Carme Junyent. Lenguaje inclusivo, una mirada crítica

El uso del lenguaje inclusivo ha llegado lejos, al grado que Naciones Unidas lo recomienda: “Dado que el lenguaje es uno de los factores clave que determinan las actitudes culturales y sociales, emplear un lenguaje inclusivo en cuanto al género es una forma sumamente importante de promover la igualdad de género y combatir los prejuicios de género”

Libro, Somos mujeres, somos lingüistas, somos muchas y decimos, basta

En América Latina, entre otros, Estados con Argentina y Chile, más algunas organizaciones de la sociedad civil y entidades públicas respaldan el uso de la letra “e” en lugar de él o ella, para garantizar la neutralidad gramatical.

El lenguaje tradicional, dicen las partidarias del lenguaje inclusivo, es un recurso para ningunear la presencia de las mujeres en la lengua. Un instrumento más que responde al machismo y la ginopia.

Frente a esa perspectiva se levantan diversos argumentos de orden gramatical e histórico. Por ejemplo, el lenguaje no puede forzarse artificialmente, ni mucho menos responder a una doctrina elaborada al margen de los hablantes. El lenguaje inclusivo sería una iniciativa noble pero reñida con la estructura del idioma y basada en supuestos equivocados.

Un debate necesario solo puede basarse en la argumentación gramatical y en criterios lingüísticos. Nunca en la descalificación, ni mucho menos en acusaciones sostenidas por el desconocimiento o el agravio.

Carme Junyent Figueras, lingüista española de la Facultad de Filología de la Universidad de Barcelona. Se ha especializado en lenguas amenazadas y lenguas africanas.

Voy a citar palabras suyas para comenzar: “el lenguaje inclusivo es una ideología que se impone desde arriba y no aporta nada en el avance de la igualdad entre hombres y mujeres”

Dos aclaraciones. La primera de ellas. Mucha gente, entre la que me incluyo, tenía la impresión precisamente contraria, que el lenguaje inclusivo era producto de una reivindicación de los movimientos feministas, es decir, que venía desde la base.

Yo hablo sobre todo de la situación en Cataluña, porque aquí esto es ley. Es decir, desde el 2000, el Gobierno asumió estas propuestas y las impuso. Pero, aunque no sea así, esto no es algo que la gente empieza a hablar de esta manera y se va extendiendo, sino que se hicieron unas propuestas, una doctrina. O sea, no tienes que decir esto, tienes que decir esto otro. Pero ¿quién se inventó esta doctrina y quién ha logrado imponerla finalmente? No sale de la base, porque de allí salen otras cosas y además los cambios son mucho más lentos que los que nos están imponiendo ahora.

Es decir, que el lenguaje siempre ha venido del pueblo y luego las instituciones correspondientes, como las academias, lo van asimilando e incluyendo en el diccionario. Pero nunca se había hecho del tema desde una ideología.

Lo que pasa siempre es que las sociedades cambian y las lenguas se adaptan a este cambio. En este caso se quiso acelerar el proceso en la lengua y se han hecho unas propuestas que no tienen ningún sentido. Precisamente porque alguien las ha ideado y no han salido de la base.

La filóloga Carme Junyent

Segunda aclaración. Hubo un tiempo en que se nos enseñaba que, desde el poder, los que habían triunfado, los que dominaban el mundo, eran los que creaban una mirada general sobre lo que había que hacer y cómo comportarse. Si es así, podríamos decir entonces que desde que el machismo existe y está en el poder, se impone una forma y contenido a las palabras.

Me parece que esto es atribuirles a los hombres un poder que no tienen. Creemos que la lengua es machista, pero lo que es machista es la sociedad y la lengua expresa este machismo. Si la lengua lo fuese, entonces seguramente estaríamos perdidos porque significaría que no podríamos cambiar. Pero resulta que la lengua simplemente lo expresa.

El malentendido más importante es la suposición de que el género masculino, y hablo de género gramatical, corresponde a los hombres. Y esto no tiene ningún sentido. Además, se trata de algo totalmente arbitrario. Hace pocos días una vicepresidenta del Gobierno español, Yolanda Díaz, en un discurso dijo autoridades y autoridadas. De entrada, es porque el modo de decir se automatiza. Carmen Romero, pero supongo que es más conocido Felipe González, que fue su marido, en un mitin dijo jóvenes y jóvenas. Una diputada, Bibiana Aído, dijo, Miembros y miembras.

