El supuesto éxito chileno sobre la pandemia deviene en rotundo fracaso

Los números rojos del Covid19 en Chile son de extrema gravedad. Con más 311 mil contagiados, con más de once mil muertos entre confirmados y sospechosos, es uno de los países del mundo más afectados por la pandemia. ¿Qué maldiciones contrariaron los pronósticos del gobierno que anunciaba el regreso a la normalidad? ¿Era evitable el fracaso de la estrategia sanitaria nacional? ¿Aprendieron la lección las máximas autoridades del país? El triunfalismo de marzo que devino en descalabro en junio es analizado por el neurocientífico Tomás Pérez-Acle, director de la Fundación Ciencia & Vida y académico del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso

El neurocientífico y académico chileno, Tomás Pérez-Acle
El neurocientífico y académico chileno, Tomás Pérez-Acle

La región metropolitana de Chile registra en estos días un descenso manifiesto de los contagios, ello es para alegrarse y esperar que la tendencia a la baja se vuelva normalidad. Pero el presente esperanzador no puede ni debe olvidar los errores cometidos. Los entendibles por la amenaza desconocida e impredecible, como lo evitables derivados de la porfía, la soberbia, la ignorancia adinerada, el desdén por las miradas críticas y la visión ajena a las necesidades de una población deseosa de una vida más digna.

Así, en la pandemia resaltan dos temas. El primero lo comparte la mayoría de los países de la tierra: los especialistas cuentan mal, lo que crea una diferencia entre las cifras y la realidad. ¿Por qué?

TPA. Esta deficiencia no es exclusiva del coronavirus, ocurre lo mismo con cualquier enfermedad infecciosa. Tenemos métodos con fórmulas matemáticas para determinar cuál es el número real de personas infectadas. Del conjunto de afectados, normalmente, solo una pequeña cantidad consulta al médico para hacerse un test. En el caso del Covid19 desde el punto de vista estadístico, de los testados hay un porcentaje que no manifiesta síntomas, a quienes llamamos asintomáticos. La cifra fluctúa entre un 30 y un 40 por ciento. Otro sector que fluctúa entre un 45 y 50% padece de síntomas menores con no más dos manifestaciones del cuadro clínico. La suma de estas cifras nos acerca al 85% de la población. Por lo tanto, en este caso somos capaces de detectar entre el 15 y 20% del total de los infectados.

¿Dice usted que hay aproximadamente un 80% por ciento que no se registra?

TPA. En general es así.

En este primer tema llama la atención el número de fallecidos. Existen tres cifras: las defunciones inscritas en el registro civil, que al 6 de julio alcanzaban a 6.384. Las del Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) del MINSAL que alcanzan a 7.057 fallecidos con PCR confirmado, y del mismo DEIS, la cifra de 10.159 fallecidos que incluye, además de los confirmados con PCR a 3.102 fallecidos por sospecha de COVID. De estos 3.102 sospechosos de haber muerto a causa del COVID19. ¿Cuál sería el porcentaje real de fallecidos por la pandemia?

TPA. La institución encargada del sistema sanitario en Chile es el departamento que llamamos el DEIS. Su misión es ser velador de los datos e ir por detrás del Departamento de Epidemiologia, que lleva la estadística del día a día, para detectar de la forma lo más precisa posible la cantidad de infectados y las defunciones. El trabajo del DEIS es minucioso y va siempre atrasado con respecto al informe diario del ministerio de Salud, aunque la cifra más confiable es la de esta instancia.

Ahora, los datos del día a día son incorrectos. No deseo señalar aquí dolo o intención de ocultamiento de datos, no es algo que nosotros podamos probar, pero desde el punto de vista técnico comprobamos que el informe diario contiene errores, que se explican cómo funciona el proceso.

El reporte diario de los centros médicos sobre la pandemia es elaborado por los mismos médicos encargados del tratamiento a los pacientes. El doctor Tomás Regueira, presidente de la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva, nos contaba hace unos días que los mismos médicos que intuban a personas, que intentan salvar vidas, son los que integran los datos al sistema informático, con lo que inevitablemente conduce a errores.

Es grave que el DEIS analice los datos de manera tardía porque es el encargado de velar no solo por los antecedentes de la pandemia sino de la salud general de toda la población.

