lara Calfueque Valentina Ortega Mercado Rafael Merino Mercado Loreto Becerra Fredes Danilo Zapata Santander Jaime Olate Jara Gonzalo Fuentes García José Vargas Niello Jorge Andreucic Martínez Juan Guajardo Orrego Rosa Buchholz Bustamante Luisa Fredes Carrasco Cristian Umaña Bustamante Jaime Hip Hidalgo Luis Castro Nilo Jeannette Arenas Vidal Sergio Valenzuela Núñez Eduardo Muñoz Sandoval Sofía Améstica Ibáñez (Lista abierta a otras adhesiones: [email protected])
Este llamado incluye por cierto a los chilenos residentes en el exterior, especialmente a aquellas que se han manifestado en los parques, en las calles, con expresiones artísticas y cantos de libertad. Y es un llamado de atención para aquellos que piensan que pueden respaldar la violencia mediante control remoto desde hogares de estado de bienestar. La distancia deberá insuflar argumentos más comedidos y modestos a su condición.
Chile necesita prescindir de todo extremo violento, de la represión inmisericorde, de buscar y encontrar soluciones viables y justas a las demandas populares. Solidaridad con las víctimas de la sociedad, solidaridad con los funcionarios del estado lesionados, solidaridad con los medianos y pequeños empresarios que han quedado en la calle, víctimas de hordas de delincuentes respaldados por «gente buena»; y, por sobre todo, solidaridad con los millones de chilenos que padecen día a día el vandalismo, que temen salir de sus casas, que se enferman de los nervios, que se imaginan a sus hijos agredidos o sus negocios arrasados.
Chile se merece un futuro mejor, habrá que construirlo entre todos.