Estamos ante el resultado de la automatización de las fórmulas dobles, binarias, que se las aplica a cualquier cosa. Pero en el caso de autoridades y autoridadas no se dio cuenta de que autoridades es femenino. Normalmente, cuando te hablan de que hay que desdoblar las formas para añadir el género femenino. Te dicen que es que hay que visibilizar a las mujeres, porque, por ejemplo, si hablamos de ingenieros o arquitectos, pensamos en hombres. Y yo digo, si decimos autoridades, ¿en qué pensamos? Yo también pienso en hombres. Y, sin embargo, es un término femenino. O cuando decimos excelencias o señorías son femeninos, pero se da el caso que generalmente son hombres. Por tanto, el género es arbitrario. Y cuando hablamos de animales, las hienas, las jirafas, las panteras, las ballenas, hablamos en femenino y no nos preocupamos de si estamos refiriéndonos a machos o hembras. En consecuencia, sucede que se ha partido de un supuesto falso para luego montar este discurso y sus propuestas.

Usted lo dijo al pasar, pero vuelvo sobre un tema fundamental. Apareció un libro en catalán cuya traducción en español sería. Somos mujeres, somos lingüistas, somos muchas y decimos, basta. Setenta mujeres debaten acerca del lenguaje inclusivo y en esta pluralidad de miradas prevalece un mínimo común denominador que asegura que no es la gramática, sino la sociedad la que debe cambiar para impulsar la igualdad. Con otras palabras, en la medida que se produzca un cambio social, va a haber un cambio de la lengua.

Es que siempre es así. Cuando la sociedad cambia, la lengua se adapta. Lo que no tiene sentido es intentar cambiar la lengua, esperando que como consecuencia cambie la sociedad. Es exactamente lo que nos está pasando ahora. Nadie puede aportar un caso histórico en que se haya cambiado la lengua y como consecuencia de ello haya cambiado la sociedad. ¿Por qué iba a pasar ahora?

¿Por qué nos está pasando ahora?

Ahora lo intentan, pero no es así. Nadie puede aducir ningún cambio diciendo, pues como hemos hablado de esta manera resulta que esto ha cambiado. No hay ni un solo caso a través de la historia, más bien al contrario.

No tiene usted la impresión de que, efectivamente, el problema no es la gramática, pero si la sintaxis, es decir, el modo en que se combinan y se ordenan las palabras y las expresiones dentro del discurso, es lo que se dice y cómo se dice, lo que muchas veces hace emerger el lado más oscuro del machismo.

No. El problema realmente no está en la lengua, está en el discurso, en la conversación. La lingüística feminista seria no se ocupa de morfemas, ni de la sintaxis, ni del sistema lingüístico, pone su atención en la conversación, la interacción, de quién habla, quién escucha, a quién se escucha, quién interrumpe, cuánto tiempo habla, a quién se anima a hablar. Aquí es donde se manifiesta el machismo.

Esta mañana tenía una reunión con un grupo de empresarias que también están preocupadas por la cuestión. Les dije, no perdáis el tiempo con los niños y las niñas, haced el ejercicio experimental en una reunión de empresa. Pactar para que los hombres no digan nada y sólo van a hablar las mujeres. A ver qué pasa.

Usted está pidiendo mucho, profesora.

(Risas)

Yo soy profesora en la Facultad de Filología y Comunicación de la Universidad de Barcelona. Es una facultad que históricamente tiene una proporción mucho más alta de alumnas. Generalmente un 80% de chicas y un 20% de chicos. Las intervenciones en el aula -que ya pasaba cuando yo estudiaba- es al revés, interviene un 80 por ciento de chicos y solo un 20 por ciento chicas. Aquí sí está el sexismo.

Ya digo, Cataluña es un infierno, porque es obligatorio. Me llegan directrices de cómo tengo que hablar y que tengo que decir: el alumnado y no los alumnos, y otras normas como esa, pero nunca me ha llegado ninguna propuesta de qué puedo hacer para que las alumnas intervengan más en el aula.

¿En qué medida la reivindicación del lenguaje inclusivo es sexista?

Es que no mezclaría esto con el sexismo, porque como además es una cuestión dirigida, que se inventaron cuatro, sin mucho conocimiento de cómo funcionan las lenguas, porque si hubiesen reflexionado un poco sobre la estructura de las lenguas, no habrían ido por ahí.