Dicho esto, hay dos tipos de cifras. Una son las personas que fallecen con un PCR confirmado y existe otro grupo de fallecidos que no tienen diagnóstico confirmado. Ya sea porque el PCR se retrasó por más de dos semanas, o porque esa persona simplemente no se hizo la prueba por razones diversas. Este es el grupo de fallecidos sospechosos con Covid19. La suma de ambas la da a conocer el DEIS.

El segundo tema es local, relacionado con el manejo institucional de la pandemia. Hay una explicación global y entendible: a través de toda la historia de las pandemias la primera reacción de los gobiernos es la negación o, en el mejor de los casos, el desconocimiento de la gravedad de la enfermedad. Lo aclaro porque en el caso de Chile parece que estamos frente a consideración de gravedad. ¿Es así?

TPA. Puedo dar un ejemplo contrafactual, es decir, cómo debería haber sido. Hay casos emblemáticos en ambas direcciones. Por un lado, tenemos Bélgica con un desconocimiento del efecto que produciría la pandemia., El saldo es la trágica cifra de 85 muertes por cada cien mil habitantes. De otro lado Alemania, en el que la primera ministra Angela Merkel, cuando se produjo el primer infectado en el país salió a decir que si no se hacía algo se infectaría el 75% de los alemanes. Un pronóstico, como no podía ser de otra manera, altamente impactante.

En Chile, durante el mes de enero, las autoridades declararon que estábamos mucho mejor preparados que Italia, que Francia, que el Reino Unido, incluso el ministro de Salud, Jaime Mañalich, afirmó que Chile podía soportar, sin problema, más de 453 mil personas infectadas.

Tenemos visiones opuestas de cómo tratar las crisis sanitarias. Una estrategia es la del peor mundo posible: sino no hacemos algo nos enfrentaremos al peor escenario imaginable. Desde esta salida cualquier cosa que se haga será mejor al peor de los escenarios.

La otra visión, emblemática, es la chilena, que creía que el país estaba mejor preparado que los países de Europa, del primer mundo, y que desde esta nación pobre y desigual superaríamos la crisis sin haber hecho prácticamente nada, salvo el creer que estábamos mejor preparados.

Ahondo mediante otro ejemplo. A mediados de marzo fuimos incorporados a un grupo de apoyo del ministro de Ciencia, Andrés Couve, que trataba de proyectar el impacto de la pandemia en Chile. En el grupo de trabajo había cuatro centros de investigación. Por esos días presentamos a través del ministro un informe al gobierno en el que decíamos que como no se habían tomado medidas con suficiente rapidez el colapso sanitario podía esperarse en los meses de mayo y junio. Nosotros queríamos que las autoridades tomaran esta predicción, la hicieran suya y en base a ella planificaran su estrategia. Ocurrió todo lo contrario. Se desestimó el informe y fue considerado casi de carácter político. Nunca estuvo en nosotros otro propósito que el técnico. Nos limitábamos a señalar lo que proyectaban los modelos, Finalmente llegamos a mayo y junio con un sistema sanitario colapsado, como lo comprobaron los mismos chilenos.

A pesar de ello, los responsables del gobierno nos lo han dicho con claridad: independientemente de lo que ilustren nuestros modelos a favor o en contra, las decisiones que se toman son políticas.

Lo mismo se aprecia en el tema de las cuarentenas dinámicas. A medidos a abril el gobierno propuso estudiar el efecto de las cuarentenas dinámicas, que en ciclos se decretan en una región, con carácter total, y al cabo de cierto tiempo se derogan y pueden volverse a instalar cuando la realidad así lo exija. Después de los estudios llegamos a la conclusión que ese tipo de cuarentenas funcionan si se cumplen condiciones muy particulares. Entre ellas el confinamiento total durante 14 días de todas las comunas que se deseen integrar, con una movilidad no superior al 20% y en el caso más extremo que no supere el 50%. El gobierno decidió que optaba por cuarentena selectiva, no la dinámica.

¿Qué quiere decir selectiva? Se analizan regiones o comunas y se escogen aquellas con un alto índice de contagio. Nosotros dijimos que eso no funciona y que la forma efectiva de hacerlo era sincronizada y simultáneamente en todas las regiones.

Lo que ocurrió es que el virus que estaba en un principio en las comunas más ricas de la región metropolitana terminó difundiéndose a las poblaciones más pobres que son ahora las que tienen la mayor cantidad de infecciones.

