Spinoza o la búsqueda de la libertad
La política para un spinozista sólo puede ser la búsqueda de libertad, la de la libre cooperación, la búsqueda de la libertad en lo cotidiano y en lo común. ¿Qué nos dice hoy el filósofo holandés Baruch Spinoza? Esa ha sido una de las preguntas centrales del coloquio que tuvo lugar, la semana pasada, en el Instituto Cervantes de la ciudad de Utrecht, bajo el título “Voces clásicas para un presente incierto”.
Las humanidades han visto su presencia notablemente reducida en los planes de estudios de muchos países. La filosofía, tal vez más necesaria que nunca en un contexto de crisis general de valores, puede orientarnos en un mundo cada vez más global y complejo. Por esta razón, el Instituto Cervantes de Utrecht organiza, junto a Producciones Media Naranja, un ciclo de coloquios con especialistas españoles y neerlandeses en torno a la figura de grandes pensadores que han aportado nuevas formas de ver y entender el mundo. ¿Qué nos enseñan los grandes filósofos del pasado? ¿Sirven sus ideas para guiarnos en el presente? ¿Nos pueden seguir inspirando personal y colectivamente?

El encuentro ha contado con la participación los filósofos de Miriam Van Reijen y Juan Pedro García del Campo. La moderación estuvo a cargo del periodista José Zepeda.
Ofrecemos aquí algunas pinceladas sobre Spinoza, ellas siguen la reflexión de la Biblioteca Virtual Francisco Fernández Buey.
Baruch Spinoza nació en Ámsterdam el 24 de noviembre de 1632 y murió en La Haya el 21 de febrero de 1677. Procedía de una familia de judíos sefardíes inmigrantes de la península ibérica. Fue educado en la comunidad judía de la ciudad holandesa en una época de considerable influencia del calvinismo. Se relacionó con algunos representantes de las heterodoxias judías españolas. Debido a ello, en 1656, fue expulsado de la comunidad judía ortodoxa y desterrado de la ciudad.

Después de la expulsión Spinoza, para ganarse la vida, trabajó en el pulido de lentes para observaciones astronómicas y entró en relación con cristianos liberales también considerados heterodoxos.
Su libro la Reforma del entendimiento arranca con una consideración sobre la necesidad de una vida nueva. Después de denunciar la búsqueda de riquezas, honores y placeres como fines en sí, defiende que si éstos son buscados sólo como medios y no rebasan cierta medida, riquezas, honores y placeres contribuyen a alcanzar el fin que uno se propone, a saber: el bien y la verdad acordes con esta “vida nueva”. Reforma del entendimiento significa para Spinoza “curarlo” y “purificarlo” para la búsqueda de la perfección humana. En la búsqueda del dinero o de cualquier bien material, se recomendable limitarse a lo estrictamente necesario para la conservación de la vida y la salud y para adaptarnos a los usos de la ciudad en todo aquello que no se oponga a nuestro fin.

Spinoza sugiere en Los principios de la filosofía que no tenemos necesidad de buscar una garantía externa de la verdad de nuestros pensamientos, de manera que el fundamento de la ciencia no es la existencia de un Dios distinto de mí sino la presencia en mí de una idea del ser absoluto que yo no tendría si no fuera en cierto modo este mismo ser.
Desde 1661, Spinoza tenía una intensa actividad política en defensa de la república y se puso a escribir el Tratado teológico-político, cuya redacción simultaneó con la Ética. Esta obra, en la que Spinoza expuso lo esencial de su pensamiento estaba ya muy avanzada hacia 1665-1666, pero el filósofo iba a seguir retocándola y no se publicaría hasta 1677, poco después de su muerte. En cambio, el Tratado teológico-político se publicó en 1670. Parece probado que Spinoza retrasó la conclusión de la Ética y luego su publicación debido a los ataques de que fue víctima cuando apareció el Tratado teológico-político, a partir del cual el spinozismo empezó a ser sinónimo de “materialismo ateo”.
El Tratado teológico-político fue la obra más importante de Spinoza que éste pudo publicar en vida. Pero apareció de forma anónima y con nombre de editor falso. Es hoy considerada como una defensa de la libertad de pensamiento y de la tolerancia. Algunos intérpretes la consideran también una apología de la democracia.
En el Tratado teológico-político Spinoza critica a la teología cuando ésta trata de extender su poder fuera del ámbito que le es propio; se permite una lectura histórico-crítica de la Biblia para desde ahí elaborar una nueva teoría de lo político. La Biblia es parte de la Naturaleza y los hechos que narra desde la caída de Adán también, de manera que lo que hay que hacer es una lectura racional de la misma en la que se prescinde de lo sobrenatural. A partir de ahí se puede fundar una separación clara entre el ámbito de la fe, que es el dominio de la teología y el de la razón política, que será propio de la filosofía política.
Spinoza mantiene que las iglesias deben renunciar a su pretensión de ejercer autoridad fuera de su dominio y someterse al poder civil, que es el único soberano.
Para mantener el Estado y para que los individuos obedezcan sus leyes es necesario que éste conceda a los individuos total libertad de pensamiento y expresión. Mediante ese pacto, y para su seguridad, los individuos han renunciado al derecho de actuar, legislar, ejercer la violencia, etc., pero no al derecho de pensar. Si el estado suprime toda libertad entonces la obediencia de los individuos pierde su justificación y esto provocará una reacción violenta que destruirá al propio Estado. En esas condiciones, por tanto, el régimen más cercano a lo natural, y al mismo tiempo fundado en la razón, es la democracia, en la que el individuo dispone de libertad de pensamiento.
De todas formas, al dar la primacía a la libertad de pensar Spinoza podía argumentar, y así lo hace realmente, que cualquier gobierno de régimen colectivo es aceptable si respeta la libertad de pensamiento y se mantiene en los límites de la razón.
El deseo de los humanos es para Spinoza conatus, lo que quiere decir: esfuerzo por perseverar en su ser. No es que deseemos una cosa porque ella sea buena, es que la llamamos buena porque la deseamos. Y la deseamos porque el deseo es potencia del ser humano, potenciación del ser, cuyo desarrollo da alegría.
Lo primero conduce a la sabiduría, que Spinoza identifica con la beatitud; lo segundo conduce a la servidumbre. La libertad del hombre no es libre albedrío, a la manera de Descartes, pues eso sería establecer una excepción a la ley universal de la necesidad que reina en la naturaleza; libertad es conciencia de la necesidad. Y esto porque libertad y necesidad no se oponen, sino que lo que se opone es libertad y coacción.
¿¡Y la moda esta de llevar cruces católicas de accesorios!? Lo que faltaba…