Mi especialidad es africanista y en las lenguas africanas no hay nada que se parezca al género. Sí tienen algo que se parece son las clases nominales. Pues resulta que hombres y mujeres pertenecen a la misma clase nominal, concuerdan de la misma forma. No veo ninguna correlación entre estas formas y sociedades menos machistas. La inmensa mayoría de lenguas del mundo simplemente no tiene género. No existe el problema de concordancias y sin embargo, el machismo es universal. Pues esta constatación tendría que hacer pensar que seguramente no hay ninguna relación entre el género gramatical y el machismo.

Una de las consecuencias más indeseadas por injusta, es que aquellos que critican el lenguaje inclusivo son tildados de la peor manera, con los más terribles epítetos, neofascistas, machistas, retrógrados y en el común de los casos en las redes sociales. Una serie de insultos y garabatos de marca mayor. Le decía que es injusto porque uno que se cree defensor de los derechos de la mujer no alcanza a entender ese comportamiento tan agresivo y falaz.

Es lo que pasa con los dogmas. Siempre he dicho que, si a mí me discuten con argumentos lingüísticos, estaré encantada. A mí también me dicen de todo. El insulto no es un argumento. Es algo que dice mucho más de quien lo profiere que de quien lo recibe. Por tanto, no se puede discutir a partir del insulto.

Aquí tenemos ahora el problema de que la ultraderecha está creciendo. Y claro, ellos se oponen a estas propuestas. Sucede entonces que me dicen: lo que pasa es que utilizan tus argumentos. No es cierto, porque mi argumento fundamental es el de la igualdad de todas las lenguas. Y por aquí la extrema derecha no pasa. No hay lenguas mejores que otras, ni más desarrolladas. No hay lenguas en las que se pueda hablar de unas cosas y en otras no. No hay lenguas primitivas y esto es lo que la derecha no comparte en absoluto. Ellos creen en el supremacismo lingüístico y la historia lo demuestra. Han destruido todas las lenguas que han encontrado a su paso.

Esta es la cuestión de fondo, no perder el tiempo en cuestiones de concordancias y cosas así, que no llevan a nada. Que no nos hagan perder el tiempo. Que no nos engañen con una cuestión que no es útil y orientémonos realmente a lo que es la igualdad.

Decía que hablé con estas empresarias. Les comentaba que hace poco me llegaron las normas de lengua inclusiva de la Cámara de Comercio de Cataluña. Dice lo mismo que en todas partes. No hay que decir el director, hay que decir la dirección, no hay que decir el gerente, hay que decir la gerencia. Doctrina. No digas esto ni lo otro. La Cámara de Comercio tiene mucho que decir acerca de la igualdad entre hombres y mujeres. En todas estas normas y recomendaciones no hay ni una sola mención al hecho de que las mujeres intervengan igual que los hombres en las reuniones de empresa, o que la maternidad no sea un obstáculo para que las mujeres asciendan laboralmente. Para la conciliación familiar hace mucho más por la igualdad poner guarderías al alcance de todos que hablar de esta manera.

Existe prácticamente el convencimiento de que uno de los problemas más graves que tenemos en democracia es, primero, que hemos dejado de ver al adversario como tal y lo hemos transformado en enemigo. En segundo lugar, es que hemos perdido cada vez más la facultad de escuchar. Yo sé que pido mucho. ¿Hay alguna solución para esto? Usted ha dado una dejar hablar más a las mujeres y que los hombres, pues escuchen más. ¿Hay más cosas?

Seguramente sí, porque comparto su opinión. Que el adversario se convierta en enemigo, como mínimo, elimina posibilidades de desarrollo de la creatividad, porque cualquier oponente te hace replantear cosas, te hace pensar y, por tanto, yo intento razonar en estos términos. A lo largo de los años, en esta cuestión del género, he ido sumando argumentos, porque no me parecen generados por enemigos, sino son opiniones dignas de ser tenidas en cuenta. Y por eso busco rebatirlas con argumentos, que es lo que mismo que pido para mí.

Si fuésemos conscientes de lo que se trata no es de que se nos visibilice, porque no deja de ser una forma de convertirnos en objeto. Visibilizar o incluir son verbos transitivos que necesitan un objeto, es decir, siempre hay un sujeto que nos hace un favor. Pues no, lo que queremos es estar y si estamos, ya nos verán. Esta es tal vez otra solución.

No sé, a veces soy partidaria de las cuotas en algunos casos, en otros me parece una humillación. Dar oportunidad a las mujeres para que estén y ver que pasa. Me parece una forma de pacificación muy interesante.

 

José Zepeda

Periodista, productor radiofónico, capacitador profesional.

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