Sistemáticamente las decisiones que se han tomado sobre la pandemia son políticas más que técnicas.

Es demostrable que una parte de la población chilena no respeta la cuarenta por su condición de marginalidad que la fuerza a salir a la calle para conseguir, literalmente hablando, algo que comer. No tiene usted la impresión que existe un porcentaje de chilenos poco dados a la disciplina impuesta por las autoridades, costumbre agravada por la desconfianza hacia las instituciones y sus representantes.

TPA. Este es un punto que tiene varias aristas. La primera tiene que ver con la desigualdad terrible que está establecida en el corazón del modelo económico que gobierna el país que llegó de la mano de la dictadura. Un modelo en el que lo único importante es uno mismo. Sálvese quien pueda, de la manera que pueda. Con un estado empobrecido en las capacidades para prestar asistencia a la ciudadanía.

En Chile todo es privado, incluso la salud y la educación. Ambos sistemas son considerados por el presidente como bienes de consumo.

El nivel de desigualdad que se almacenó durante más de tres décadas es realmente dramático, al punto que explotó en octubre del 2019, de una manera en que muchas autoridades ni siquiera lo vieron venir. Por eso hoy un gran porcentaje de la población tiene que salir para conseguir el sustento diario.

Cuando se establece una cuarenta tenemos gente que no tiene ninguna forma de respetarla porque si no sale a trabajar no tiene medios para sobrevivir.

Hay una contraparte. Un gran porcentaje del empresariado chileno está convencido que el neoliberalismo es el mejor modelo posible, por lo que no está dispuesto a cambiarlo. De modo que la variable económica tiene casi más peso que la sanitaria. A pesar de que sabemos -tal y como lo dijo el presidente argentino, Alberto Fernández- la economía se recupera, pero las vidas, no.

En este contexto la categoría de los negocios de primera necesidad en Chile es ridícula y seguramente no existe en ninguna otra parte del mundo. Desde que comenzó la cuarentena en la región metropolitana, el 13 de abril, continúan funcionando más de 150 mil empresas. Ello significa que más de dos millones y medio de personas salen cada día a trabajar. Los que no laboran no comen. Pero hay un porcentaje tan grande como ese que está forzado por el empresariado a salir a trabajar, porque de lo contrario, como esos negocios son de primera necesidad, pueden ser despedidos.

Para peor da la situación ridícula que McDonald es considerado un comercio de primera necesidad. Muchas de las personas que han perdido su trabajo hoy están dedicadas a repartir comidas a domicilio, entre otras de McDonald.

En estas condiciones es muy difícil establecer una cuarentena, particularmente cuando las medidas que tratan de contribuir al sustento de la población no funcionan como corresponde. El gobierno desarrolla un programa que se llama Alimentos para Chile que entrega cajas de alimentos a una parte importante de la población más vulnerable. Son millones de unidades y todavía están repartiéndose. En una situación de cuarentena uno quisiera que las personas se quedaran en sus casas, pero se precisa que el aporte alimentario ya hubiese cumplido el propósito de mantener a la gente en sus hogares.

Mencionaba usted el estallido social. Yo sé que usted es neurocientífico y no futurólogo, pero a la vista de los antecedentes que acaba de entregar, que proyección existe sobre una reanudación de esas protestas una vez que se apacigüe la pandemia. No es posible eludir aquí que, en Chile, el 1 % más rico concentra el 33 % de los ingresos», según el informe del Banco Mundial de 2017.

TPA. Esta es una pregunta que nos tiene a todos consternados. Chile está en una situación terrible y el estallido social no se canceló, sino que está en pausa producto de la pandemia. El gobierno perdió una tremenda oportunidad de hacer un buen trabajo para controlar al Covid19 de forma correcta, para recuperar la confianza de la población y aplacar el impulso del estallido social.

Muchas personas pensamos que en el momento de salir de la pandemia vendrá un rebrote de las protestas, probablemente más intenso porque el nivel de pobreza crece como consecuencia del flagelo.

Insisto en este tema, la pandemia ha tenido la virtud -dicho sin ironía- de desnudar una realidad ingrata: en Chile conviven varios países. Y estos países tienen escasos vínculos entre sí. Uno es el Chile que comienza en Providencia y alcanza las faldas de los Andes con Vitacura, Providencia, Las Condes, Lo Barnechea. Otro es el Chile de las poblaciones La Pintana, Lo Espejo, Renca, La Granja, entre otros. Dicho sin delicadeza: da la impresión de que el gobierno no tiene la necesaria sensibilidad social para contar con esta realidad como un dato prioritario en la lucha contra el Covid19. ¿Exagero?

TPA. No lo creo. Lo que sí me parece que se queda corto en el análisis, porque habría que agregar que un gran porcentaje de quienes viven en esas comunas tampoco tienen la sensibilidad necesaria para entender de que existen otros Chiles. Usted daba el ejemplo de esa variedad de países viviendo uno al lado del otro. En un momento se hablaba de que el país era un oasis en América Latina, cuando en realidad el oasis son las comunas más ricas que viven como si estuvieran en Suiza. Frente a gente muy pobre – sin estigmatizar a nadie, por cierto- que viven como si fuéramos el Congo o Haití. Lugares en que la expectativa de vida fluctúa entre los 45 y los 60 años y en los barrios altos la expectativa se aproxima a los 80 años.

Uno podría esperar que las autoridades no fuesen ciegas a esta realidad, pero el desconocimiento alcanza a una parte significativa del país. Por eso las decisiones que se toman no consideran esta variable tan relevante.

Pongámonos en el caso que pudieran aplicar una cuarentena efectiva para disminuir la movilidad de las personas, en las comunas con alto hacinamiento la gente no tiene más de 50 metros alrededor de circulación. Por ejemplo, en la Pintana, la población con el mayor hacinamiento de Chile, en 50 metros cuadrados viven 10 personas. Si no se tiene conocimiento cabal de la situación económica real malamente podrán tomar medidas adecuadas.

Una cuarentena en Vitacura durante dos o tres semanas incluso puede ser considerada por sus habitantes como una suerte de vacaciones. Esa misma cuarentena en las poblaciones callampas es prácticamente una sentencia de muerte. Escuchaba hace días a una pobladora de una villa miseria alrededor de la ciudad de Copiapó, en el Norte, que decía: “Si yo no salgo a tratar de conseguir alimento para mi familia nos moriremos de hambre. Si salgo y me contagio, a lo mejor me muero, pero si me quedo en casa, seguro me muero”.

El Consejo Asesor para enfrentar la pandemia ha dicho que hay cuatro condiciones para levantar los confinamientos, cuál es su opinión respecto de dos de ella:

A.- Que la tasa de positividad baje del 10 %. La OMS apunta que para hablar de control de la pandemia esta tasa no debe superar el 5%

B.- Que la ocupación de las UCI no supere el 85%.

A primera vista parecen criterios poco prudentes.

TPA. Absolutamente. El primero es que, según la Organización Mundial de la Salud, la positividad, es decir, cuántos de los test resultan positivos no debería ser mayor al 5%. En el peor de los casos el 10%, pero este es muy mal número.

A partir de ese valor podemos calcular el “Subreporte” que es el resultado del total multiplicado por 1.25. Si hay un 15%, como en los días recientes, el total real es mucho mayor.

En el segundo tema habría que preguntarle a los médicos encargados de las camas UCI. La saturación, según los especialistas, se da cuando el porcentaje es superior al 85%. Por lo tanto, el criterio es demasiado alto.

Ahora, un antecedente que no está siendo considerado es lo que llamamos la prevalencia del número de infectados. El criterio europeo, impulsado por la OMS, es que, si la prevalencia es de diez personas infectadas por cada cien mil, hay que tomar medidas. Cuando ese valor supera las 50 personas hay que establecer medidas severas.

Si no se toma en consideración la prevalencia en la decisión para levantar las cuarentenas, lo que va a pasar es que en el momento de volver a aumentar el nivel de contagiados -realidad que puede terminar solo cuando exista una vacuna- los efectos de la falta de sincronización nacional, que genera que haya regiones que van con un mes de retraso, cuando logremos salir de esta primera ola en la región metropolitana, podemos volver a infectarnos desde otras regiones o viceversa, con lo cual el virus se quedaría permanentemente circulando en la población.

Por lo tanto, si queremos rebajar las medidas los criterios deben ser muchísimo más estrictos, dado que, somos uno de los cinco países más infectados del mundo.

José Zepeda

Periodista, productor radiofónico, capacitador profesional.

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